martes, 12 de abril de 2011

Lanzarote: la isla del fuego.

La isla canaria de Lanzarote es un paisaje increíble. Conocida popularmente como la isla del fuego, su sobrenombre explica su origen y sus formas. En una superficie de casi 845 km2 se reparten cerca de 300 picos volcánicos, estando la mayoría de la isla cubierta con lavas solidificadas de colores negros, rojos, marrones y ocres. Además, y como contrapunto, sus costas se reparten entre espectaculares acantilados volcánicos, y espectaculares playas, algunas incluso de fina arena, en ocasiones blanca, en ocasiones negra. Por estas razones, por el espectacular Parque Nacional de Timanfaya donde el fuego volcánico aún está vivo, por la omnipresente herencia del genial César Manrique, porque toda la isla fue declarada Reserva de la Biosfera en 1993, y por su magnífico clima que nos asegura sol y posibilidad de baño en cualquier época del año, Lanzarote es un destino ideal para un largo fin de semana.

La isla de Lanzarote es una de las que integran el archipiélago y Comunidad Autónoma de las Islas Canarias, situado a unos 1100 kms. al sur de la Península Ibérica. Lanzarote es una de las siete islas principales que conforman el territorio, y administrativamente es parte de la provincia de Gran Canaria. Es en concreto la isla situada más al norte y más al este de todas, razón por la cual, junto con Fuerteventura, es la más cercana a las costas del continente africano, que de hecho es visible durante gran parte del viaje en avión.

El nombre de Lanzarote proviene del navegante genovés Lancelotto Malocello, que en el año 1312 desembarcaba en ella y la reclamaba como posesión para la República Genovesa. Las islas Canarias eran conocidas desde la antigüedad romana, y ya Plinio el Viejo las nombra y describe en su Historia Natural. Pero sin embargo es en plena Edad Media cuando por primera vez entran de lleno en la historia universal como preámbulo de la fiebre de exploraciones que acabaría fructificando en el descubrimiento de América, hecho en el que precisamente las Islas Canarias jugaron un papel estratégico importantísimo para la navegación. Tras la conquista genovesa llegarían nuevos colonizadores, caso del español Martín Ruiz de Avendaño en 1377. Pero la fecha más recordada es 1402, momento en el que la isla volvía a ser reconquistada, en esta ocasión por el francés Jean de Béthencourt, y tras distintas tenencias y posesiones “de señorío” y “de vasallaje” –todas relacionadas con nobles españoles–, acabarían integrándose en el Reino de Castilla, ya en época de los Reyes Católicos.

La proximidad de Lanzarote a la costa africana propició desde ese mismo instante numerosos ataques de piratas argelinos y marroquíes, que en varias ocasiones destruyeron la principal ciudad y entonces capital de la isla; la población de Teguise. Durante los siglos XVI y XVII la isla también sufrió numerosos ataques de tropas militares inglesas y francesas; y en el siglo XVIII impresionantes erupciones volcánicas no sólo cambiaron el mapa y la fisionomía de la isla, sino que provocaron su práctica despoblación. Población que subsistió con una elemental y sencilla agricultura, y que sólo en el siglo XX se multiplicó hasta los actuales 141.437 habitantes, gracias al espectacular desarrollo de la industria turística que todavía hoy supone más del 80% de los ingresos de la isla. Pero gracias a este duro pasado, y a recientes planes de conservación y contención ante el boom urbanístico turístico; el resultado es que en la actualidad Lanzarote es; no sólo reserva de la Biosfera; sino un destino ideal para conocer un paisaje volcánico prácticamente virgen. Hoy, sus principales atractivos son los impresionantes y variados paisajes –a pesar de la poca vegetación–, las playas, sus habituales olas perfectas para el surf, el Parque Nacional de Timanfaya, y las curiosas obras arquitectónicas de César Manrique.


Llegar a nuestro destino sólo nos debe costar dos horas y media de viaje. Ese es el tiempo medio que utilizan los aviones desde el aeropuerto de Madrid Barajas al aeropuerto de Lanzarote. Y el precio puede ser bastante económico, ya que además de las compañías principales, también tienen gran presencia las low cost. Por supuesto, además del avión, existen conexiones con barco, con origen peninsular en Cádiz, y destino insular en la población de Arrecife, pero evidentemente, por tiempo, y porque tampoco son especialmente económicas, aquí no las aconsejamos. Tened en cuenta, además, que si bien en las islas canarias todo el año es ideal para visitarlas, fuera de las fechas de principal ocupación como verano, navidad, semana santa, o grandes puentes de festividad en toda España, el precio puede caer con facilidad a la mitad durante el resto del año. Y no sólo en el vuelo, sino también para el alojamiento.

En cuanto al alojamiento, las opciones de Lanzarote son múltiples, y todas las principales poblaciones costeras disponen de hoteles y hostales; y también muchas de las interiores. Sin embargo, por una cuestión práctica y cómoda, aquí vamos a aconsejar el núcleo turístico de Puerto del Carmen o el núcleo turístico de Costa Teguise. En ambos casos son grandísimas urbanizaciones costeras, asomadas directamente sobre fantásticas y largas playas de arena, y constituidas básicamente por instalaciones turísticas: hoteles, apartahoteles, apartamentos, restaurantes, tiendas de alimentación, negocios de ocio y turismo, tiendas de ropa y recuerdos, discotecas… de manera que todas las necesidades quedarán cubiertas. Además son lugares perfectamente conectados con el aeropuerto y con la capital de la isla –la población de Arrecife– a través de servicios regulares de autobús de la compañía Arrecifebus, que es la misma compañía que nos permitirá conocer el interior de la isla con sus más de treinta líneas y destinos. Por cierto es importantísimo saber, si vas a preguntar a un nativo, que en todas las islas canarias a los autobuses se les llama “guaguas”.


Una vez en Lanzarote, disfrutar de su sol y sus playas es casi una obligación. Pero para los más inquietos la isla ofrece innumerables opciones. La más inolvidable de todas es la del Parque Nacional de Timanfaya, fruto de las erupciones volcánicas que se sucedieron entre 1730 y 1736. Situado al noroeste de la isla, sus límites son casi un tercio del territorio total, y se compone por inmensos campos de lava solidificada que enterró pueblos enteros, pudiéndose apreciar numerosos picos volcánicos y cráteres. El acceso al parque es restringido, además hay que pagar, y tampoco se puede hacer senderismo u otras actividades por lo difícil y peligroso del terreno… pero sin lugar a dudas merece la pena una visita turística. En pleno corazón del parque, lugar al que tan sólo es posible llegar por una única carretera ya sea en taxi, autobús, o con alguna de las muchas excursiones que se organizan por las múltiples empresas turísticas de la isla –las encontraréis sin problema en Puerto del Carmen y Costa Teguise–, se encuentra ubicado el centro de recepción de visitantes. El ticket de entrada al parque da derecho a una visita en autobús con salida y llegada en este mismo lugar, y que durante varios kilómetros os adentrará por una rústica carretera construida sobre la lava solidificada. El paisaje es espectacular y variado: desde coladas de lava a desiertos de arena, desde campos de cenizas y escorias a cráteres volcánicos. Además, en el propio centro de recepción se puede disfrutar de uno de los elementos más espectaculares de todos: está construido sobre una caldera volcánica activa, y ello es evidente en el calor que emana el suelo que llega incluso a incendiar pequeños arbustos y elementos vegetales que el personal del parque arroja de manera controlada para demostrarlo. Del mismo modo, por algunas de las grietas del suelo se han instalado pequeñas tuberías, por las que se arroja agua que en sólo unos segundos es expulsada al exterior, vaporizada, como en un geiser natural. En este mismo lugar está emplazado un restaurante, cuyo asador utiliza esta energía para cocinar, sin necesidad de combustible alguno, e incluso se ha dispuesto una parrilla para uso público. Existe una segunda opción de visita por el interior del parque, que es sobre los lomos de un camello, en visitas organizadas, y que recorre partes más exteriores. El lugar de partida es el “echadero de los camellos”, cercano al centro de visitantes, donde además hay una exposición sobre la utilización de los camellos por los humanos.


Otra visita muy aconsejada en Lanzarote es conocer alguna de las muchas construcciones o intervenciones de César Manrique, un artista nacido en la isla, y fallecido en 1992. Pintor, escultor, arquitecto, restaurador… César Manrique nacía en 1919 en la localidad de Arrecife, y consagraba su vida a sus dos pasiones: el arte, y la isla de Lanzarote. En su vida artística profesional alcanzó gran éxito, llegando a exponer por toda Europa, Japón, o Estados Unidos, con un estilo creativo que lo acercó y comparó con otros genios de su época, como Miró o Picasso, artistas con los que mantuvo gran amistad y cercanía creativa. Sin embargo, su gran pasión fue la propia isla de Lanzarote, razón por la cual abandonó gran parte de su proyección artística y se dedicó a trabajar en ella. De hecho, gracias a su trabajo, su insistencia, y su influencia, la isla supo poner fin a la urbanización incontrolada que el turismo estaba provocando, y fruto de ello es la armonía existente todavía hoy entre el paisaje y la arquitectura respetuosa en todo el territorio interior. Máxima expresión de estas ideas son sus muchas intervenciones en el paisaje de Lanzarote, que son fantásticos destinos turísticos, y que bien merecen una visita a alguno de ellos.

Destaca la Fundación César Manrique, cuyo edificio es la vieja casa del artista. El lugar, situado en Taro de Tahiche donde podremos llegar en autobús urbano, no sólo contiene obras del artista, sino también de Picasso, Dalí, Miró, Tapies, Chillida…, pero por encima de todo destaca por esa especial relación entre el arte y la naturaleza, o lo que es lo mismo, entre el hombre y la tierra, que el artista supo plasmar. La casa de la fundación está perfectamente integrada en el paisaje volcánico en que se construyó. Mitad construida, mitad excavada en la lava, se compone de unos espacios principales de amplísimos ventanales, y por un conjunto de cinco burbujas volcánicas, subterráneas, en las que se han instalado distintas estancias comunicadas por pasillos excavados, e incluso un jardín con piscina. El resultado es difícil de describir, con el contraste entre la lava y roca negra, y la construcción blanca, y la asimetría y la belleza del conjunto. Se trata quizás de la intervención más espectacular del artista.

Pero toda la isla de Lanzarote está sembrada de otras intervenciones de César Manrique. Entre las más conocidas y espectaculares destacamos, además de la propia fundación, Los Jameos del Agua, en la población costera de Orzola, en el extremo norte de la isla. En unas cuevas naturales formadas por los movimientos de la lava, el artista intervino creando distintos espacios para el ocio. Así, en el interior del subsuelo existe un restaurante, y también un gigantesco auditorio perfectamente preparado para actuaciones o conciertos, y famoso por su genial acústica. Destaca además un pequeño lago interior, que es afectado por las mareas naturales, y un gran estanque artificial rodeado por flores y plantas tropicales en el exterior.

Otra obra renombrada es el Mirador del Río, también en el extremo norte de la isla, en la costa que se asoma a la vecina isla de La Graciosa. En este caso se trataba de un viejo polvorín militar que se había construido durante la guerra con Cuba (1898) con carácter preventivo. En 1973 César Manrique lo reconvertía en un espectacular espacio con vistas al acantilado y la isla cercana. Como la mayoría de sus obras combinan el blanco de sus actuaciones con la roca negra original del lugar.

Todavía existen más obras muy populares del artista. Así, en la población de Guatiza, en el noreste, se encuentra el Jardín de Cactus, construido en los últimos años de vida de César Manrique. En este caso se intervino en una enorme cantera de extracción de ceniza volcánica que se usaba como fertilizante, y que había generado un gran agujero en el suelo de la isla. Manrique diseñó el espacio para albergar en él un espectacular y variado jardín botánico con cientos de especies de distintos cactus, tan habituales en el paisaje de Lanzarote. Y todavía son obras de César Manrique las instalaciones y el Restaurante del Parque Nacional de Timanfaya, y muchas otras pequeñas intervenciones repartidas por toda la superficie de la isla.


Otro interesante aspecto de la isla es conocer sus distintos y variados paisajes, que cambian continuamente. Así por ejemplo, en la zona norte destaca el ya citado Mirador del Río, donde tanto las vistas hacia el mar y el gran acantilado, como las vistas del interior son espectaculares. Ubicado en una elevación, el acceso se puede realizar con alguna de las visitas turísticas organizadas, pero también con autobús público que nos dejará en la cercanísima población de Yé, desde la que tan sólo tendremos que caminar durante unos 15 o 20 minutos, disfrutando del paisaje. No es necesario entrar en el mirador propiamente dicho para disfrutar del espectáculo, que se reparte con varios cráteres volcánicos, campos de cultivo de tierra negra –cenizas volcánicas–, y acantilados con todo tipo de tonos marrones, negros y rojos en sus rocas. Además es un excepcional lugar para contemplar la puesta de sol.

En la zona centro de la isla, mucho más árida todavía, destacan especialmente dos lugares. Uno de ellos es la población de Teguise –no confundir con Costa Teguise–, que enclavada en el centro montañoso fue la vieja capital de la isla. Destaca por su tranquilidad, por sus grandes campos de cultivo tan poco habituales en el resto de la isla, por su viejo castillo enrocado en un peñasco, y por su arquitectura tradicional que se ha conservado perfectamente al no haberse convertido en un centro turístico. Llegar a Teguise es fácil con transporte público, pues es una de las grandes poblaciones de la isla. Y precisamente por esta población se ha de pasar para visitar la playa más famosa de Lanzarote, y que aquí también recomendamos: la Caleta de Famara. –existe un autobús directo desde Costa Teguise–. Se trata de una hermosísima playa de 3 kilómetros de extensión, a los pies de unos impresionantes acantilados con más de 600 metros de caída, formados durante la última de las erupciones volcánicas de la isla, en 1824. Los fuertes vientos habituales en esta costa oeste han propiciado la creación de dunas de arena, y es también un lugar ideal para la práctica de todo tipo de deportes derivados del surf. En su conjunto ha sido declarado Parque Natural, y por esa razón, la vieja urbanización turística ya no ha crecido más. Famara es hoy una de las metas de los surfistas españoles, y de numerosos pintores y artistas que buscan aquí un retiro tranquilo, naturaleza y descanso.


Todavía en el centro de la isla, pero en la costa este, está la actual capital de Lanzarote, la población de Arrecife, justo entre los dos grandes polos de turismo: Costa Teguise a su norte, y Puerto del Carmen a su sur. La población, por su capitalidad, ha perdido el interés paisajístico o parte del carácter isleño del resto de poblaciones, mucho más interesantes como la propia Teguise, o Yaiza –en el sur–. Pero sin embargo conserva un viejo puerto pesquero, conocido popularmente como el Charco de San Ginés, construido en una bocana interior que se abre al mar tan sólo por una pequeña abertura, y que generalmente está repleto de pequeñísimas embarcaciones pesqueras. Es un lugar ideal para visitar, y tomar un aperitivo o una bebida en alguno de los varios locales, bares y restaurantes que están situados a su alrededor. Además, a escasos metros está la calle León y Castillo, que es el principal eje comercial del centro histórico, y se asoma al mar, justo en la prolongación donde se encuentra uno de los dos castillos que protegían la ciudad.

Más al sur de la isla, en las inmediaciones de la población de Uga, y justo rozando con los límites del Parque Natural de Timanfaya, se esconden otros dos tesoros naturales de Lanzarote. El primero de ellos es el valle de La Geria, principal foco de producción vinícola de la isla. Los viñedos están situados en una tierra de cenizas negras, que ha sido adecuada para estas plantaciones a través de la creación de hoyos para las vides, y la construcción de pequeños muros semicirculares que tienen dos funciones: por un lado retirar las grandes piedras y cenizas que impedían el cultivo, y por otro frenar los vientos para que no afecten y quemen a la planta, pero para que además les aporten y faciliten la obtención de agua –humedad– a través de condensación natural durante las noches. El paisaje resultante, de más de 10.000 agujeros con otras tantas plantas parece realmente extraterrestre. Por cierto, el vino que aquí se cultiva es de la variedad malvasía –dulce–, y es especialmente famoso. En el extremo septentrional del valle está situada la bodega El Grifo, en cuyas instalaciones se encuentra el Museo del vino de Lanzarote, en unas bodegas que datan ya de 1775, y muestran al visitante el proceso actual de fabricación, pero también las viejas maquinarias, métodos y lugares de almacenamiento de la bebida.

El otro lugar de interesante paisaje está situado en la costa suroeste, en las inmediaciones de la población de El Golfo. Hasta este lugar llegaron las coladas de lava y cenizas de las erupciones de Timanfaya, y han creado unos acantilados espectaculares de roca negra que contrasta con la profundidad de la costa en este punto. Ese contraste, y ese choque entre lava y agua con las habituales olas, genera una gran cantidad de espuma en el agua marina, razón por la cual se ha bautizado popularmente al lugar como los “hervideros”. Además de este lugar, justo al lado de la pequeñísima y pintoresca aldea de pescadores de El Golfo, se encuentra el Lago Verde, una pequeña laguna creada por un volcán subterráneo, y cuyo color de agua responde a las algas marinas que abundan en el agua. Está situado en plena playa, y a la vez oculto contra un acantilado, con lo que se genera un paisaje especialmente rico en colores y contrastes, y de un resultado hermosísimo.

Estos son sólo algunos de los muchos destinos que la isla de Lanzarote reserva para los turistas más inquietos. La isla es hoy uno de los destinos preferidos para el turismo de los países escandinavos, Alemania, las Islas Británicas, Rusia o Dinamarca; y de hecho el aeropuerto de Lanzarote fue en 2010 el quinto en número de pasajeros de todo el país, tan sólo por detrás de los de Madrid, Barcelona, Mallorca, y Málaga, dato que explica clarísimamente el interés de la isla. Sin embargo, es una realidad notable el hecho de que la inmensa mayoría de los visitantes a penas se adentran a conocer el territorio, y se limitan a disfrutar del sol y la playa. Desde aquí os animamos a hacer las dos cosas, y a disfrutar también de la gastronomía canaria. Es evidente que una isla tan pequeña, y con tan pocos recursos agrícolas, la base alimenticia está volcada al mar. Por la gran industria turística se puede encontrar absolutamente de todo en Lanzarote, pero entre los platos tradicionales destacan algunas preparaciones de pescado, como los churros –pescado rebozado–, la Morena frita, o el Sancocho. Casi todos los platos se acompañan con papas arrugás, que es una variedad local de pequeñas patatas cocidas y servidas con mojos o salsas, picantes y dulces. Entre las carnes, la más popular es la de cabra, y destacan los quesos hechos con la leche de este animal, que son de un sabor fuerte e intenso. Lugar especial en la gastronomía canaria tienen los postres y las frutas tropicales. Aprovechad pues, para comer higos chumbos, papayas, y por supuesto dátiles y plátanos de Canarias, más pequeños y dulces que la banana americana. Entre los postres dulces, destacan el Gofio de Almendras, las Raspaduras hechas a base de almendras, leche y azúcar; el Frangollo, y el Bienmesabe. Lugar especial entre las bebidas tienen los vinos de malvasía de Lanzarote, y el Ron, especialmente el “ron miel”, que se hace añadiendo melaza o miel de abejas a la bebida destilada.


Cualquier época del año es excepcional para visitar Lanzarote –y cualquiera de las otras islas del archipiélago canario–. Tan sólo conviene saber que, en líneas generales, desde aproximadamente Abril o Mayo, y hasta Septiembre, la ocupación turística es muy elevada. Ocupación que también se nota durante Navidad, Semana Santa y durante las fiestas de Carnaval, que son las más populares de todas las Islas Canarias. Durante el invierno, y otoño la visita está igualmente aconsejada, pues la temperatura media estará entorno a los 16-18º de temperatura, que en verano se elevará a los 24-26º. Apenas llueve, y el sol está garantizado. La temperatura del agua puede invitar al baño casi en cualquier época del año, aunque en invierno los vientos del Atlántico pueden ser un serio inconveniente, especialmente en las costas del Oeste. La única cuestión climática imprevisible es la calima, que es la llegada de arena en suspensión desde los desiertos africanos, y que además de reducir notablemente la visibilidad, puede ser incluso molesta y perjudicial para los ojos; aunque este es un fenómeno que se repite con muy poca frecuencia.



Vídeo de promoción turística de Lanzarote.



I.Y.P.