martes, 8 de marzo de 2011

Donostia – San Sebastián: estímulo para los sentidos.

La ciudad de San Sebastián, o en euskera Donostia, es uno de los principales destinos turísticos de España. Su magnífica combinación entre mar y montaña han hecho de este municipio vasco uno de los más deseados por el turismo nacional e internacional. Además de sus playas y sus montes, son un importante reclamo su espectacular gastronomía, la señorial belleza de la ciudad, o la gran cantidad de actividades culturales que se desarrollan a lo largo de todo el año. Por todo ello, Donostia se ha hecho un hueco importante entre los principales referentes turísticos del norte de España. Conocer Donostia – San Sebastián, o alguna de las otras ciudades vascas, puede ser un interesantísimo ejercicio de cultura. El País Vasco o Euskadi, es una de las regiones históricas de España, que conserva clarísimamente algunas de sus identidades culturales diferenciadoras del resto de la nación. No sólo su lengua propia, el euskera, sino también sus costumbres, tradiciones, construcciones populares y floklore, son los rasgos distintivos culturales más evidentes que se podrán apreciar en una visita que aquí planteamos a Donostia con una duración mínima de dos días, y en la que sugeriremos algunos de los puntos y actividades más destacadas de la ciudad.


Poco sabemos con certeza del pasado más histórico y del origen de la ciudad. De hecho, el primer documento en que aparece directamente citada es del año 1014, aunque la mayoría de los historiadores han llevado a consenso su falsedad. Su origen podría estar en un viejo monasterio del que hoy ha quedado tan sólo el nombre por el que se conoce en castellano a la ciudad, y que se habría fundado posiblemente sobre el mismo solar en que los romanos edificaron una pequeña villa pesquera, llamada Izurum, y que hoy se quiere identificar con el barrio más viejo de la población. Pocos más datos precisos aparecen hasta bien entrada la Edad Media, cuando Donostia creció gracias a su economía mercantil y pesquera, sirviendo primero a los reyes de Navarra, y después a los Castellanos. Su prosperidad económica la hizo crecer, y la hizo también arder por completo en varias ocasiones aunque siempre fue reconstruida, hasta que guerras intestinas acabaron desviando el comercio y las riquezas a la cercana ciudad de Bilbao.

Donostia se verá obligada entonces a reconvertirse, y la vieja ciudad pesquera y comercial se convierte en una importante plaza militar. Es en este periodo cuando adquiere el título de ciudad; otorgado por Felipe IV en 1662; y también es ahora cuando sufrirá levantamientos contra la corona y será invadida en varias ocasiones por tropas francesas, siendo la más grave la del periodo de Invasión Napoleónica, a principios del siglo XIX. Pero paradójicamente, también va a ser en este siglo XIX cuando la ciudad experimente su crecimiento más importante. Vencidos los franceses, la ciudad adquiere cierto rango con la capitalidad de su provincia, y desde entonces regresa un importante interés y auge comercial. Además, Donostia tendrá un empuje fundamental gracias a la Reina María Cristina, que durante su regencia en los últimos años de aquel siglo la elegirá como destino estival favoreciendo el nacimiento de una importante economía turística, y ayudando en su importante expansión urbana, en una época que se bautizó como la “Belle Époque”.

Donostia – San Sebastián sigue siendo hoy en día un importante polo de turismo. Sus playas, especialmente la de la Bahía de la Concha, y su agitado mar, la hacen destino ideal para el baño veraniego y el surf. Pero además su riquísima y trabajadísima gastronomía la encumbran en los principales podios gastronómicos, ya no solo nacionales, sino también internacionales. Junto a todo ello está la belleza de la propia ciudad, por su situación y por su arquitectura, y también la gran cantidad de actividades culturales, como sus varias convenciones y reuniones gastronómicas anuales, su Festival de Cine, o sus conciertos entre los que brillan con luz propia el de Jazz, y la Quincena Musical de San Sebastián.


Donostia está situada en la costa norte española, a 464 kilómetros de Madrid, a orillas del Mar Cantábrico, y a tan sólo 20 kilómetros de la frontera con Francia. La ciudad es la capital administrativa de la provincia de Guipúzcoa, que junto con las provincias de Vizcaya y Álava, conforma la Comunidad Autónoma del País Vasco. Por las calles de Donostia viven algo más de 185.000 habitantes, aunque con su concurrida área metropolitana se alcanza casi el medio millón. Tanto en la ciudad, como en todos los territorios del País Vasco, conviven el castellano y el euskera como lenguas oficiales. No obstante, ha de saber el viajero, que la lengua no será un problema, ya que la práctica totalidad de la población es perfectamente bilingüe, así como toda la señalización e información que se ofrece a los visitantes.


Para llegar a Donostia – San Sebastián desde Madrid, podemos elegir cualquiera de los transportes habituales. En avión las ciudades están conectadas a través de vuelos regulares de la compañía Iberia, que en algo menos de una hora cubre el trayecto. El aeropuerto de San Sebastián está situado a 22 kilómetros del centro de la ciudad, y dispone de un servicio de autobús urbano, con una frecuencia aproximada de una hora, que en poco más de 30 minutos nos habrá dejado en el corazón urbano. Si por el contrario elegimos el tren, normalmente más barato que el avión, habremos de tomarlo en la Estación de Chamartín. Sin embargo, conviene saber que Renfe tan sólo dispone de dos conexiones directas diarias que emplean algo más de cinco horas para unir las ciudades. Y por último nos queda la opción del autobús, la más barata de las tres en condiciones normales, y que es operado por la compañía Alsa, que ofrece hasta 10 conexiones diarias. En este caso, la estación de salida será el Intercambiador de la Avenida de América, y la duración del viaje oscila entre las cinco y seis horas. Conviene poner atención en el horario y el tipo de autobús antes de comprar el billete, ya que algunos servicios son de distinta categoría (supra+), y el precio puede verse sensiblemente incrementado. Una vez en Donostia – San Sebastián, tanto las estaciones de tren como de autobús, están situadas en las márgenes del río Urumea, por lo que en ambos casos, para llegar al centro más turístico de la ciudad, tan sólo tenemos que caminar siguiendo el curso del agua, es decir, hacia el mar.


Una visita a Donostia – San Sebastián tiene necesariamente que empezar en la Bahía de la Concha. Esta ensenada natural del Mar Cantábrico, con la pintoresca isla de Santa Clara en el centro, es el corazón estival de la ciudad, y el punto más fotografiado. Si divisamos la bahía desde el Paseo de la Concha, veremos cómo se levantan a ambos lados dos montes: a la izquierda (este) el Monte Igeldo, a la derecha (oeste) el Monte Urgull. Bajo el primero de ellos, bajo el Igeldo, se extiende la Playa de Ondarreta, que comparte bahía con la más conocida de la Concha, y que habitualmente está menos concurrida. En su extremo norte, en la boca de la ensenada, se encuentran situadas las esculturas de Eduardo Chillida que conforman el popular “Peine del Viento”; esculturas postmodernas monumentales de acero que se funden e integran con el paisaje y la fuerza de la naturaleza, hecho que ya se evoca con el nombre del monumento. El resultado es extremadamente evocador, y está aconsejada su visita.

Retomando nuestro inicio, regresando al Paseo de la Concha que bordea la playa del mismo nombre, nos iremos acercando progresivamente al corazón de la ciudad si vamos caminando en dirección Oeste. Justo al inicio del paseo, asomado sobre el mar, está situado el Palacio de Miramar, el mismo que se construyó en los últimos años del siglo XIX para el veraneo de la Reina María Cristina y su corte. Se trata de un edificio de corte e inspiración inglesa, que se asoma a la bahía y la playa, y que magníficamente conservado y rodeado de estupendos jardines, nos ofrece una de las vistas más hermosas y sugestivas de la Bahía. Continuando por el Paseo de la Concha podremos disfrutar ahora plenamente de la Playa, que se extiende –como el paseo– durante algo más de un kilómetro. Esta playa, de las más famosas de España, tiene una finísima arena blanca y la característica especial de que si nos adentramos en el mar, la profundidad que se va alcanzando es poca y paulatina, algo que la ha hecho especialmente famosa, y por sus condiciones naturales relativamente poco peligrosa y muy aconsejada para el baño. También en el centro de la playa, directamente sobre el paseo, se conservan las viejas instalaciones de baños, hoy reconvertidas en populares restaurantes.

Sugerimos en nuestra ruta finalizar el paseo de la Concha, caminando siempre en dirección Oeste. De este modo llegaremos a los jardines de Alderdi Eder y al Ayuntamiento de la ciudad, cuyo edificio en realidad fue el viejo Casino, que sólo dejó de tener su función original cuando en 1924 se prohibió el juego. La monumental construcción es de finales del siglo XIX, de la belle époque donostiarra, y es uno de los más grandes e impresionantes de la ciudad, construido, como gran parte de la ciudad, de acuerdo al gusto y estilo francés. Justo a su lado, se encuentra uno de los edificios más curiosos: el Club Náutico. Como contraste al colosal Casino se encuentra este pequeño edificio blanco, de corte e intención racionalista, que imita a un barco atracado en el puerto. Fue construido en 1928 por los arquitectos José Manuel Aizpurua y Joaquín Labayen, y es una de las obras más destacadas del movimiento arquitectónico moderno español.

Pocos metros después de superar el Club Náutico, habremos entrado definitivamente en el Puerto histórico de Donostia – San Sebastián, y con ello estaremos entrando en la parte más antigua de la ciudad. A los pies del Monte Urgull se encuentra el pequeño puerto, dotado de varios diques, y que alberga en la actualidad tanto las pequeñas embarcaciones de pesca tradicional, como las más modernas deportivas. En este lugar siempre estuvo situado el más primitivo puerto de la ensenada, y recuerdo visible de ello son hoy las pintorescas casas de pescadores, seculares, que se apoyan directamente en el monte y tan sólo asoman sus breves fachadas al mar a lo largo del Paseo del Muelle. Puede ser una buena idea pasear entre ellas, pues además, en este espigón que finaliza en la boca de la ensenada, están situados tanto el Aquarium de San Sebastián, como otras instalaciones escultóricas, tan del gusto vasco, entre las que destacan las de Jorge Oteiza. Son además magníficas las vistas de la Playa de la Concha y su bahía desde este punto, así como de la Isla de Santa Clara. Y mejores son aún si el viajero decide ascender al Monte Urgull. Para ello, puede tomar la empinada carretera que parte precisamente del puerto, en su confluencia con la entrada al casco histórico de la ciudad. En este monte se conservan parte de las fortificaciones que en su día rodearon por completo a la antigua ciudad, y de hecho éste fue el ultimo bastión de la resistencia francesa en la ciudad durante el asedio de San Sebastian en 1813. En la parte más alta está el Castillo de la Mota, edificio que conserva tres capillas, una de las cuales sirve de peana a la emblemática imagen del Sagrado Corazón de Jesús, escultura de más de 12 metros de altura que preside el conjunto de la ciudad.

De regreso al puerto, debemos entrar ahora en la parte más vieja de la ciudad. Ésta es una de las partes con más vida de toda Donostia. Además de pasear con calma por sus estrechas y peatonales calles, y de descubrir espacios como su Plaza de la Constitución –que nos recordará una Plaza Mayor–, cuyos balcones numerados nos recodarán las épocas en las que este espacio se usó a modo de plaza de toros; podremos también aprovechar para visitar la tardogótica Iglesia de San Vicente, que es la más vieja de la ciudad, o la barroca Basílica de Santa María. Pero la visita más aconsejada en esta parte de la ciudad consistirá en adaptarse al modo de vida donostiarra, y disfrutar por tanto de los numerosos bares de pintxos que se agolpan por todas las calles. Si la cocina moderna vasca es quizás la más conocida y famosa de todo el país; su expresión popular a través de los pinchos que se venden en sus bares y tabernas, tiene una de sus mecas sagradas en estas calles. No debe dejar el visitante de entrar en alguno de ellos, pues no sólo la degustación, sino también la contemplación de estos elaboradísimos pinchos será un auténtico placer.

Una vez avituallados en la ciudad vieja de Donostia – San Sebastián, nos queda todavía mucha ciudad por conocer. Justo en el margen del río Urumea, en su desembocadura al mar, se encuentra el más emblemático de los edificios modernos de la ciudad: el palacio de congresos o Kursaal. Inaugurado en 1999, el gran edificio es obra del arquitecto español Rafael Moneo, quien recibía el encargo de diseñar un auditorio, que finalmente se iba a convertir en un gran centro cultural, que alberga no sólo la gran sala auditorio, sino también una sala de cámara, y otras varias salas polivalentes, dedicadas principalmente a acoger exposiciones y todo tipo de eventos culturales, e incluso un restaurante. De hecho, desde su inauguración, el Kursaal se ha convertido en la sede permanente del Festival de Cine de San Sebastián, y también en sus salas se suelen organizar distintos conciertos del festival anual de Jazz de la ciudad. El gran conjunto está constituido por dos grandes volúmenes prismáticos, asimétricos, recordando los espigones y grandes piezas de hormigón que se ponen en la costa para romper las olas; por lo que su situación, precisamente en primera línea de costa, es la ideal. Cada uno de los “cubos” que conforman la construcción está diseñado con otro “cubo” en su interior, siendo éste el verdadero recinto, mientras que la estructura exterior, realizada principalmente en vidrio, es meramente decorativa. El Kursaal se ha convertido hoy en día en la imagen más popular de la arquitectura donostiarra.

Justo al lado, es decir, cruzando hacia el Oeste el río Urumea, y dejando atrás al Kursaal, llegaremos a la otra playa de Donostia – San Sebastián: la playa de Zurriola. Con unos 800 metros de playa, el lugar es el preferido los jóvenes de la ciudad, presenta un ambiente más abierto; y además es el mejor lugar para practicar deportes como el surf en todas sus variantes, pues el mar está mucho más abierto aquí que en las playas de Ondarreta y La Concha, amparadas en el interior la Bahía. Además, y como dato curioso, en la playa de Zurriola está permitido el nudismo, hecho poco habitual en las playas urbanas españolas.

Deshaciendo el camino, regresando nuevamente al Este del río Urumea, nos quedará aún por visitar el ensanche moderno de la ciudad. El primer edificio que veremos será el Teatro Victoria Eugenia. El edificio fue construido con piedra arenisca, que permitió realizar decoraciones inspiradas en las platerescas del renacimiento español, aunque ya fuese realizado en 1912 por el Arquitecto Francisco de Urcola. Es uno de los lugares más sentidos y queridos por la población donostiarra. A través de cualquiera de las calles que lo rodean, y en dirección sur, entraremos definitivamente en el recinto urbano moderno de la ciudad. Sus calles fueron trazadas siguiendo una retícula regular, a modo de tablero de ajedrez, y creando innumerables manzanas en las que gran parte de los edificios son todavía los originales de finales del XIX y principios del XX. Muchos, la mayoría de ellos son de clara inspiración francesa, tan de moda durante la belle èpoque, que hizo incluir a esta ciudad en la mayoría de las guías turísticas. También a esa época, y a esa inspiración francesa responde la gran Catedral del Buen Pastor, obra neogótica que se finalizaba en 1897.

Como siempre advierto, esta es sólo una presentación, o una sugerencia de visita a la ciudad de Donostia – San Sebastián. Podrá el visitante organizarse a su gusto, centrando tal vez la visita en alguna de sus playas, o en alguno de sus montes que están llenos de indicaciones para rutas y paseos. O tal vez, querrá el viajero realizar la llamada “ruta de las estrellas”, que sigue los pasos y lugares más importantes, elegidos por muchos de los ilustrísimos participantes de su famoso festival de cine. Sea como fuere, es ésta una ciudad para disfrutar con todos los sentidos, algo que se puede seguir cultivando ya entrada la noche: la ciudad presenta dos zonas básicas de ocio nocturno. Por un lado la ciudad vieja, que es la más concurrida y la de identidad más marcada y diferenciada. Por otro lado, el entorno de la calle Reyes Católicos, situado en las inmediaciones de la Catedral del Buen Pastor, y que es la zona con más locales modernos y de ambiente.

Insisto en la conveniencia de conocer el San Sebastián gastronómico. Con un solo dato se puede explicar la importancia de la nueva cocina vasca, y la posición que la ciudad tiene en este contexto: Donostia – San Sebastián es la única ciudad del mundo, junto con París, que posee tres restaurantes con la máxima calificación de la guía Michelín. De aquí han salido prestigiosos cocineros como Juan Mari Arzak, Pedro Subijana o Martín Berasategui, y si bien toda esta situación hace que los restaurantes donostiarras no estén entre los más económicos del país, es muy cierto que se puede comer a un precio conveniente en muchísimos lugares, y que los pintxos son un económico y magnífico exponente de esta cultura culinaria, donde además encontraremos la totalidad de los ingredientes más habituales, que giran en torno a las verduras, hortalizas y pescados, con una buena presencia también de los productos cárnicos.


Añadir por último, simplemente, que la visita a Donostia – San Sebastián está aconsejada y es posible en cualquier época del año, teniendo presente que el Mar Cantábrico es un mar de aguas frías, razón por la cual, incluso en verano su temperatura es baja, mientras que en invierno sólo los más atrevidos realizarán el baño. En cuanto al clima propiamente dicho, conviene saber que es una de las ciudades con mayor precipitación de lluvias a lo largo de todo el año, aunque más específicamente concentradas en Otoño e Invierno. Las temperaturas en cambio, son suaves y agradables, con unas medias que oscilan en torno a los 15º, si bien los picos invernales pueden caer cerca del “cero” y las máximas estivales rondar los 35º. Si tenemos en cuenta estas consideraciones climáticas, y evitamos –si queremos– los principales festivales y eventos culturales de la ciudad, Donostia – San Sebastián será un magnífico destino.



Video de Promoción turística de Donostia - San Sebastián






I.Y.P.

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