lunes, 3 de febrero de 2014

Cáceres, lugar de encuentro.


Conocer Cáceres es conocer el encuentro de culturas que vivió España durante siglos. Pasear por sus calles es pasear por su historia que se inicia en la más remota prehistoria a través de las pinturas paleolíticas de la Cueva del Maltravieso –integrada en el casco urbano de la ciudad–; continúa con restos romanos, como por ejemplo su Arco del Cristo; y continúa aún a través de los numerosos restos medievales musulmanes y cristianos. Ello es fruto de la ocupación islámica de la ciudad, y de la reconquista cristiana por parte del Reino de León. Viviría la ciudad una segunda juventud en los inicios de la Edad Moderna gracias especialmente a la fortuna de tantos exploradores del continente Americano con raíces extremeñas. Muchos de ellos, agradecidos a su tierra de origen, la recordarán en el Nuevo Continente pero también supieron reenviar sus glorias a la Península. Ello es evidente en los magníficos edificios y palacios, algunos incluso de claro gusto o inspiración colonial. Por esta razón, proponemos un viaje, un acercamiento a Cáceres, en el que proponemos una estancia de dos días en la ciudad para hacer liviano el viaje. Y para apreciar el conjunto de la ciudad con tranquilidad.


Centro histórico de Cáceres.
Cáceres es una ciudad que seduce en su conjunto. Es una ciudad que te hace olvidar el siglo en el que vives, y que te transporta a las ciudades de otras épocas a través de su centro histórico. Probablemente, y sin ánimo de menospreciar ninguna de sus edificaciones, no destaca por un monumento concreto, sino por la ingente cantidad de palacios, iglesias, calles y murallas que la conforman. De hecho, su centro histórico apenas si ha sufrido modificaciones contemporáneas, y prácticamente la totalidad de sus edificios tienen siglos de antigüedad. Por esta razón, por la calidad de muchos de ellos, y por su magnífico estado de conservación, la UNESCO incluía la “ciudad vieja de Cáceres” en la lista de Ciudades Patrimonio de la Humanidad en el año 1986.


Cáceres, con casi 100.000 habitantes, está situado al sureste de Madrid, a casi 300 kms. de distancia, y es la capital de la provincia homónima, que junto con la de Badajoz, componen la Comunidad Autónoma de Extremadura, y cuyos límites al este coinciden por completo con la frontera portuguesa. No sólo Cáceres, sino toda Extremadura, es una de las regiones españolas con más biodiversidad de flora y fauna, explicable en parte, gracias a su gran riqueza en agua, y a un cierto aislamiento, incluso olvido, que la región sufrió durante siglos. Este hecho histórico provocó una emigración masiva de su población al continente americano durante la Edad Moderna y una perfecta conservación de su pasado monumental y etnográfico en muchas de sus ciudades y comarcas. Hoy se plasma como un interesantísimo foco de cultura o tradiciones, siendo un inmejorable ejemplo sus ciudades históricas y las muchas explotaciones agrícolas modélicas: dehesas repletas de ganado porcino, bovino, vacuno, y en menor medida, equino. El mejor reflejo son sus numerosos productos artesanos y sus destacadísimas marcas de calidad, en especial los productos derivados de la cría del Cerdo Ibérico, su Pimentón de la Vera, o sus tantas frutas y verduras de calidad, como la cereza del Jerte o sus higos.

Podemos llegar a Cáceres desde Madrid en tren. La frecuencia que ofrece Renfe es de tan sólo cuatro servicios diurnos y uno nocturno, con la característica de que todos los servicios que presta son de la red ordinaria, y por lo tanto, al no existir comunicación con trenes de Alta Velocidad, los precios son bastante económicos. Tampoco será un problema la duración del viaje, pues el tiempo oscila entre las tres horas y media y las cuatro, en cualquiera de los casos. La estación de salida en Madrid será la de Atocha. La otra opción de transporte es el autobús. La compañía que cubre esta línea es Avanzabus y ofrece hasta siete conexiones diarias, de las cuales cinco son normales, y dos exprés; con lo que el tiempo de viaje oscila entre las casi cuatro horas, y las cinco. En todos los casos, la estación de salida es la Estación Sur – Méndez Álvaro

Aljibe árabe en la Casa de las Veletas.
Una vez en Cáceres, el mejor lugar para iniciar una visita a pié es su Plaza Mayor. Sin embargo, tanto si hemos viajado en autobús como en tren, ambas estaciones están situadas en el extremo sur de la ciudad, razón por la cual puede ser buena idea tomar el transporte público de la ciudad, para acercarnos al centro histórico. Desde la estación de Renfe podemos tomar la L1, cuya parada está situada en la glorieta que se encuentra al exterior de la estación. Tomándola en dirección norte, nos podremos bajar en la Plaza del Obispo Galarza (fin de trayecto), que es la parada más conveniente para acercarse a la Plaza Mayor. Si por el contrario, hemos llegado en autobús, justo frente a la estación tendremos las opciones de las L4 o la L8, de las que en ambos  casos tendremos que bajarnos o en el Paseo de Cánovas,  o en la Avenida de España, todavía un poco distantes del centro. Por esta razón, quizás el mejor consejo puede ser caminar unos pocos centenares de metros, desde la Estación de Autobuses hasta la parada de la L1, que es la mejor opción para nuestro destino.

Una vez en la Plaza Mayor de Cáceres, nuestra mejor opción será acudir a la Oficina de Información Turística, situada en el número 3 de la plaza, y donde podremos conseguir un plano de la ciudad, que también se ofrece en versión descargable. La visita que proponemos, puede comenzar aquí mismo, en la Plaza Mayor, y ha de llevarnos irremediablemente al interior de las murallas, al interior de la ciudad histórica. Tanto por el tamaño “manejable” del centro histórico, como por la gran cantidad de monumentos que la ciudad presenta, la visita ha de ser tomada con calma, y realizarse libremente, tal vez planeando un poco el itinerario personalmente. Por esta razón, aquí proponemos solamente una opción de visita, en la que citaremos o incluiremos algunos de los monumentos más consagrados de la ciudad. Por ello sugerimos comenzar en esta Plaza Mayor, desde la que se puede apreciar la grandeza de la muralla almohade del siglo XII que rodea el centro histórico de la ciudad, y lugar desde el que también podremos contemplar la popular Torre del Bujaco, que si bien es parte de la propia muralla, en realidad aprovecha una construcción romana anterior. Posteriormente tal vez sea buena idea adentrarnos a la ciudad histórica a través del Arco de la Estrella. Es el principal acceso a la ciudad medieval, y también el más grande. Su trazado en esviaje responde a las obras realizadas en el siglo XVIII para facilitar el acceso a los carruajes de caballos a la calle que está inmediatamente situada a la izquierda, y que antes de estas obras era físicamente imposible tomar. Por ello, don Bernardino de Carvajal Moctezuma, conseguía el empeño del ayuntamiento y se remodelaba una puerta, que hasta entonces había tenido su forma original, del siglo XV, cuando ya había sido ampliada la primera, la original de la muralla.


Torre medieval.
Simplemente siguiendo por la estrecha calle que se abrirá ante nosotros, que no por casualidad se llama “arco de la estrella”, llegaremos a la Plaza de Santa María. Una vez en ella, podremos desplazarnos a visitar el Palacio de Carvajal, uno de los múltiples ejemplos de construcción nobiliaria cacereña; en este caso de finales del XV y principios del XVI. Este edificio está gestionado por la Diputación Provincial de Cáceres, y por esta razón podremos realizar una visita parcial por su interesante interior, que además nos brinda en su interior un interesante Centro de Interpretación. Destaca por su belleza, el patio interior del edificio. De regreso a la Plaza de Santa María, podemos seguir contemplando la exquisitez de las construcciones palaciegas que la componen, como son la Casa de los Ovando, la Casa de Mayoralgo, o el propio Palacio Episcopal. En todos los casos nos enfrentamos a construcciones que se van a repetir innumerablemente por todo el centro histórico cacereño: casas nobiliarias, muchas de ellas fortificadas y con torre –la mayoría “desmochadas” por un decreto de Isabel la Católica–, construidas con la piedra del lugar, y en las que destacan las bellas fachadas góticas o renacentistas bien labradas, y los patios interiores. El gran número nos habla del ilustrísimo pasado que Cáceres vivió  en la transición de la Edad Media a la Edad Moderna. El otro gran edificio de la Plaza de Santa María es la  Iglesia Concatedral de Santa María. Se trata del edificio más antiguo del entorno, pues aunque sus fachadas son góticas, tanto al interior como al exterior se evidencia que sus partes más antiguas responden a la época del románico.

Nuestro itinerario sugerido continúa hacia la Plaza de los Golfines, hacia el sur, bordeando la Catedral por delante de su fachada, e intuyendo que pronto deberemos de ascender a la parte más elevada de la ciudad. En esta plaza se levanta uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, y que además da nombre a la plaza. El Palacio de los Golfines de Abajo es quizás el mejor ejemplo de la gran tipología constructiva de la ciudad: la casa fortaleza. El edificio combina armoniosamente la construcción de función militar con la construcción palaciega. Ello se aprecia en su hermosa fachada tardogótica y su crestería decorativa, pero también en sus muchos elementos militares, como los matacanes, la solidez de sus muros, o la carencia de ventanas… y brilla con luz propia su torre, una de las pocas conservadas en la ciudad. Ello porque la familia propietaria del edificio fue indultada por expreso deseo de Isabel la Católica, durante una de las numerosas revueltas que vivió la ciudad. Por la misma razón, el edificio presenta escudo heráldico, que no fue permitido en el resto de construcciones, y hace del conjunto uno de los más hermosos y emblemáticos de la ciudad. 


Festival Womad en 2009.
A continuación deberemos dirigirnos hacia la Plaza de San Jorge, donde nos encontraremos con las primeras escaleras. En este lugar podremos contemplar la Casa de los Becerra, el Convento de los Jesuitas y la Iglesia de San Francisco Javier, cuya situación a los pies de una gran escalinata, y una plaza de remozado diseño barroco –como la propia iglesia–, nos recuerda los modelos que en su misma época de construcción se estaban ensayando en América, y en los que sin duda se inspira: una elaborada fachada, encuadrada entre dos robustas torres campanario blancas. Tomemos a continuación la elevada escalera que queda en el lateral de esta iglesia, y ascenderemos a la parte más alta de la ciudad, que es también la más antigua. Llegaremos entonces a la Plaza de San Mateo, a la que da nombre la Iglesia de San Mateo que la preside en uno de sus ángulos, enfrentado al Convento de San Pablo en otra de las esquinas. Cierra el espacio la Casa de los Cáceres-Ovando, popularmente conocido como la “casa de las cigüeñas”, y que conserva otra de las escasas torres del centro histórico, que por su situación es la más elevada de la ciudad. A escasos metros de esta plaza, hacia el oeste, se abre la Plaza de las Veletas. En ella se levanta el Palacio de las Veletas, que si bien no destaca especialmente por su arquitectura, en su interior nos presenta el más preciado tesoro de la ciudad: un hermosísimo aljibe subterráneo. La construcción, del siglo XV, ya no presenta elementos defensivos, pero paradójicamente está construido en el mismo lugar en que estuvo el más importante edificio militar de la ciudad: el alcázar de época almohade. En el interior del edificio se ha estructurado el Museo de Cáceres, que contiene colecciones arqueológicas, etnográficas y algunas interesantes piezas artísticas; aunque el principal interés radica en la visita del aljibe, de los más grandes y espectaculares de España. Se construyó en la época musulmana de la ciudad, bajo el viejo alcázar, aprovechando una pequeña oquedad natural de la roca. Para su construcción, de casi 15 x 10 metros, se dispusieron cinco naves separadas por columnas graníticas y hermosos arcos de herradura, y cuya única función era la del aprovechamiento y almacenaje del agua para el posterior consumo. El espacio se ha conservado en excelentes condiciones, y es ésta quizás la visita más aconsejada de toda la ciudad de Cáceres. 

Para finalizar la visita del centro histórico, sugerimos descender desde la Plaza de las Veletas hacia el viejo barrio judío, hoy llamado barrio de San Antonio de la Quebrada, y al que podemos acceder por alguna de las callejuelas con escalinatas que bordean al propio museo. Todas las calles de este sector son muy estrechas y empinadas, y muchas de las pequeñas construcciones que lo conforman están apoyadas, sino integradas, en la propia muralla de la ciudad. Paseando por esta zona podremos ver el citado Arco del Cristo, de fundación romana, y finalmente, a través de la Calle del Adarve, regresar a la parte baja de la ciudad, desde donde deberemos buscar nuevamente el arco de la Estrella, para finalizar definitivamente la visita al centro histórico.



Esta ruta sugerida es, por así decirlo, el Cáceres esencial. Pero tal vez también quiera el visitante conocer la Casa Museo Árabe Yusuf Al Burch, que está situada en la Cuesta del Marqués 4, o el Centro de Interpretación de la Cueva del Maltravieso, que está en la Avenida de Cervantes. Además son muchas las edificaciones, principalmente palacios, que no hemos citado aquí, y que repartidos por la ciudad vieja bien pueden merecer un vistazo, caso del Palacio de Toledo-Moctezuma, la Casa del Mono, el Palacio de Adanero, la Casa Mudéjar, y aún mucho otros. 


No podemos irnos de Cáceres sin probar su gastronomía. Sus platos tradicionales son sencillos y seculares, pues hunden las raíces en la importantísima herencia pastoril –especialmente a través de la trashumancia– y campesina. Destacan, por ejemplo, algunas de sus sopas, entre las que brilla especialmente la sopa de tomate e higos, o las sopas de ajo. Plato estrella son las migas, un plato que nació de la costumbre de los pastores de aprovechar el pan viejo en el desayuno, y que hoy se ha convertido en un primer plato. No podían faltar las carnes en una tierra tan ganadera como esta, y por eso el cordero y sobre todo el cerdo brilla en las mesas cacereñas. Si tenéis ocasión probad el frite, hecho a base de carne de cordero, primero frito, y luego cocido con patatas y pimentón. Y por supuesto los embutidos de cerdo, especialmente su preciadísimo jamón, del que habrá que tener en cuenta, que dependiendo de su calidad, el precio puede ser realmente elevado. Más económico puede ser el chorizo, o alguna de las variedades de morcilla. Y como postre, quizás el más aconsejado pueden ser los repápalos con leche.



El clima cacereño permite visitar la ciudad en cualquier época del año, ya que la temperatura media anual se sitúa en torno a los 17 grados Celsius. Dicho esto, las mejores épocas son Primavera y Otoño, para evitar los rigores propios del calor estival o del frío invernal, que de cualquier modo no impedirán una visita; como tampoco será un problema la lluvia, normalmente. No obstante, debe saber el visitante, que las épocas más masificadas por el turismo son la Semana Santa –declarada de interés turístico nacional–, y durante la celebración del WOMAD, un interesante festival de música étnica promovido por Peter Gabriel, y que habitualmente se celebra en la segunda semana de Mayo.




Video promocional de Cáceres.












I.Y.P.