El perfil de la ciudad de Cuenca es uno de los más singulares de España. Situada en una loma montañosa completamente aislada por los ríos Júcar y Huécar, forma un conjunto paisajístico espectacular en el que el ingente patrimonio arquitectónico se convierte tan sólo en una anécdota frente al impresionante y pintoresco valor geomorfológico del lugar.
El casco urbano histórico de Cuenca se extiende sin dejar un solo hueco vacío en el escaso espacio que los ríos le han dejado, y sus construcciones desafían y se asoman al precipicio como un verdadero, en palabras de Pío Baroja, “nido de águilas”. Por ello, todo el conjunto ha sido declarado por la Unesco en 1996 Conjunto Histórico y está especialmente protegido. Y los conquenses, muy conscientes de la importancia, mantienen y cuidan su ciudad con gran mimo.
Con una economía básicamente agrícola, ganadera y de manufactura textil, la ciudad estuvo en continuo crecimiento hasta el siglo XVII, momento en el que inicia un fuerte declive que se agravaría aún más a lo largo del siglo XVIII. Durante el siglo XIX Cuenca habría de sufrir diferentes periodos de infausto recuerdo, como fueron los ataques y saqueos por parte de las tropas napoleónicas primero, de las tropas carlistas después. Sólo tras la Guerra Civil española la ciudad se ha recuperado convirtiéndose hoy en un núcleo de servicios y administración por su capitalidad provincial, y permitiéndole alcanzar los poco más de 55.000 habitantes en la actualidad que miman y cuidan su población conscientes del potencial y la importancia del sector turístico.
Para llegar a Cuenca en autobús disponemos de hasta nueve autobuses diarios, frecuencia que baja a siete los fines de semana y días festivos. El tiempo de trayecto oscila entre las dos horas, y las dos horas y media, en función del carácter “express” del autobús, o de “línea regular”. La compañía que presta el servicio es Avanzabus, y la estación de partida en Madrid es la Estación Sur – Méndez Álvaro.
Si por el contrario elegimos el tren, también la frecuencia del transporte es muy elevada, con hasta 10 trenes diarios. Eso sí, conviene tener clarísima la diferencia existente entre los distintos tipos: existen los “regionales”, que realizan el trayecto más o menos en tres horas, y los llamados Alvia y Ave, que nos dejarán en Cuenca en menos de una hora por el carácter de trenes de alta velocidad. Evidentemente la diferenciación también repercute notablemente en el precio. En todos los casos el tren parte en Madrid de la Estación de Atocha –Puerta de Atocha los de Alta Velocidad, Atocha Cercanías los regionales–, pero en Cuenca las estaciones de destino son dos diferentes para los distintos tipos de trenes. Aquella destinada a los regionales está en el corazón de la ciudad moderna, mientras que la más nueva, para los trenes de Alta Velocidad –Estación Fernando Zóbel–, se encuentra un poco más alejada, a las afueras, aunque comunicada con el centro a través del servicio de autobuses urbanos (Línea 12).
Sea como fuere, una vez en Cuenca nuestro punto de partida será siempre el mismo, en tanto que las estaciones de autobuses y tren están una frente a la otra, y el autobús que nos traería desde la estación de Alta Velocidad nos va a dejar igualmente en la estación de autobuses. Iniciaremos aquí nuestra visita, donde podremos tomar el pequeño autobús urbano, de color amarillo, que realiza la Línea 1 y que nos llevará al punto más alto de la ciudad, atravesando para ello todo el centro histórico. Nuestra propuesta es la de dirigirse en él hasta la última parada que realiza, de modo que iniciemos la visita en un comodísimo descenso, en lugar de ascenso, pues el viajero aprenderá que las cuestas en la ciudad histórica están presentes por doquier. Además en este punto, tendremos otras dos perfectas razones: una de las vistas más impresionantes de la ciudad es justamente desde el lugar donde nos bajaríamos del autobús. La otra es una pequeña oficina de turismo en la que podremos conseguir información y un pequeño plano de la ciudad, que en realidad no es absolutamente imprescindible por el tamaño y disposición del centro histórico, aunque sí aconsejable.
Tras disfrutar de la panorámica hacia la hoz del río Huécar, comenzaremos a descender hacia la entrada histórica de la ciudad. Nos dará la bienvenida el Castillo, o más bien lo que queda de él; poco más de un lienzo y una torre; y a través del Arco de Bezudo entraremos en el recinto histórico de la ciudad atravesando un pequeño puente de piedra de origen igualmente castrense. Ahora podremos ver por primera vez el otro margen de Cuenca, el que se asoma a la hoz del río Júcar, pues estaremos en el punto más estrecho –y elevado– de todo el entramado urbano, razón por la que aquí se erigía el castillo,
No es pretencioso que así se llame este lugar principal de Cuenca. Es la Plaza Mayor porque así fue concebida, porque en ella se dan cabida los principales poderes de la ciudad, con Ayuntamiento y Catedral al frente, pero en realidad cualquier parecido con una típica plaza mayor castellana es pura casualidad. Es irregular en su trazado, está inclinado su pavimento, y a los edificios que la integran les falta elegancia, que solventan con un sobresaliente a través de sencillez y colorido. Por ello es una plaza de especial belleza, como lo es también la misma Catedral de Cuenca, edificio singular del gótico hispano. Construida como tantas otras, en el mismo lugar en el que se erguía la mezquita del anterior asentamiento musulmán, sus obras marcaron en cierto modo la llegada del primer gótico a España, pues por las fechas (finales del siglo XII) lo más normal es que la construcción hubiese sido en estilo románico. Sin embargo se trata de un edificio que en líneas generales se debe incluir en el llamado “primer gótico”, es decir, perteneciente a esa corriente del siglo XII previa al gótico clásico del siglo XIII y que tiene sus mejores exponentes en catedrales francesas como Laon, Soissons y París, y que desde luego apenas tiene comparación en todo el territorio español. Puede por ello merecer la pena una visita a su interior –previo pago de entrada–, en el que disfrutar especialmente de su singular triforio y la zona absidial. Pero que no se deje engañar el visitante, porque su espectacular fachada tan sólo fue construida en el siglo XX (1910) en un fantástico “neogótico” para darle un aspecto elegante y acorde al magnífico interior, y que en realidad le hace justicia.
Desde la Plaza Mayor sugerimos ahora un desvío para ver otro de los puntos emblemáticos, quizás el más conocido, de la ciudad de Cuenca. Justo desde la portada de la Catedral hemos de dirigirnos en dirección Este, por la Calle del Obispo Valero. La calle nos dejará en una segunda plaza, mucho más discreta y estrecha, desde la que girando a la izquierda, y siempre
Será una fantástica idea alejarnos aún más. A escasos metros y siempre en descenso, nos encontraremos con el puente metálico de San Pablo –no apto para aquellos que sufran vértigo–, que salvando el profundo tajo del río Huécar nos llevará lo suficientemente lejos como para poder contemplar en todo su esplendor el desafío de las casas colgadas, pero también el hermoso conjunto que forma toda la ciudad conquense, en realidad colgada toda ella. Además, al otro lado del puente podremos también disfrutar de la hermosa vista o visita del hoy Parador Nacional de Turismo, que utiliza el edificio de lo que en otra época fue el convento de San Pablo, edificado en el siglo XVI. Como todos los paradores, es aconsejable su visita por la belleza, en este caso especialmente no sólo por su arquitectura, sino también por su ubicación en una roca aislada que brinda la guinda al paisaje circundante.
De regreso por el mismo camino hacia el centro histórico podemos plantearnos variar nuestra ruta. Justo en la desembocadura del puente de San Pablo, a escasos metros de las Casas Colgadas, podemos ir hacia el norte (derecha), haciendo por un sendero una ronda que nos devolverá a la parte más elevada de la ciudad, nuestro lugar de inicio. O podríamos ir hacia el sur (izquierda, pasando bajo el puente), y entonces descenderíamos bruscamente hasta el mismo río, por el que se puede caminar hasta un total de siete kilómetros rodeando por completo la ciudad en un bonito y tranquilo paseo entre arbolado, y en plena naturaleza. Y por último, por supuesto, podemos volver sobre nuestros pasos, pasar nuevamente junto a las casas colgadas, nuevamente bajo el pasadizo de madera, y reincorporarnos al interior del casco histórico, donde aún nos queda, aproximadamente, media ciudad por visitar.
Nos queda toda la parte sur de la ciudad por conocer. Se articula igualmente en torno a una calle principal –calle de Alfonso VIII–, y también a ambos lados de ésta se abren callejuelas, en este caso más dispersas porque el terreno se vuelve más ancho, aunque continúa encajonado entre los
No podemos irnos de Cuenca sin degustar antes su rica gastronomía. Estamos en la región de Castilla la Mancha, y evidentemente esto se refleja en el plato. Pocos son los pescados habituales en la cocina conquense por la carencia de costa, y aún así dos brillan con luz propia: la trucha, y el bacalao. La primera procedente de sus ríos y preparada generalmente frita. El segundo conservado en sal, y preparado brillantemente tanto en potajes con garbanzos y espinacas, como en el más tradicional ajoarriero. Más importancia tienen las carnes, y aquí destaca sobre todo el cordero, presente en infinitud de recetas y preparaciones: chuletillas a la parrilla, zarajos, y por supuesto asado al horno. Con luz propia brillan el morteruelo, una especie de puré o pasta a base de una gran cantidad de ingredientes, o por supuesto las ancestrales migas de pastor, extendidas por toda la geografía manchega. No debemos olvidarnos las gachas, y tampoco el más exquisito de sus dulces, que nos recuerda la tradición y origen islámico de la ciudad: el alajú, hecho a base de almendras, miel, naranja y limón, y pan rallado. Y para finalizar, podemos atrevernos con un suave licor anisado, típicamente conquense que es el resoli.
Sepa el visitante nocturno de Cuenca que en el Centro histórico abundan los bares y lugares de ambiente. Ha de descubrirlos repartidos por las callejas –sobre todo en el entorno de la Plaza Mayor–, y no en la calle central que parte en dos todo el centro histórico. No están pensados necesariamente para los turistas, sino que los propios conquenses los frecuentan con gusto. Eso sí, mucho más abajo, fuera del centro histórico, es evidente que allí también se encontrarán lugares de fiesta, en tanto que la mayoría de la población de la ciudad no tiene el privilegio de vivir en la parte antigua. El mismo discurso nos sirve para los alojamientos hosteleros: los más caros, famosos y mejores hoteles de Cuenca se encuentran en el centro histórico, pero en cambio en la ciudad moderna encontraremos muchos, y además, generalmente, mucho más económicos.
Cuenca está situada a los pies de una sierra montañosa que lleva el mismo nombre, y la altitud de la ciudad con respecto al mar es de casi 1000 metros de altitud. Sobra por tanto decir que su clima es riguroso, con inviernos bastante frescos y veranos bastante cálidos, siendo por tanto característica una gran oscilación térmica a lo largo del año. Son habituales las heladas durante el periodo invernal, con temperaturas no muy elevadas a lo largo de las jornadas, que aún así no serán un gran inconveniente, excepto en los meses centrales del invierno, momento en el que, por cierto, se concentran la mayoría de las lluvias. Por el contrario, y por contraste, los meses centrales del verano registran magníficos días soleados, con ausencia total de lluvias, pero eso sí, temperaturas que en condiciones normales superarán los 30º durante julio y agosto. Son por lo tanto las estaciones intermedias las más adecuadas para visitar la ciudad, y el consejo sería el de evitar el más crudo invierno y el más duro verano. Pero en realidad no hay restricción alguna si venimos preparados para el frío en invierno, y para el calor en verano: basta un vistazo a las previsiones meteorológicas para disfrutar de una magnífica visita al nido de águilas de Cuenca en cualquier época del año.
Video de promoción turística de Cuenca.
I.Y.P.
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