miércoles, 25 de abril de 2012

Aranjuez, paraíso regio.


El Real Sitio y Villa de Aranjuez, pues éste es su verdadero nombre, es una de las poblaciones destacables de la Comunidad de Madrid. De origen antiguo e incierto, las primeras noticias notorias de Aranjuez provienen de la época de la Reconquista, pues hasta 4 veces hubo de ser conquistada la ciudad por los musulmanes, y otras tantas veces fue reconquistada por los cristianos. Desde 1178 la ciudad pasó a formar parte de la España Cristiana de manera ya definitiva, y con los Reyes Católicos; en el año 1489; en Aranjuez se modernizó un viejo hospital de la Orden de los Caballeros de Santiago para convertirlo en Palacio Real. Éste sería el verdadero motor y origen de la actual población. 

En 1561, el Rey Felipe II mandó construir allí un palacio, y desde entonces  aquella población quedó ligada a la Corona Española y a la historia de la Nación. Allí nacerán y morirán reyes y reinas; allí se decretarán leyes y acuerdos; allí se firmarán tratados, como el del 12 de Abril de 1779 por el que España intervino activamente en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos; allí se producirán motines que harían abdicar a Reyes (Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII); o allí se contagiaría mortalmente, durante una epidemia de cólera, el Rey Alfonso XIII. Pero por encima de todos estos acontecimientos, fechas, e historias; dos razones principales hacen de Aranjuez una ciudad conocida y digna de ser visitada: la villa alberga un Palacio Real con exquisitos y bellísimos jardines, tal vez los más hermosos de España después de los de la Granja en Segovia; y todo el conjunto propició la creación del Concierto de Aranjuez, obra del Maestro Rodrigo, y pieza musical de fama internacional.

Palacio Real de Aranjuez
Aranjuez está situado a unos 46 kms. al sur de Madrid, y su población y término municipal se extiende a lo largo de la vega del río Tajo. La presencia del Palacio Real, con sus extensos y elaborados jardines que secundan y acompañan al río, ha provocado que desde el año 2001 la villa de Aranjuez tenga el título honorífico de Paisaje Cultural Patrimonio de laHumanidad, otorgado por la UNESCO. Y todo ello hace del conjunto un lugar fantástico para una visita, y para disfrutar del contacto directo con la naturaleza.

Para llegar hasta Aranjuez tenemos dos opciones principales de transporte público. La primera de ellas es el tren. Madrid y Aranjuez se comunicaron por ferrocarril ya en el año 1851, siendo de los primeros recorridos de España. Este hecho se debió fundamentalmente a la idea de facilitar el transporte de frutas, hortalizas y verduras que en gran número se cultivaban, y que debían ser llevados a los mercados de la capital. Vestigio de aquella época, es el turístico Tren de la fresa. Pero en la actualidad, la realidad es muy distinta. Aranjuez está comunicado con Madrid a través de la Red de Cercanías, concretamente en la línea C3. La frecuencia de trenes es altísima de lunes a viernes, y especialmente en las horas punta, con un tren cada 10-15 minutos. En las horas valle, y durante los fines de semana, la frecuencia desciende hasta un tren cada media hora aproximadamente, lo que sigue haciendo de este transporte una magnífica opción. La línea C3, con dirección a Aranjuez, se puede tomar desde Madrid en las estaciones de Chamartín, Nuevos Ministerios, Sol, y Atocha-Cercanías, y realiza el trayecto en un tiempo estimado entre 45 y 50 minutos.
La otra opción de transporte público es el autobús. Dos líneas hacen el recorrido entre la capital y Aranjuez. La primera de ellas es la línea 419, gestionada por la empresa Samar, y que con salida en la EstaciónSur nos llevará a nuestro destino. Hemos de prestar atención, pues la línea del autobús no finaliza en Aranjuez, sino que continúa hasta la población de Quintanar de la Orden. La otra opción en autobús es la línea 423, gestionada por la empresa AISA. Realiza alguna parada intermedia más que la opción anterior, pero por el contrario, sí finaliza en Aranjuez, sin opción por lo tanto de equivocarse de parada. En cualquiera de los dos casos, y teniendo siempre en cuenta que se está a merced del tráfico existente en la carretera, el tiempo estimado para el viaje es de aproximadamente una hora.

Plaza de Toros de Aranjuez
Una vez llegados a Aranjuez, las opciones que se nos ofrecen son varias. Tendremos la oportunidad de realizar alguna de las rutas a pié que se ofrecen desde la oficina de turismo, ya sean por la ciudad, o de las señalizadas por las inmediaciones de la población. Existe también la posibilidad de realizar travesías en barco por el río Tajo, o incluso de alquilar una piragua y practicar deporte sobre el mismo río, información que nos facilitarán en la Oficina Municipal de Turismo. Y además de todas estas opciones con las que disfrutar de la naturaleza, tendremos los principales reclamos turísticos de la ciudad: la visita al Museo Taurino, y la visita al Palacio Real y jardines.

El Museo Taurino de Aranjuez está situado en la propia plaza de toros, y ésta es una de las más interesantes de España. Fue mandada construir e inaugurada por el rey Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma en 1797, aunque hubo de ser reconstruida parcialmente en 1829. El edificio es en la actualidad Monumento Histórico Artístico, lleva más de 200 años en uso; y es además una de las pocas plazas de toros que quedan en pie en todo el país desde del siglo XVIII. Aunque desde el exterior no os parezca espectacular, por su fachada sobria y sencilla, el interior os sorprenderá por su riqueza y belleza. Si os gusta la tauromaquia, o sentís curiosidad por conocerla, es una de las mejores opciones que hay en la Comunidad de Madrid. Las visitas son guiadas, excepto los miércoles, de 11.00 a 13.00 horas, en que son libres y gratuitas.


Jardines del Palacio Real de Aranjuez
La otra gran visita de Aranjuez, quizás inexcusable, es el Palacio Real. Situado en la convergencia de los ríos Tajo y Jarama, su historia arranca en la época de los Reyes Católicos, aunque las principales obras reales que hoy podemos contemplar responden a  la época de Felipe II, quien envió a trabajar a Aranjuez a los arquitectos más importantes del momento (Juan de Herrera y Juan Bautista de Toledo), y de la época de Fernando VI, y aún todavía algunos añadidos en época de Carlos III. Sin embargo, la actual decoración y disposición de las habitaciones todavía es la del siglo XVIII, época en la que el palacio vivió su mayor esplendor.
A destacar durante la visita varias ideas y espacios. En la planta de palacio se encuentra el llamado “Museo de la vida en Palacio”, en el que se atesoran curiosas piezas de la vida cotidiana de los Reyes. Destacan además el llamado Gabinete de Porcelana, y el Salón de los Espejos. Se aconseja fehacientemente pasear por los jardines, especialmente el jardín llamado “La Isla, que nos llevará por la orilla del río Tajo hacia una “ría” que nos separará de tierra firme, y donde todo el conjunto está ricamente decorado con fuentes renacentistas y barrocas, casi todas traídas desde Italia. Estos jardines son los más trabajados y elaborados de todo el país, junto con los del palacio segoviano de La Granja, si bien hay que decir que éstos de Aranjuez son más antiguos y únicos de la dinastía de los Austrias.
Museo de Falúas Reales
Otro espacio destacado es la conocida como Real Casa del Labrador. Este lugar responde a las ampliaciones del siglo XVIII llevado a cabo por la nueva dinastía (y aún actual) de los Borbones. A destacar aquí el extenso “Jardín del Príncipe”, con obras espectaculares como las propias puertas de acceso, la fuente de Apolo, o el estanque, y por supuesto la propia Casa del Príncipe, diseño del arquitecto Juan de Villanueva, autor de innumerables obras por Madrid, incluido el edificio del Museo del Prado. Por último, quiero destacar también un tercer espacio en esta visita, que es el Museo de Falúas Reales. Está situado en el jardín, y es la colección más espectacular de España de pequeños barcos y embarcaciones que han usado a lo largo de los siglos los Reyes de España.

La visita al Palacio Real de Aranjuez ha de realizarse con tiempo y calma por el propio tamaño del edificio y sus jardines, así como por la distancia entre los museos y lugares visitables. Tened en cuenta, además, que los horarios de visita varían a lo largo del año, en función de las horas solares, por lo que es conveniente y aconsejable un vistazo a la web de Patrimonio Nacional para asegurarnos de los horarios cuando estemos programando una visita. Y por último, sabed que podéis pagar la entrada sólo de aquello que queréis visitar, lo cual es mucho más conveniente. Es decir, la entrada a pagar se puede seleccionar de una larga lista, algo complicada en ocasiones, donde nos darán las distintas opciones de visitas: sólo palacio, palacio y jardines; palacio, jardines y museos; también al Casa del Labrador, etc…




Video de promoción turística de Aranjuez





I.Y.P.

viernes, 20 de abril de 2012

Alicante, la ciudad blanca.

Más de 2500 años de historia puede ser razón suficiente para acercarse un fin de semana a Alicante. Y si la historia no es motivación, sus playas y su sol casi perpetuo convencerán al más escéptico y exigente de los viajeros, ya que encontrará una magnífica ciudad repleta de servicios turísticos y de ocio. Y ganas de fiesta.

La historia de Alicante no es sencilla. Su origen más remoto parece resalir a poblamientos íberos que cohabitaron con colonos griegos de Focea, verdaderos responsables del primer nombre que se dio a este lugar, Akra Leuca (el promontorio blanco), según testifican sus mapas marítimos. Sin embargo los primeros testigos que la arqueología nos ha preservado no hablan de Grecia, sino del Imperio Cartaginés: Anibal Barca eligió el lugar para establecer allí un campamento militar seguramente por su fácil defensa y posición estratégica. Precisamente los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Púnica parecen ser los de la fundación definitiva de la ciudad. El periodo de dominación romana y la época visigoda transcurrieron por Alicante sin grandes historias que contar, acaso tan sólo confirmar la continuidad del poblamiento durante el Imperio Romano, bajo el nombre al latino de Lucentum. En el año 718 la ciudad entraba en la órbita musulmana de Al-Ándalus. Perteneció primero al Califato de Córdoba, y fue gobernada durante los Reinos de Taifas primero desde Denia, y después desde Almería. Durante este periodo islámico tomó la ciudad su actual nombre: “Al-Laqant”, que se ha perpetuado en el tiempo castellanizándolo como “Alicante”, aunque resulta interesantísimo cómo en valenciano el topónimo sigue sin ninguna variación: “Alacant”.  
Monte Benacantil y playa en Alicante
El rey Alfonso X el Sabio reconquistaba la ciudad en 1248 para el Reino de Castilla. Y sin embargo, sólo 48 años después, el Rey Jaime II la volvía a reconquistar, en este caso para la Corona de Aragón. Tras la unificación española, La Edad Moderna no trajo precisamente tranquilidad a los alicantinos. Su comercio y su población creciente la situaron en primer plano dentro de su ámbito de influencia, y quizás por ello fue casi totalmente destruida en 1692 por una escuadra militar francesa, y durante la Guerra de Sucesión fue ocupada alternativamente por austracistas y borbónicos. La Guerra de Independencia también se dejó notar en la ciudad, en este caso en forma de grave crisis económica derivada de los costes de los gastos militares: construcción de murallas y del Castillo de San Fernando. Pero el esfuerzo mereció la pena, porque la ciudad nunca llegó a caer del lado francés. En 1822 Alicante se convertía en capital de su propia provincia, y posteriormente se erigió como uno de los más importantes bastiones republicanos y liberales, entrado ya el siglo XX.

Alicante es hoy una ciudad moderna volcada con el turismo y la industria casi a partes iguales. A su importante cinturón industrial se contraponen los kilómetros de costa y playas mediterráneas, repletos de hoteles y de todo tipo de servicios turísticos. La población de la ciudad asciende a los 315.000 habitantes, sobrepasando los 450.000 si añadimos toda el área metropolitana de influencia. Por estas razones Alicante mira hoy al comercio, a la industria, y sobre todo al turismo, quizás su principal fuente de ingresos.

Llegar a Alicante es extremadamente fácil desde Madrid. Las conexiones diarias existen a través de tren, autobús y avión. El medio más económico, como casi siempre, es el autobús que permite realizar el trayecto en unas cinco o seis horas. Eso sí, cuando se compre el billete de la compañía Alsa, conviene tener muy claro que existen diferentes tipos de autobuses que realizan el mismo trayecto con diferentes niveles de confortabilidad, prestación de servicios y duración de viaje… razón por la cual el billete oscila entre los 55€ el más barato, y los 92€ el más caro (ida y vuelta en ambos casos). La siguiente opción más habitual es el tren. Renfe conecta Madrid y Alicante con siete servicios diarios de trenes Alvia, lo cual implica confort, velocidad –tres horas y media–, y por tanto un precio no excesivamente barato: unos 95€ (ida y vuelta en clase turista). Eso sí, planificando el viaje con tiempo, y comprando los billetes con antelación a través de la propia web de Renfe, podremos ocasionalmente ahorrarnos hasta la mitad del precio. Y por último se puede también realizar el trayecto en avión. En este caso el precio del billete oscilará dependiendo de la época del año (más barato y mayor frecuencia de vuelos en verano), aunque a través de Iberia Express –filial de la compañía nacional que opera vuelos low cost–, se pueden hallar ocasionalmente buenas ofertas.

Playa en Alicante
Una vez en Alicante estaremos listos para conocer la ciudad, su centro histórico, sus playas, sus monumentos y museos, su ambiente festivo… razón por la cual aconsejamos una visita de al menos tres días, dos noches, para quedar satisfechos. El alojamiento en Alicante no será un problema ya que abunda para todos los gustos y bolsillos, como tampoco será inconveniente el transporte público. Si hemos llegado en tren o autobús estaremos ya en el centro de la ciudad y no lo necesitaremos. Y si por el contrario hemos llegado en avión dispondremos de la línea C-6 de autobuses urbanos, que por 2.70€ nos recogerá en la propia terminal aeroportuaria, y nos dejará en el centro urbano alicantino. La cuestión será entonces decidirnos por dónde comenzar la visita. 

Podemos quizás comenzar por la playa. En el término municipal de Alicante nos encontramos con hasta seis playas diferentes, siete si decidimos incluir la de la isla de Tabarca. Evidentemente algunas están directamente en la ciudad, y en cambio otras un poco más alejadas. Quizás la mejor comunicada y más cercana es la Playa del Postiguet que está justo bajo el Castillo de Santa Bárbara, junto al puerto. La calidad de su arena es buena y destaca también por un excelente paseo bordeado de palmeras y repleto de locales de ocio y restauración. Esta playa es uno de los emblemas de la ciudad. Podemos llegar a ella simplemente caminando, o través de las líneas 02, 05, 21 y 22 de Autobús urbano o con la línea L4 de tranvía. Un poquito más al norte se encuentra la Playa de la Albufereta. Mucho más pequeña que la anterior, también tiene una buena calidad de arena y agua limpia. La zona en la que está esta playa es el verdadero lugar de origen de la ciudad de Alicante, y de hecho en los alrededores existen varios yacimientos arqueológicos. Se puede llegar con las líneas 09, 21 y 22 de Autobús urbano, y las líneas L3 y L4 de tranvía. Pero si no nos gustan las aglomeraciones, la playa menos concurrida y también más grande es la Playa de los Saladares, a unos cinco kilómetros al sur de la ciudad, y que en su extremo norte conserva incluso un pequeño sistema de dunas. En este caso el único transporte público posible desde Alicante es la línea 27 de Autobuses urbanos. Cualquiera de las opciones nos servirá para un fantástico día de sol y playa.

Isla de Tabarca
Si vuestra verdadera y única motivación para visitar Alicante es la de disfrutar del sol y el mar o la playa, entonces deberíais reservar un día para visitar la isla de Tabarca. Se trata de la única isla habitada de la Comunidad Valenciana y se encuentra frente a la ciudad de Alicante, cerca del cabo de Santa Pola. La isla tiene una longitud aproximada de casi dos kilómetros y una anchura máxima de 400 metros. Sus costas fueron en el pasado un refugio de piratas. En el siglo XVIII, el rey Carlos III ordenó fortificarla y levantar en ella un pueblo en el que alojar a varias familias de pescadores de Génova que estaban cautivos en la ciudad tunecina de Tabarka, de la que curiosamente acabaría tomando el nombre. Las murallas que rodean su núcleo urbano todavía se conservan en la actualidad, y han sido declaradas Conjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural. Del mismo modo, la excelente calidad de sus aguas costeras y la biodiversidad de su flora y fauna han propiciado la declaración de Reserva Marina del Mediterráneo. Además de poder disfrutar de su playa, una visita por la pequeña población de la isla nos hará disfrutar de una excelente jornada. El acceso a la isla se puede realizar con la empresa de Cruceros Kontiki desde el puerto deportivo de Alicante, en un trayecto que durará aproximadamente una hora.


Pero si preferís una visita que además de buscar un buen baño en el Mediterráneo os aporte algo de turismo cultural, seguís estando en la ciudad perfecta. Alicante cuenta con numerosos monumentos entre los que brilla con luz propia su Castillo de Santa Bárbara, o su Concatedral de San Nicolás de Bari. Y si queremos visitar algún museo la ciudad cuenta con hasta nueve diferentes, aunque quizás el que suele mostrar las exposiciones más espectaculares es el Museo Arqueológico provincial. Vayamos por partes.

El puerto desde el Castillo de Santa Bárbara
El Castillo de Santa Bárbara está ubicado en la parte más elevada del monte Benacantil, en plena ciudad, y a 166 metros de altitud sobre bahía de Alicante. Posee tres recintos a diferentes alturas construidos en tres épocas diferentes. El recinto más alto, conocido popularmente como La Torreta, es donde se encuentra la Torre del Homenaje y donde se hallan los restos más antiguos de la fortaleza, en su mayoría del siglo XIV. Un segundo recinto intermedio tiene las dependencias más importantes visitables –Salón de Felipe II, Cuerpo de guardia, Patio de Armas y el llamado Baluarte de la Reina–, que fueron construidas a lo largo del siglo XVI. El tercer recinto, el más inferior de todos, pertenece ya a construcciones del siglo XVIII y en él se ubica el denominado Revellín del Bon Repós. El acceso al castillo es gratuito si se asciende la montaña caminando, aunque también se puede hacer a través de un ascensor excavado en la roca frente a la playa del Postiguet. La pendiente es considerable, así como también la longitud, razón por la cual aconsejamos desde aquí la subida en el ascensor, aún cuando haya que pagar 2.40€. Merecerá la pena por el gran esfuerzo y tiempo que ahorraremos. En el castillo, además de poder disfrutar de la propia construcción militar, se muestran diversas exposiciones temporales, y desde la parte más elevada del conjunto se tienen las mejores vistas de toda la bahía de Alicante y de la propia ciudad. 

Otra posible visita interesante por la ciudad alicantina es la de su Concatedral de San Nicolás de Bari. La iglesia fue construida en el mismo lugar en el que existió la vieja Mezquita menor de la ciudad musulmana. La actual iglesia es en realidad una ampliación de la primera que se edificó y que fue modificada durante el siglo XVII en un estilo que a decir verdad no es ni renacentista ni barroco, sino mezcla de ambos, lo cual la hace atractivamente diferente a cualquier iglesia española de estas características o de este periodo histórico y justifica su visita. Su interior es de una sorprendente simpleza monumental que sólo hace aumentar su gran impacto estético. Merece también la pena una visita a su interior para poder disfrutar de la espectacular belleza de su Capilla de la Comunión, verdadera joya plenamente barroca del edificio, y que pone el contrapunto al resto del edificio. Como dato meramente curioso añadiré que la advocación a San Nicolás de Bari, patrón de la ciudad de Alicante, responde al hecho de que la ciudad fue entregada por los musulmanes a los cristianos el día 6 de Diciembre de 1244, festividad de San Nicolás. Este hecho es normal y habitual en muchos otros lugares. Pero lo que realmente hace diferente la advocación de San Nicolás de Bari es el hecho poco conocido de que cuando hablamos de este santo nos estamos refiriendo al verdadero Santa Klaus o Papá Noel. No es esta entrada de blog el lugar adecuado para ponernos a explicar todo el proceso, cosa que quizás haremos para una futura entrada en época navideña. Baste sólo anticipar que San Nicolás fue obispo de la ciudad turca de Myra (siglo IV d.C.) y que en la actualidad sus restos mortales descansan en la ciudad italiana de Bari a donde fueron llevados por unos mercaderes en el siglo XI. Al margen de sus famosos y variados milagros reconocidos por la Iglesia Católica, el santo se hizo popular entre el común de los cristianos por gastar gran parte de su vida y fortuna en favorecer y facilitar la vida de niños huérfanos, tras haber él mismo perdido a su esposa e hijos, antes de iniciar su vida religiosa. Por esta razón se asoció con el paso de los siglos a su figura la del valedor de las ilusiones y portador de regalos, y que sólo en el siglo XX a través de una rocambolesca historia en la que son actores principales inmigrantes alemanes y holandeses, unos grandes almacenes neoyorkinos y la famosa marca Coca-cola, se acabó identificando con el personaje orondo, barbudo y de ropajes rojos que hoy todos conocemos.

Concatedral de San Nicolás de Bari
Una visita casi obligatoria en el ámbito cultural ha de ser la del Museo Arqueológico Provincial de Alicante. Sin lugar a dudas es el organismo cultural que mayor mimo, interés y dedicación pone a la vida cultural alicantina, y eso se demuestra no sólo en sus magníficas instalaciones, sino aún en la esmeradísima selección de sus exposiciones temporales, que a menudo están entre las más destacadas de toda España. El museo está ubicado en la Plaza del Doctor Gómez Ulla, en la zona de crecimiento de la ciudad, a las espaldas del monte Benacantil. Se puede llegar a él con las líneas 2, 6, 9, 20 y 23 de Autobuses urbanos. Desde el museo se gestionan varios yacimientos arqueológicos en los alrededores de la ciudad, razón evidente por la cual sus fondos contienen gran cantidad de restos prehistóricos, íberos, romanos y de la edad media, todos de gran calidad y variedad, y que son los capítulos en los que se articulan sus salas de la exposición permanente. Ello de por sí ya justifica una visita, pero insisto en la idea de que la mejor parte del museo suelen ser las exposiciones temporales. La información sobre éstas la encontraremos puntual y detalladamente en su página web. En la actualidad, y hasta Octubre de 2012 destaca la exposición “El tesoro de los bárbaros”, un asombroso conjunto de piezas de orfebrería y metal de época romana hallado en la localidad alemana de Neupotz, presente por primera vez en España bajo la colaboración del Museo Histórico del Palatinado de Espira (Alemania).

Si por el contrario la arqueología no es vuestro fuerte, pero sí queréis disfrutar del arte, Alicante os ofrece otros dos interesantes museos de acuerdo a vuestros gustos: el Museo de Bellas Artes Gravina, ubicado en el Palacio de Gravina, edificio del siglo XVIII que perteneció al conde de Lumiares y que fue sede del Archivo Provincial. Contiene obras de arte alicantino del periodo comprendido entre la Edad Media y las primeras décadas del s. XX. O si lo preferís, el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante, ubicado en el edificio civil más antiguo que se conserva en la ciudad: de 1685. Inicialmente fue concebido como un almacén de cereales. Sus salas acogen hoy una importante colección de arte del siglo XX, formada principalmente por obras donadas por Eusebio Sempere. Incluye obras de Chillida, Picasso, Dalí y Miró entre otros artistas de primer orden. 

La última propuesta para visitar Alicante que desde este blog hacemos, es la de animaros a conocer el interesante centro histórico de la ciudad. La ciudad estuvo amurallada desde las épocas más remotas, principalmente por miedo a los ataques marítimos. Sin embargo, tras la conquista del periodo musulmán, estas murallas se construirán pensando ya más en ataques terrestres que marítimos, hecho que se repetirá posteriormente durante el dominio cristiano. Pues las citadas murallas estuvieron presentes en la vida de Alicante hasta el año 1858, momento en el que la reina Isabel II visitó la ciudad para inaugurar la línea de ferrocarril que finalizaba en Madrid. Se aprovechó aquella visita para solicitar a la monarca el derribo de estos muros, y por fin de este modo la ciudad comenzó a crecer sin ataduras. En otras palabras, la historia de algo más de 2500 años se concentra en un pequeño espacio que es en la actualidad el centro urbano de la ciudad. No es por tanto necesario explicar que el espacio urbano fue aprovechado al máximo, y que por tanto las calles son pequeñas y estrechas, y están completamente repletas de viejos edificios, palacios e iglesias. Un paseo por sus calles puede ser gratificador. Destaca el Barrio de Santa Cruz, situado en la zona más cercana al monte Benacantil y por lo tanto más elevada. Es quizás el barrio más típico de la ciudad. Junto a él también se puede destacar la Calle Labradores, lugar importante ya desde antiguo, en tanto que a pesar de su nombre, en origen fue la principal calle medieval, en la que vivieron las más importantes familias de la ciudad.

Hogueras de San Juan en la playa de Alicante
En el capítulo de festividades especiales, Alicante también ocupa un lugar destacado en el panorama nacional, con dos fiestas especialmente famosas: las hogueras de San Juan, y las festividades de Moros y Cristianos. Las primeras son las principales fiestas de la ciudad, y han sido declaradas de Interés Turístico Internacional. No hará falta decir, que por esta razón, si vuestro viaje va a coincidir en el tiempo con esta tradición (20-24 de Junio), es más que necesario reservar y planear la visita con tiempo suficiente ya que la ciudad se ve literalmente invadida de turistas y foráneos. La fiesta tiene un origen completamente pagano, fundamentado en el cambio de vida y de ciclo relacionado con el solsticio de verano. Por esta razón, un gran número de viejos objetos, inservibles, se queman en la propia noche del solsticio, la noche del 21 de Junio. Esa es la tradición, y así se hace desde los tiempos más remotos, en hogueras repartidas por toda la ciudad e incluso sus playas. Sin embargo, el paso del tiempo ha traído la modernización de la fiesta, que ahora también incluye la quema de numerosos monumentos construidos en cartón-piedra, específicamente para quemar durante la noche del 24 de junio en una espectacular cremà, que en algunos aspectos nos puede recordar la festividad de las fallas en Valencia, si bien poco tienen que ver una fiesta con otra, y menos aún en sus diferentes orígenes. Durante las celebraciones se incluyen otros actos como las mascletàs que son verdaderos concursos de pirotecnia y elementos explosivos. Por otro lado están las fiestas de Moros y Cristianos. De gran popularidad no sólo en la ciudad de Alicante, sino también en muchas otras poblaciones de la provincia, se trata de espectaculares escenificaciones carnavalescas de la reconquista cristiana de la ciudad durante la Edad Media. Durante los actos, gran parte de la población participa disfrazándose bien de cristiano, bien de musulmán, y a través de actos organizados se recrean las batallas y luchas por el dominio de la ciudad.

Turrón de Jijona
No podremos dejar la ciudad sin probar otro de sus grandes atractivos como es su gastronomía. La cocina alicantina es típicamente mediterránea. La historia de Alicante, su situación geográfica, su clima y la fertilidad de sus tierras han ido dotándola de una enorme riqueza y variedad, que se ha moldeado y adecuado con el paso de los siglos. El arroz es quizás el principal protagonista con una gran diversidad de recetas, algo común por otro lado en toda la Comunidad Valenciana. En Alicante el arroz se combina diferentes ingredientes como la verdura, la carne o el pescado. Destacan como recetas tradicionales el arroz a la alicantina, el caldero (plato típico de la isla de Tabarca), o la popular olleta. El otro elemento estrella de la cocina alicantina, como no podía ser de otra manera, es el pescado. El mar Mediterráneo siempre ha surtido a la ciudad de gran cantidad y variedad de pescados y mariscos, entre los que destacan por consumo tradicional las gambas rojas alicantinas, los langostinos y los salmonetes. Sin embargo quizás el elemento más destacado puede ser la tradición de salazones como la mojama, la tonyina de sorra o el popularísimo esmorzaret alacantí a base de sardina salada, huevo frito y ñora. Y de postre rollitos de anís, o por supuesto, turrón de Alicante o de Jijona, que también se puede consumir como helado.


Cualquier época del año es estupenda para visitar Alicante. Su temperatura es agradable incluso en invierno con mínimas que en pocas ocasiones se sitúan por debajo de 10º, y en verano las máximas rara vez superan los 30º. Evidentemente es clima puro Mediterráneo, y el propio mar hace de suave elemento compensador entre las temperaturas máximas y mínimas a lo largo del año. También por ello el mayor problema puede ser la humedad relativa del ambiente, siempre muy alta, y que pueden acrecentar las sensaciones de frío o calor. El sol está casi asegurado en cualquier momento del año, en tanto que la media histórica de días de lluvia a lo largo del año se reduce a 37 jornadas. Eso sí, conviene saber que como en toda la costa levantina, existe el impredecible fenómeno de la gota fría que acumula gran cantidad de precipitaciones en muy pocas horas, en otoño o en primavera. Pero este hecho es muy poco común, y basta con visualizar las previsiones de alertas de la Agencia estatal de Meteorología antes de realizar un viaje. Dependiendo de lo “caluroso” de cada año en particular, el baño en una playa alicantina puede ser factible entre los meses de Mayo y Octubre.


Video promocional de Alicante



I.Y.P.

viernes, 13 de abril de 2012

Cercedilla y la Subida a Navarrulaque


La pequeña población de Cercedilla es uno de los destinos preferidos por los madrileños que buscan sol, nieve, tranquilidad y naturaleza. Situada a sólo 56 kms. de Madrid, y encaramada ya en las faldas de la Sierra de Guadarrama, Cercedilla nos ofrece todo lo que podemos necesitar para una fantástica jornada de montaña, ya sea invierno o verano, primavera u otoño. Cercedilla es una población que vive en la montaña y para la montaña. Un solo dato nos lo explica: en ella nació Paco Fernández Ochoa, primer medallista olímpico en unos juegos de invierno para España; y en total hasta 22 campeones de España de esquí, en las modalidades de alpino y de fondo, están ligados a la historia de esta pequeña población. 


Subida desde Cercedilla a Navarrulaque
Para llegar hasta Cercedilla tenemos dos opciones de transporte público. La primera de ellas es el tren. A través de la Red de Cercanías llegaremos con mucha facilidad a Cercedilla, ya que está en la línea que comunica Madrid con Segovia (C.8b), y por tanto podremos tomar el tren prácticamente cualquier estación de la red de Cercanías del centro de Madrid. Además, la frecuencia de trenes es relativamente alta, con aproximadamente uno cada 40 minutos en las horas punta, descendiendo sensiblemente en las horas valle, y aún un poco más en los días festivos, hasta más o menos uno a la hora. La otra opción de transporte público, igual de práctica, es el autobús interurbano de la compañía Larrea, que tiene su partida en Madrid desde el intercambiador de Moncloa. En cualquiera de los dos casos, en poco más de una hora estaremos en el destino.

La primera impresión que tendremos en Cercedilla es la de estar muy lejos de Madrid, pues nada excepto el gran número de visitantes nos recuerda que muy cerca tenemos una ciudad de más de cuatro millones de habitantes. Pero es que, como suele suceder en la mayoría de las localidades serranas de Madrid, las poblaciones son pequeñas y aún conservan ese ambiente popular, incluso rural que en absoluto existe en la capital. Pero no nos engañemos, Madrid está cerca, y por ello la mayoría de la población de Cercedilla se dedica al sector de servicios; especialmente restauración y otras actividades turísticas como son la organización de todo tipo de actividades de ocio: hiking, escalada, rutas por la naturaleza, paseos en caballo, en bicicleta…  Es también  zona de “residencia veraniega” de grandes empresas y multinacionales; y a la vez y como contrapunto son todavía habituales las explotaciones ganaderas, que están diseminadas por las inmediaciones de la población, y que ayudan sensiblemente a obtener esa sensación tan agradable de naturaleza, de retiro, o de pueblo.

Mirador de Vicente Aleixandre
Una vez llegados a Cercedilla podemos comenzar a disfrutar de la montaña, por ejemplo tomando alguna de las muchas rutas, caminos y senderos indicados. Pero también hemos de saber que tenemos todavía opción de prolongar un poco más nuestro viaje: podemos tomar el tranvía que desde la misma estación de tren nos llevará a lo más alto de los puertos de Navacerrada y de Cotos, desde donde no sólo podremos disfrutar de una de las mejores panorámicas de la propia sierra y la Comunidad de Madrid; sino que también seguiremos con la opción de realizar alguna ruta señalizada, y si es invierno y hay nieve, no lo olvidemos, practicar el esquí. Si optamos por quedarnos en Cercedilla podemos acudir a alguno de los distintos puntos de información (del Ayuntamiento de Cercedilla, o de la Comunidad de Madrid)  para tomar los últimos apuntes y mapas, y realizar alguna de las numerosas rutas que se nos ofrecen. Algunas son especialmente famosas, caso de la Ruta o Camino Smith, o la Ruta de subida a la Peñota, o la Fuenfría, o la montaña de Montón de Trigo, o recorrer la vieja “Carretera de la república” (que está cerrada al tráfico rodado), y en muchos casos asomarnos a la otra vertiente de la sierra y disfrutar de la panorámica de Segovia y Castilla… Podréis encontrar gran cantidad de rutas perfectamente señalizadas por distintas asociaciones deportivas y culturales, y con muy distintos grados de dificultad y longitud. La señalización, por cierto, es muy clara normalmente, y consiste habitualmente en círculos o triángulos de distintos colores que nos guían por todos los cruces de caminos y senderos. Aún así siempre podéis acudir a las distintas webs, muy numerosas, que ofrecen mapas y planimetrías bastante precisos, que tal vez sea conveniente, diría una buena idea. Una búsqueda en google con "rutas sierra de guadarrama - cercedilla" os dará resultados más que suficientes, y podréis hacer una selección a vuestro gusto.

Pero de entre todas las rutas existentes, hoy queremos proponer aquí una “circular” para iniciar y finalizar en Cercedilla, de dificultad baja y con un recorrido total aproximado de unos 8  kms, y que en su punto más alto nos ofrece una fantástica panorámica de media Comunidad de Madrid. Si la realizáis visitaréis interesantes lugares donde la asociación cultural Navarrulaque ha creado y mimado una serie de “miradores” bautizados y dedicados a distintos escritores españoles. Esta ruta es popularmente conocida como la subida a Navarrulaque, o ruta de los miradores. Para realizarla saldríamos de Cercedilla, como no podía ser de otra manera, subiendo. Desde la estación de tren, o la parada del autobús (pues están una frente a la otra), hemos de tomar la carretera que sube hace “las dehesas”, eligiendo para ello la carretera a nuestra izquierda en el primer cruce. Ésta discurrirá bordeando la población sin pasar por el centro de ella, y siempre en progresivo ascenso nos va alejando del pueblo. Nos llevará (simplemente caminando por  la acera) a través de un paisaje que se va adentrando en un valle, e iremos dejando a derecha e izquierda hospitales, el Colegio La Paloma, el Centro de Interpretación de la Naturaleza, y el Área Recreativa Municipal de Cercedilla; lugar a tener muy en cuenta para las visitas en épocas calurosas, pues tiene piscinas naturales de espectacular belleza y agua bien fresca. A partir de este punto, en nuestra ruta se acaban las aceras y las carreteras, y podemos disfrutar ya de sendas y veredas, señalizadas por códigos de colores que se van adentrando en la espesura de pinares.

Calzada Romana durante el ascenso
Pocos minutos después alcanzaremos un interesante lugar. Ante nosotros tendremos una vieja calzada romana que comunicaba Madrid con Segovia. Se puede apreciar todavía el trazado original, con puentes y empedrados que probablemente responden ya a reconstrucciones del periodo moderno. Seguiremos por ella en el que será el tramo de mayor dureza, con una pronunciada subida que nos dejará finalmente en una pista de tierra, y que a partir de ahora seguiremos hasta el punto más alto de la montaña. Por cierto, a los más aventureros les diré que desde este camino, se podrá hacer una rápida incursión a la “ducha de los ingleses” una hermosa caída de agua, retirada unos 400 metros del camino, y señalizada con carteles. Retomando el camino que traíamos, seguiremos ascendiendo hasta la parte más alta de nuestra ruta. 

Llegados por fin a la cima y campo de Navalurraque, encontraréis los populares miradores: espectaculares formaciones rocosas levemente trabajadas o adaptadas por la mano humana, y que nos ofrecerán las mejores vistas del gran valle madrileño. Las formaciones rocosas han sido acondicionadas con escaleras y bancos de modo que es facil subir por ellas y gozar de la privilegiada vista que nos ofrecen. Además, en las propias rocas han sido tallados fragmentos de poemas de Vicente Aleixandre y Luis Rosales, relativos todos a la belleza de la propia Sierra de Guadarrama. Cuando estéis en el primero y más grande de ellos, a vuestra espalda tendréis uno de los picos más emblemáticos de los montañeros madrileños: los “siete picos”. Los miradores están dedicados a los citados escritores, pero la intervención en el paisaje no se acaba aquí. No muy distante, a unos cinco minutos a pie, se encuentra también el reloj solar dedicado al premio Nobel Camilo José Cela, con precisas instrucciones para que el visitante pueda leer la hora solar. Para llegar a él basta tan sólo con regresar al camino principal y caminar tan sólo unos centenares de metros más.

Fauna salvaje en las inmediaciones de Cercedilla
El camino de vuelta a Cercedilla nos ofrece dos opciones. La más sencilla es volver siempre sobre nuestros pasos, por el camino que ya hemos utilizado, hasta Cercedilla. Pero la segunda, y que considero más adecuada para variar el camino y el paisaje, es tomar el sendero que surge a unos cinco minutos de los miradores –esta vez ya descendiendo–, a mano izquierda, y que siguiendo las señales de círculos naranjas que lo marcan, nos devolverán a Cercedilla por un intenso y hermoso paisaje de pinos, robles y helechos, siempre ya en descenso. Habremos realizado así un bonito paseo por la montaña, sin demasiada dificultad en tanto que ni la distancia ni las inclinaciones del terreno son excesivas.

Pero como siempre, esta es sólo una opción  de las muchas, muchísimas que se ofrecerán en Cercedilla. Podéis elegir cualquier otra ruta, camino o sendero. Prestad atención a la señalización de la ruta que elijáis y no os desviéis demasiado pues podéis perderos. Dicho esto, si realizáis vuestra visita en fin de semana será muy habitual que encontréis a otros excursionistas o montañeros que os pueden orientar si esto sucediese. Aunque hay numerosas fuentes, también será buena idea llevar agua (y un bocadillo) y el teléfono móvil para cualquier tipo de emergencia, pues normalmente hay cobertura. Por último recordad también que estaremos a casi 2000 metros de altitud, razón por la cual convendrá llevar ropa y calzado adecuado a la época del año en que hagamos la excursión. 


I.Y.P.