De origen antiguo, la ciudad tomó cierta importancia con el asentamiento de la población primero romana y después visigoda, y tras caer en la órbita musulmana fue recuperada en el año 1088 por las tropas cristianas de Alfonso VI de León, quien la había de convertir en plaza importante. De aquellos siglos pasados heredó los nombres de “Ávila de los Caballeros”, “Ávila del Rey”, y “Ávila de los leales”, títulos que todavía hoy se recogen en las banderas y escudos de la ciudad. Pero también algunos de sus monumentos más importantes, como las muchas iglesias románicas y góticas, y por supuesto su increíble muralla que aún hoy envuelve completamente el centro histórico de la ciudad, y es el mejor –y más completo– ejemplo de todo el país. El siglo XVI convertiría la ciudad en la capital del misticismo religioso, y ya en cierta decadencia, durante los siglos XVII y XVIII, Ávila se llenaría de palacios y casonas señoriales. Todo este magnífico patrimonio arquitectónico y cultural fue reconocido por la UNESCO en 1985 para darle, el que es de momento, su último título honorífico; el de Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
En la actualidad Ávila es una ciudad de tamaño pequeño, situada a los pies de la Cordillera Central, pero ya a 1127 metros sobre el nivel del mar. Apenas alcanza los 60.000 habitantes, y es la capital de la provincia homónima, en la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Por su pequeño tamaño, y por su cercanía a Madrid (115 kms.), es un destino ideal para un viaje de ida y vuelta en el mismo día.
El viaje a Ávila se puede realizar en tren o autobús. La compañía de autobuses que da servicio es avanzabus, y nos ofrece solamente cuatro servicios diarios que varían su hora de salida entre los días laborables y los festivos, pero que nos permitirá estar en destino en menos de dos horas de viaje. La estación de origen en Madrid es la Estación Sur, y la estación de destino en Ávila está situada a menos de diez minutos a pié del centro histórico. Tan sólo tendremos que caminar en dirección Oeste por la Avenida de Portugal, o la Avenida de Madrid, y por ambas descubriremos en pocos minutos el centro histórico.
Si por el contrario elegimos el tren como transporte, hemos de saber que existen varios tipos de trenes de Renfe que realizan el transporte: los de “cercanías”, que pueden tomarse en las estaciones de Atocha-Cercanías, Paseo de Recoletos, Nuevos Ministerios o Chamartín; o por el contrario los de “Media Distancia”, que tan sólo se pueden coger en la estación de Chamartín. Los primeros son más lentos que los segundos, pues realizan más paradas. La duración del viaje oscila entre una hora y media, y algo más de dos horas. Una vez en Ávila, desde la estación hasta el centro histórico hay una distancia aproximada de casi un kilómetro, por lo que realizándolo a pié no nos debería llevár más de 15 o 20 minutos. Basta seguir la calle principal que nos encontraremos al salir de la Estación (Paseo de la Estación), y mantener siempre la dirección Oeste, a pesar de que las calles se vayan cada vez estrechando más. Al final, llegaremos a topar con la muralla que ciñe el centro de Ávila. (folleto pdf información turística y plano).
Una vez en Ávila nos sorprenderá su muralla, que encierra a la ciudad vieja. La deberemos tomar siempre como referencia, y ella nos guiará por los lugares más destacados, pues estará casi siempre presente. Tal vez sea buena idea no hacer demasiados planes o itinerarios previos a la visita, pues el pequeño tamaño de la ciudad nos invita a pasear por sus calles sin, en realidad, preocuparnos por dónde estamos exactamente. No obstante, sí será buena idea tomar algunos puntos de referencia que podemos considerar como visitas aconsejadas.
El primero, e innegable, es la propia muralla. Imposible no verla, imposible no sentir su fortaleza, e imposible no imaginar su función. Construida a lo largo del siglo XII, es el monumento que mejor identifica la ciudad y que determinó su crecimiento. Como todas las murallas medievales, fue construida no como una obra de arte, sino como un serio elemento defensivo. Sin embargo, con la llegada de la Edad Contemporánea existió en España, y en toda Europa, una fiebre por demoler aquellas fajas de piedra que ceñían nuestras ciudades. Y quiso el destino que el letargo económico de Ávila permitiese la excepción. La muralla, no sólo nunca fue demolida, sino que con el paso del tiempo fue restaurada y elevada a categoría de "obra de arte". En el caso de Ávila hablamos de dos kilómetros y medio de perímetro con 88 torreones de refuerzo, y nueve puertas; lo que junto con su altura y grosor, convertían a la ciudad en una importante plaza militar. Y además, como todas las murallas, también marcaba la vida de los habitantes, pues sus límites eran los límites legales y fiscales de la vieja Ávila. Merecerá la pena pasear por el exterior de la ciudad, viendo cómo los muros se adaptan al terreno y por tanto varían de altura y de grosor. Y por supuesto, será una magnífica idea realizar una visita por alguna de sus rondas, y para eso debemos acercarnos a alguno de sus accesos que están situados en la Puerta del Peso de la Harina (junto a la catedral), la Puerta del Alcázar, o la Puerta del Carmen. Desde lo alto de la muralla podremos disfrutar no sólo de las vistas al interior de la ciudad, sino también de los fantásticos paisajes circundantes.
Si queremos la mejor foto de Ávila y sus murallas, entonces el visitante tendrá que dar un pequeño paseo. Al suroeste del recinto amurallado –es decir, en el lado opuesto a la catedral– se presenta la pequeña depresión del río Adaja, que es atravesado por un vetusto puente destinado ya sólo a uso peatonal, y otro de nueva construcción para el tráfico rodado. Si tomamos uno de estos pasos sobre el Adaja, e inmediatamente después continuamos a la derecha (N-501, dirección Salamanca), entonces llegaremos a un lugar destacado, simbolizado con un monumento conocido como “Los Cuatro Postes” desde donde se puede ver la práctica totalidad de la ciudad vieja encintada en sus murallas, gracias al declive del terreno. El paseo, entre ida y vuelta, nos puede llevar cerca de una hora, pero tal vez merece la pena (ruta en google maps).
De vuelta a la ciudad, será hora de adentrarnos por las viejas calles si es que no lo hemos hecho ya antes. La mayoría de los monumentos, iglesias y palacios destacados están situados en la zona noreste de la ciudad, pero si estamos entrando por la Puerta del Puente, tras nuestra excursión a los Cuatro Postes, convendrá saber que este sector de la ciudad que ahora pisamos, ha sido el más modificado y reconstruido con el paso de los siglos por el hecho de haber sido la antigua judería de la ciudad. Ya hacia el centro del casco histórico, en las cercanías de la vieja sinagoga, y en la confluencia de las calles Vallespín y la Travesía de Santo Domingo, nos encontraremos con el Palacio de Polentinos. El edificio es hoy el Archivo del Ejército, y gracias a ello se pueden realizar visitas a un magnífico ejemplo de construcción renacentista española, de pleno siglo XVI, donde destaca especialmente su patio, porticado, de formas típicamente castellanas.
Al sur de este lugar, retomando la Travesía de Santo Domingo, llegaremos hacia una de las puertas de acceso a la ciudad: la de Santa Teresa. El nombre, evidentemente, no podía ser casualidad; y es que habremos llegado a la Plaza de la Santa, lugar de singular belleza por la conjunción en este lugar de la Iglesia y Convento de Santa Teresa, junto con el hermoso Palacio de Núñez Vela, y la propia puerta de la muralla. La Iglesia y Convento ocupan el lugar en el que una vez existió la propia casa natal de la Santa que, guiño del destino, fue comprada por la Orden Carmelita cuando llegó a la ciudad, precisamente con el fin de fundar allí un cenobio. El edificio conventual es hoy visitable, y un buen ejemplo de la arquitectura barroca española, tanto en su interior de típica planta de cruz latina y decoración habitual de la época; como en su exterior que se nos abre en una triple arcada y sencilla fachada. En el interior destacan los retablos y algunas de sus tallas (atribuidas a la escuela de Gregorio Fernández); y destaca también la cripta del edificio, completamente abovedada, y que alberga un museo sobre la vida y obra de Teresa de Jesús.
Dejando la Plaza de la Santa por la Calle Madre Soledad, llegaremos a la Plaza del Corral de las Campanas. En ella está situado el Palacio de los Guzmanes y de Oñate, que es la sede de la Diputación Provincial de Ávila. El edificio es uno de los mejores ejemplos de arquitectura civil del Renacimiento de la ciudad, y especialmente famoso por su torreón angular. En las antiguas caballerizas del palacio se ha instalado un centro de interpretación llamado “la Vettonia”, donde el visitante, si quiere, podrá adentrarse en la cultura y la historia de los pobladores de estas tierras, existentes antes de la llegada del Imperio Romano. A pocos metros de este lugar se encuentra otro de los accesos de la muralla: la Puerta del Rastro, y haciendo esquina con ella está el Palacio de los Dávila, edificio que en realidad fue construido originalmente como un pequeño “castillo” para defensa de la propia puerta, razón por la cual, la parte más antigua es del siglo XIII. Se trata, probablemente, del mejor ejemplo de palacio medieval conservado en la ciudad, con una fachada austera y remates militares que nos recuerdan su origen. Por desgracia, el edificio no se puede visitar en su interior.
Dentro del recinto amurallado nos queda todavía por visitar la edificación más imponente de cuantas tiene la ciudad: la Catedral. Ésta está situada en el lienzo noreste, entre las puertas del Peso de la Harina y del Alcázar. La catedral abulense destaca por varias razones. Al exterior nos llama notablemente la atención su ábside, que de dimensiones exageradas fue embutido en las propias murallas, conformando así uno de los cubos defensivos. Su aspecto es robusto e imponente, y no dejó lugar alguno a la decoración o magnificación del edificio religioso, pues la finalidad aquí era la de defender la ciudad. Sin embargo, el interior del edificio es completamente diverso y sorprendente. La catedral de Ávila estuvo entre los proyectos de construcción más tempranos del gótico hispano. Sin embargo, por distintas razones, la obra de la catedral, iniciada a finales del siglo XII se alargó en el tiempo, y lo que habría sido una temprana construcción gótica, acabo siendo una obra finalizada ya en el siglo XV. Interesantísima su girola por ser de las primeras en España, y por construirse con bóvedas de verdadera transición, que a decir verdad no son ni románicas, ni góticas, sino una mezcla de ambas. Y en este mismo espacio está una de las obras más bellas de todo el conjunto: el sepulcro del Obispo Alonso de Madrigal, o más popularmente, “el tostado”. Se trata de una espectacular obra de Vasco de la Zarza, hacia 1511, y destaca en la escultura renacentista española por su belleza, su plástica, y sobre todo por lo temprano de la fecha.
Nos queda un último ingrediente en esta visita cultural a Ávila. Si la ciudad se abre con su muralla románica, puede cerrarse con alguna visita a sus iglesias románicas. La mejor de todas ellas, es la Basílica de San Vicente. Y su fama es merecida. Situada fuera de las murallas, pero a escasos metros de la Catedral, se construyó en el lugar donde la tradición quiere señalar el lugar de martirio de los santos Vicente, Sabina y Cristeta. Es el mejor ejemplo del románico en toda la ciudad, y también la más antigua, pues se iniciaba su construcción hacia 1130. Como basílica martirial que es, cuenta con una amplia cripta, situada bajo una sencilla construcción de tres naves con otros tantos ábsides. Pero sus mejores y más conocidos elementos están en los capiteles y otras esculturas y decoraciones que recorren todo el edificio, al interior, y al exterior. Hasta tal punto es la calidad de las obras, que aún no conociendo el nombre del artista se le ha bautizado popularmente como el “Maestro de San Vicente”, pues muchos otros fueron los que copiaron su estilo.
Le convendrá saber al viajero que Ávila es una ciudad fría. Por su situación en el centro peninsular, y su elevada altura, la ciudad presenta unos inviernos largos y gélidos, siendo muy frecuentes las heladas nocturnas y nada extraña la presencia de la nieve. Por esta razón la época más aconsejada para ser visitada es de Otoño a Primavera, cuando el clima es un poco más benévolo, pues en los días más fríos de invierno la temperatura puede estar cercana a los cero grados. No obstante, las visitas invernales son perfectamente viables, en tanto que una de las características curiosas de la ciudad, es que a pesar de su altura, el riesgo de lluvia no es especialmente elevado. Bastará una visita a la previsión del tiempo para llevar a cabo el viaje.
I.Y.P.
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