miércoles, 25 de enero de 2012

Bilbao, la ciudad reinventada.

Bilbao es progreso y modernidad. Bilbao es reconversión y futuro. Bilbao es una ciudad que se asoma al siglo XXI con ganas de destacar y darse a conocer. Bilbao es el botxo, (el agujero) como cariñosamente llaman sus habitantes al lugar en que se ubica la ciudad. Y ciertamente lo es, pues la ciudad está encajonada a ambas orillas de la ría del Nervión, en un espacio pequeñísimo que la expansión urbana contemporánea ha tenido que ir estirando por la cuenca fluvial, e incluso abandonándola para escalar por las dos cadenas montañosas que aprietan y encajonan la ciudad, creando esa sensación de “agujero”.

Tenemos en España, y en Europa, el pequeño gran inconveniente (¡o la inmensa fortuna!) de explicar siempre nuestros orígenes acudiendo a siglos e historias pasadas, a menudo a tiempos demasiado remotos. Y este hecho tampoco puede ser evitado al explicar el origen de Bilbao aunque la ciudad, en realidad, no está entre las más antiguas e históricas del país. Esto no quiere decir que su peso histórico sea prescindible, al contrario, pero es muy cierto que la ciudad hace ya tiempo que mira con intensas ganas al cambio y al futuro. Y el mejor ejemplo es la increíble reconversión que los paisajes urbanos bilbaínos han sufrido en los últimos tres decenios. De una ciudad, si se me permite, gris y eminentemente industrial se ha pasado a un magnífico perfil moderno, elegante y vanguardista, en poco más de veinte años que han hecho de Bilbao el gran referente para el siglo XXI en todo el País Vasco. Y lo han convertido en urbe destacada en el sector turístico nacional, sin por ello prescindir, olvidar o degradar, su señorial y coqueto centro histórico.


Fue en la margen derecha de la ría del Nervión donde la ciudad nació. Su fundador, Don Diego López de Haro le daba carta de poblamiento y fueros en el año 1300 y Fernando IV, rey de Castilla, la confirmaba a inicios del año siguiente. Hubo de pasar un decenio hasta que la villa de Bilbao comenzó a tener cierto interés y prestigio, y ello se consiguió a través de la refundación de la ciudad proveyéndola de ciertos privilegios y alimentándola con nuevas rutas comerciales. Fue así como en aquel mismo siglo XIV la ciudad ya iniciaba su primacía comercial en el territorio histórico de Bizkaia, y fue también así como se encendía el principal motor que la haría crecer a lo largo de toda la Edad Media: el comercio. Y más específicamente el comercio de la lana castellana a través de su puerto fluvial, dotado de una excelente seguridad y una fácil salida a mar abierto.

El tránsito de Bilbao por la Edad Moderna fue lánguido y tranquilo. Sufrió las mismas crisis que su reino matriz (Castilla), y algunos episodios bélicos derivados de las Guerras Carlistas. Sin embargo, el siglo XIX supuso el verdadero punto de inflexión. En la segunda mitad de aquel siglo y en la primera del siguiente, Bilbao experimentó una fuerte industrialización que la habría de convertir en el epicentro de la segunda región más industrializada de España, tan sólo superada por el área de Barcelona. Evidentemente esta situación no vino sola, y Bilbao sufrió una verdadera explosión demográfica que en la práctica no sólo significó su crecimiento urbano, sino además la verdadera anexión de antiguos municipios colindantes, hoy parte integrante de la ciudad. De aquel rápido crecimiento, tal vez poco planificado, y aquella masiva industrialización –sobre todo del sector metalúrgico– no quedan hoy demasiados testigos evidentes en plena ciudad. En parte porque mucha de esa industria ha tenido que ser reconvertida, y sobre todo porque ha sido deslocalizada. Pero lo que más llama la atención es el “lavado de cara” que se le ha dado a la ciudad de Bilbao, espectacular, y por eso hoy es un lugar perfecto, atractivo, aconsejable y agradable para ser visitado.


La villa de Bilbao (Bilbo en Euskera) cuenta con algo más de 355.000 habitantes, si bien es cierto que su área de influencia, o su espacio metropolitano –que reúne la nada despreciable cifra de 22 municipios–, ronda prácticamente el millón de habitantes. Con estos números el área metropolitana bilbaína es la quinta conurbación más habitada de España, y como dato clarificador de su importancia podemos aportar otra estadística: en este espacio urbano habitan casi la mitad de la totalidad de habitantes de la Comunidad Autónoma del País Vasco. No es por tanto de extrañar el interés y el esfuerzo de las entidades políticas locales y regionales en la adecuación y modernización de la ciudad que disfruta hoy de unos envidiables servicios públicos, magníficos transportes urbanos, y una riquísima y variada programación cultural cuyo principal y omnipresente referente es el Museo Guggenheim. Pero tanto trabajo ha tenido recompensa. En el año 2010 Bilbao recibía el premio Lee Kuan Yew World City Prize, premio otorgado por la Academia Nobel sueca en colaboración con el estado de Singapur, y que en palabras sencillas viene a significar el premio nobel del urbanismo. Así que, también en palabras sencillas y muy directas, nos están casi obligando a visitar Bilbao.


Bilbao está situado en el extremo norte de la Península Ibérica, a tan sólo unos 15 kilómetros de la costa del Mar Cantábrico, aunque conviene explicar que su propia área metropolitana se baña por estas frías aguas en los núcleos de Santurce y Getxo. La distancia a Francia también es relativamente corta, unos 125 kilómetros al este de la ciudad, pero la que le separa de Madrid asciende a 400 kilómetros, aproximadamente. Con todo, llegar a Bilbao desde Madrid en transporte público es posible en tren, autobús o avión. El transporte aéreo es quizás la opción menos aconsejable, porque si bien es indudable que es la más rápida, también es seguro que de manera habitual se trata de la más cara. Eso sí, conviene siempre consultarlo antes, porque gracias sobre todo a las compañías de bajo coste, a menudo existen buenas ofertas que nos evitarían el viaje terrestre que es mucho más largo y pesado. Entre los aeropuertos de Madrid Barajas y Bilbao disponemos de conexiones diarias con Iberia, e Easyjet (a partir de febrero de 2012), y en unos 50 minutos habremos realizado el trayecto. Una vez en el aeropuerto, que está situado unos 10 kilómetros al norte de la ciudad, dispondremos de un autobús urbano (Bizkaiabus Línea A3247) que realiza el trayecto con una frecuencia de 20 minutos; es decir, tres autobuses a la hora; que nos acercarán al centro de la ciudad por muy poco dinero. Si elegimos como transporte el autobús, ha de saber el viajero que Alsa es la compañía que presta servicio en esta línea ofreciendo más de diez autobuses diarios entre Madrid y Bilbao los días laborables. La estación de salida en Madrid será el Intercambiador de la Avenida de América y el tiempo de duración del viaje oscilará entre las cuatro horas y media y las cinco. Conviene poner atención a la hora de comprar el billete, ya que algunos autobuses realizan más paradas en ruta que otros, lo que hace oscilar la duración del viaje, y sobre todo porque algunos autobuses son de “Clase Supra”, lo que incrementa notablemente el precio del billete, aunque también la comodidad del viajero. Por último, si nuestro medio de transporte elegido va a ser el tren, entre Madrid y Bilbao tan sólo existen dos conexiones directas diarias con trenes Alvia –eso sí, en horarios bastante prácticos y aceptables–, que emplean unas cinco horas en recorrer el trayecto. La estación de salida en Madrid será la de Chamartín, y la de destino Bilbao-Abando. Pero como sucede con la mayoría de los trayectos, Renfe oferta un número limitado de billetes a precios muy rebajados o moderados si son adquiridos por Internet con cierta anticipación, por lo cual la planificación y la compra anticipada de billetes está altamente aconsejada si finalmente elegimos el tren como transporte.


A Bilbao se puede llegar de muchas maneras, incluso por casualidad. Pero el destino más habitual una vez en la ciudad es siempre el mismo: su Museo Guggenheim, obra del inimitable arquitecto de origen canadiense Frank Gehry. Es sin lugar a dudas su principal imagen, su referente turístico y cultural, y por supuesto su principal apuesta. Pero no es la única. En primer lugar porque la reestructuración que ha sufrido la ciudad en los últimos años ha sido diseñada con cariño y esmero, amén de una ingente cantidad de dinero. Y por eso el visitante disfrutará en esta ciudad si le gusta la arquitectura moderna y el diseño, porque el buen gusto y el buen vivir va impreso en el modo de vida bilbaíno. Comencemos recordando que incluso su aeropuerto es un original diseño del arquitecto español Santiago Calatrava, que también nos ha regalado una de las pasarelas peatonales sobre la ría del Nervión: la de Zubizuri. Pero ahí no se acaba la lista. Entre los nuevos y emblemáticos edificios que se están construyendo o se han construido recientemente; a la vera del río la mayoría de ellos; se encuentran otros arquitectos y diseñadores de la talla del japonés Arata Isozaki (Puerta Isozaki), el español Rafael Moneo (Nueva biblioteca de la Universidad de Deusto), el argentino César Pelli (Torre Iberdrola), el británico Norman Foster (Instalaciones del Metro de Bilbao) o el francés Philippe Starck (remodelación de la Alhóndiga municipal). Pero hagamos un itinerario, o al menos una propuesta para conocer estos lugares y otros muchos, altamente interesantes, de esta ciudad reinventada que es Bilbao.


El viajero podrá comenzar a visitar la ciudad de la manera más práctica posible, quizás en función del transporte en que haya llegado a la ciudad. Si lo ha hecho en autobús –ya sea desde Madrid o desde el aeropuerto–, se encontrará en las inmediaciones del Estadio de San Mamés, el campo futbolístico del Athletic de Bilbao, y por lo tanto y por situación, será lógico que empiece a conocer el ensanche bilbaíno. Pero sea dicho de paso, que para llegar desde la estación de autobuses al centro histórico, tan sólo tendría que coger el tranvía en la parada de San Mamés, y bajarse indistintamente en la de Arriaga o la de Ribera, en un trayecto que además es rápido y nos da una muy buena primera impresión de la ciudad. Si por el contrario ha llegado en tren, la remodelada y esbelta Estación de Abando está situado a orillas de la ría, y por eso quizás sea buena idea iniciar la visita por el centro histórico, donde tan sólo tendrá que cruzar algún puente para entrar, y comenzar a disfrutar.


El centro histórico de Bilbao, en su sentido más estricto, es relativamente pequeño. De hecho se nos cuenta que la ciudad tuvo en origen tan sólo tres calles, más o menos paralelas entre sí y perpendiculares todas a la ría, y en cuyo corazón se levantó la pequeña ermita de Santiago Apóstol. Nada queda de aquel pequeño templo, pero fue el germen de la actual Catedral de Bilbao, que por supuesto ocupa el mismo espacio, y mantiene al mismo santo como titular. Dedicada al Apóstol Santiago porque por aquí pasaban originalmente los peregrinos a Compostela, no olvidemos este detalle, ya que fue una de las razones importantes que ayudaron en el crecimiento de la ciudad. Así, durante el siglo XV, a las tres calles originales se llegaron a unir otras cuatro más que conforman todavía hoy el centro histórico de la ciudad, no casualmente, a menudo llamado las siete calles. Si miráis el mapa de Bilbao la forma y el recuerdo de la ciudad antigua es más que evidente en este centro histórico: siete calles paralelas entre sí, perpendiculares (norte – sur) hacia el río, e incluso reconocible el lugar por el que se levantaba la muralla, en la actual calle Calle de la Ronda. Visitemos pues este barrio.


Quizás podemos comenzar a conocer la ciudad histórica junto al Teatro Arriaga (parada Arriaga de la línea de tranvía), situado en las inmediaciones del río, y en realidad fuera del casco histórico. Por cierto, el teatro es uno de los edificios más emblemáticos, queridos y visitados de la ciudad vieja. Hasta este punto podemos llegar incluso en Metro (Parada Casco Viejo L1 y L2). Una vez allí descubriréis que el centro histórico bilbaíno ha sido dignificado para el peatón, que los coches únicamente pueden circunvalarlo, acceder sólo por algunas de sus calles, y únicamente si son vehículos de residentes. Nos lo explica el interés de los bilbaínos en que así sea, pero también la propia morfología de la ciudad, con muchas calles rectas, sí, pero estrechísimas en algunos puntos, y no exentas de escaleras en muchos otros puntos. La Plaza Nueva, cercana a nuestro punto de partida, ha de ser uno de los lugares obligatorios de visita. En cuanto a forma y aspecto es la herencia o la inspiración en las “plazas mayores” castellanas, y de hecho su construcción más antigua se remonta a la última ampliación de la ciudad, antes de la expansión contemporánea por el ensanche. Esta Plaza Nueva es el lugar de encuentro predilecto de los bilbaínos, y un genial lugar para comenzar a descubrir, por ejemplo, los pintxos y el txakoli.

A escasos metros de este lugar, al sureste, se encuentra la Plaza de Miguel de Unamuno, y en ella tendremos la oportunidad de visitar el Museo Vasco de Bilbao / Euskal Museoa. Si bien el museo se encuentra todavía inmerso en un claro proceso de modificación y adecuación, museológica y arquitectónica, es una excelente oportunidad para conocer un poco mejor, y de primera mano, las costumbres, tradiciones, etnografía e historia del pueblo vasco. Desde este lugar, y en dirección sur, pasaremos por delante de la Iglesia de los Santos Juanes, para atravesar el lugar en el que se abría una de las viejas puertas en la muralla bilbaína, y que nos da acceso directo a la entrada hacia las siete calles. Camine el visitante por ellas a su libre albedrío, disfrutando de su ambiente, sus tiendas y sus bares, pero no olvide dos lugares importantes: la Catedral de Santiago, construida entre los siglos XIV y XV, y ubicada en pleno centro, que bien puede merecer una visita. Y mucho más al sur llegando ya al río; por ejemplo por la calle de la Carnicería Vieja; el llamado “Mercado de la Ribera”, del que los bilbaínos dicen que es el mercado cubierto más grande de Europa. Y no será de extrañar, ya que la cultura gastronómica del País Vasco es altamente conocida, respetada y famosa.


Una vez visitado el centro histórico será hora de conocer la segunda zona importante de la ciudad de Bilbao: su ensanche. Situado al noroeste del centro histórico, el ensanche fue la zona de crecimiento urbano planificado, que se comenzó a realizar a partir de 1876. La razón es que la ciudad crecía rapidísimamente, y por ello hubo que buscar nuevos terrenos, nuevos espacios, que se encontraron al otro lado del río. El proyecto fue realizado por arquitectos e ingenieros, y fue llevado a cabo con buen resultado de acuerdo a las ideas de la época: calles anchas, rectilíneas, manzanas ordenadas… pero a todas luces no fue suficiente para el desarrollo urbano de Bilbao, que se vio claramente superado, y mientras esta zona se estaba construyendo bajo claras normas y reglas, muchos otros barrios crecían sin apenas normativa o planificación. Pero el resultado del ensanche bilbaíno es gratificante y agradable, merece una visita y alberga algunos interesantes tesoros. Es fácil comprender el plan inicial, gestado en torno a una gran plaza central (la Plaza Elíptica) de la que parten todas las calles ordenadas como un tablero de ajedrez, y además dos diagonales (Calle de El Cano, y Calle Ercilla). En sentido este – oeste discurre el más importante de todos los ejes, la Gran Vía, que es de doble anchura y elegancia, y sin lugar a dudas buscaba ser el eje urbano. A ella podemos acceder desde la calle Navarra (cruzando a pié el puente sobre el Nervión desde el Teatro Arriaga), o bien desde las paradas de tranvía y Metro de Abando. Además es el punto casi ideal para iniciar la visita, porque justo a la entrada de la Gran Vía, en la Plaza Circular, se alza la escultura de Don Diego López de Haro, fundador de la ciudad. Subiendo por la Gran Vía iremos encontrando la arquitectura que hace de Bilbao una ciudad señorial. Sus edificios son nobles, no tan franceses como los de San Sebastián, pero igualmente hermosos y señoriales como en la mayoría de las ciudades costeras cantábricas. Destacan el Palacio de Chávarri y el Hotel Carlton, que albergó la sede del Gobierno Vasco durante la Guerra Civil Española. Llegaremos finalmente a la Plaza Elíptica, y por el camino también habremos visto las singulares marquesinas o accesos a la línea de metro bilbaína, diseñadas por Norman Foster, que se repiten por la ciudad. Desde esta plaza tomaremos dirección sur por la Alameda Recalde, disfrutando en ella de la Casa Montero, uno de los pocos ejemplos modernistas de la ciudad. Al fondo, un poco más al sur, nos toparemos con la plaza o Alameda Urquijo, y en ella una de las nuevas apuestas de la ciudad: la Alhóndiga.

La Alhóndiga fue edificada en 1905 como almacén de vinos, con un tamaño gigantesco que le hacía ocupar toda una manzana del ensanche. Sus técnicas de construcción fueron muy modernas, y se constituyó como uno de los primeros edificios públicos construidos prácticamente por completo en hormigón armado en toda España. Tras distintas funciones y años de abandono, este antiguo almacén de vinos se ha reconvertido recientemente en un importantísimo centro cultural rediseñado y rehabilitado por el francés Philippe Starck, con un total de 43.000 metros cuadrados que incluyen cines, biblioteca, salas de exposiciones, un auditorio, una piscina y gimnasio, e innumerables tiendas y restaurantes. Merece una visita tanto por el interés comercial, como por la belleza de su estructura y distribución interior que se articula con tres cubos construidos en ladrillo, elevados sobre 43 columnas todas de diferentes diseños, y que se integra en su totalidad en el espacio interior de la vieja alhóndiga de la que se ha respetado la fachada histórica. Sin lugar a dudas es uno de los ejemplos de esta apertura y modernización de la ciudad a los nuevos tiempos.


Nos queda un tercer gran espacio por visitar en Bilbao: la modernísima ribera de la ría, núcleo de las grandes nuevas apuestas urbanísticas, y antiguo espacio industrial de la ciudad, conocido popularmente como el distrito de Abando. Desde la Alhóndiga tan sólo tendríamos que regresar en dirección norte por la Alameda Recalde que nos había llevado hasta ella. Cuando volvamos a estar en la Plaza Elíptica podemos tomar la Calle Ercilla, peatonal y comercial, que nos acabará dejando una vez más a orillas de la ría de Bilbao, justo frente al impresionante conjunto de las torres construidas por el arquitecto Arata Isozaki. Se trata de una construcción compuesta por dos torres gemelas de 82 metros de altitud, complementado con otros cinco edificios de mucha menor altura. Pero el sentido del edificio no es sólo su propia función habitativa, sino que el arquitecto japonés hubo de solucionar el difícil problema de conectar la ría con el ensanche bilbaíno, y sobre todo de edificar en el solar de unos antiguos almacenes industriales. La solución fue diseñar una inmensa escalinata de más de 50 metros que puede absorber y permitir el flujo peatonal con fluidez, y además conecta el nivel de la ría con el de la ciudad. Es sobre esta plaza, sobre este espacio, sobre el que se llevó a cabo la edificación. El acabado del conjunto de los edificios, con una clara diferenciación y modernización respecto al resto de la ciudad, fue otro de los hitos que se buscaba: nuevos materiales como el vidrio aplacado o el acero, pero también tradicionales, como la piedra o el ladrillo visto. Y además se integraba la ría en la ciudad con la escalinata, con la ubicación de una parada de tranvía (Uribitarte) bajo el conjunto, y aún con la prolongación de una pasarela que permite a los viandantes cruzar la ría y conectar directamente con la pasarela de zubizuri, diseñada previamente por Santiago Calatrava.

Cruzando por aquí la ría de Bilbao, no sólo disfrutaremos del espectáculo que ofrece el conjunto arquitectónico y las dos pasarelas, sino que además podremos comenzar a ver el espacio que se ha ganado para la ciudad, antigua zona industrial, y hoy zona verde, de paseo, y de expansión. Desde el lado norte del río podemos comenzar a descender en el sentido del agua hasta que nos encontremos con el siguiente puente: el de la Salve. Ascendamos por las escaleras que serpentean entre sus pilares, y una vez arriba podremos disfrutar de una de las mejores vistas del mayor emblema de la ciudad: el Museo Guggenheim. Se trata de uno de los cinco museos pertenecientes a la fundación Solomón R. Guggenheim, y fue inaugurado en 1997. Es un museo de arte contemporáneo, que alterna en sus tres pisos interiores las exposiciones temporales con la exposición permanente. Pero a todos les llama inmediatamente más su propio diseño que las colecciones que alberga en su interior. Obra del arquitecto canadiense Frank Gehry es una de sus obras maduras, donde la deconstrucción de las formas arquitectónicas tradicionales, y el diseño extremo en busca de una belleza no euclídea, han formado un perfil único que ya identifica sin ninguna duda a la ciudad de Bilbao. Además otro punto interesantísimo es el uso de materiales “nuevos” en la construcción como el titanio que repartido en láminas y colocado como en escamas cubre gran parte del edificio. No podía ser más oportuno, ya que en este mismo lugar se encontraban parte de los altos hornos y astilleros del viejo Bilbao. El museo Guggenheim fue la apuesta más atrevida de la ciudad para su modernización, por su diseño y por la inversión, pero el tiempo está demostrando que ha sido un espectacular acierto en tanto que se ha convertido recientemente en nuevo integrante de la lista de museos más visitados de todo el país. Una visita pausada merece la pena, tanto por la amplitud, sorpresa y magnificencia de sus espacios y salas interiores, como por la buena calidad de las exposiciones que suele albergar, siempre que nos guste el arte contemporáneo.

A escasos metros del museo se levanta otro de los nuevos hitos de acero y cristal en el perfil bilbaíno: la torre Iberdrola, rascacielos de 165 metros de altura y que está recientemente finalizado. Su arquitecto ha sido César Pelli, argentino, y autor de la madrileña torre de cristal (Cuatro Torres, al norte de la Castellana), o el archiconocido edificio de las Torres Petronas en Kuala Lumpur. El edificio bilbaíno es la sede de una empresa eléctrica, y también sede de muchas otras pequeñas entidades, y con su diseño y ubicación sólo hace que afirmar este interés por la apertura, recuperación de espacio y cambio de look de la ciudad.



Podríamos y tal vez deberíamos seguir visitando algunos de los nuevos y viejos lugares emblemáticos de la ciudad, como el Palacio de Euskalduna, o la Universidad de Deusto. Pero como siempre, esta entrada en el blog tan sólo pretende buscar la curiosidad y dar las primeras herramientas para conocer una ciudad, en este caso Bilbao. Esta visita está pensada para un par de días, algo que se podría estirar a tres en función de las horas de viaje, o en función del interés del viajero por conocer ese “gran Bilbao” que se asoma al mar, y que merece mucho la pena.

El metro nos acercará siguiendo las líneas en dirección norte a la playa. La línea 1 de metro lo hará por el margen derecho de la ría, y la Línea 2 por el margen izquierdo. Una visita a Getxo puede ser interesante si queremos disfrutar de playa (L1 de Metro, parada de Neguri, o parada de Bidezabal). Y también puede ser muy enriquecedor conocer y atravesar el Puente Colgante de Portugalete, construido en 1893, y reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (L2 de Metro, parada de Peñota – L1 de Metro, parada de Areeta). Lo más interesante y original de esta construcción, además de su temprana fecha, es que fue realizado íntegramente en hierro, y que los 163 metros de longitud que tiene están exentos de pilares centrales, sujetándose todo por inmensos pilares a cada lado de la ría, colgando su pértiga central de cables. Por su cuerpo central circula colgado un transbordador que continuamente está uniendo las dos orillas. Esta original construcción sirvió como modelo para numerosas obras posteriores en Europa, América y África. Pero no hace falta irse tan lejos para seguir descubriendo Bilbao. En pleno centro de la ciudad se puede acceder a la Basílica de Begoña, elevada sobre todo el conjunto urbano, y lugar que alberga a la santidad más querida, patrona de todo Bizkaia. O callejear por los barrios menos turísticos como Santutxu o San Francisco, o disfrutar de alguno de los magníficos parques, como el Parque Europa, o el Parque Doña Casilda, frente al que además se encuentra el Museo de Bellas Artes de Bilbao / Bilboko Arte Ederren Museoa, que podríamos aprovechar para visitar, y que lejos de ser un museo discreto, alberga obras de Murillo, Zurbarán, Ribera, El Greco, Sorolla, Zuloaga, Chillida, Tapies o Barcelò, por citar a los artistas nacionales más famosos representados.

Lo que no debemos hacer es irnos de Bilbao sin disfrutar un poco de su comida. La gastronomía vasca se ha hecho un lugar destacadísimo en la cocina española desde hace ya muchos años. La nueva cocina vasca está entre las más apreciadas de Europa y del mundo, y no en vano son los cocineros vascos los que reúnen la mayoría de las estrellas Michelin concedidas en España. Pero no hace falta dirigirse a la nueva cocina, porque la tradicional vasca es exquisita, y además tampoco hace falta dejarse un dineral en alguno de los muchos restaurantes bilbaínos. La mejor expresión, y más variada entre modernidad y tradición, y la más barata, son los pintxos, incomparables por su variedad y preparadísima presentación, pero un tipo de “tapas”, al modo de otros lugares de España. Casi en cualquier sitio, pero sobre todo por el centro histórico encontraréis bares y locales donde podréis disfrutar con gran variedad de estas pequeñas exquisiteces, elaboradas con todo tipo de alimentos, aunque quizás tengan más presencia o fama aquellos que llevan pescado (sobre todo bacalao) y hortalizas y verduras (pimientos, berenjenas, setas, tomates…). Disfrutadlo con moderación, y si queréis acompañarlo de alguna bebida tradicional, pedid txakolí, un vino blanco tradicional del País Vasco.


Por su situación geográfica, norte, pero cercana al mar, y por la orografía en que está asentado Bilbao, no presenta grandes inconvenientes para una visita en cualquier época del año. Tan sólo conviene saber que tiene tendencia a las lluvias especialmente en invierno y primavera, pero las temperaturas son relativamente moderadas durante todo el año, con medias que se sitúan en torno a los 12º en invierno, y los 25º en verano, aunque las mínimas invernales se pueden situar en torno a los 5º y con una sensación térmica desfavorable debido a la alta humedad relativa, que suele estar por encima del 70%. Por ello, un vistazo a la previsión es más que suficiente para planear una visita en cualquier periodo del año.




Vídeo de promoción turística de Bilbao




I.Y.P.

miércoles, 11 de enero de 2012

Barcelona: la Ciudad Condal

Barcelona, y por extensión Cataluña, es una visita absolutamente imprescindible para conocer la verdadera pluralidad, la verdadera realidad, la verdadera riqueza de España.Diferente” podría ser una buena definición. Seguramente demasiado sencilla, pues es imposible definir o explicar a una ciudad como Barcelona, o a la riquísima cultura catalana con una sola palabra. Quizás la región española mejor autoidentificada –si se me permite la expresión–, con marcadísimos caracteres como son su propia lengua, sus fiestas, sus usos y costumbres, tradiciones, gastronomía, o incluso leyes… efectivamente puede parecer que hayas salido de España.

Barcelona es ciudad bimilenaria, fundada posiblemente por los cartagineses; habitada más tarde por el Imperio Romano; posteriormente la ciudad más importante de todos los Condados de Cataluña, y más tarde aún la ciudad elegida por los Reyes del Reino de Aragón para gobernar sus territorios que por el Mediterráneo se extendían hasta la actual Italia.

La ciudad de Barcelona es la capital de la provincia del mismo nombre y también de la Comunidad Autónoma de Cataluña. Situada en las orillas del Mar Mediterráneo es la segunda ciudad en importancia de toda España, estando a tan sólo unos 120 kms. de la frontera con Francia. Eso sí, la distancia a Madrid es de algo más de 620 kms, que no serán un problema para su visita. La población actual de la ciudad es de algo más de 1.600.000 habitantes, aunque con su extensa área metropolitana supera sin problemas los 4 millones. Su historia y eventos más recientes, como la revolución cultural de finales del siglo XIX llamada “la renaixença”, la Exposición Universal de 1888, la Exposición Internacional de 1929, o más cercano a nosotros, los Juegos Olímpicos de verano de 1992; han contribuido en gran medida a generar el actual y moderno ambiente y aspecto de Barcelona; ciudad abierta, europea y cosmopolita.


Sin lugar a dudas una visita a Barcelona es indispensable si se pretende obtener una impresión global de España. La ciudad es un polo industrial y cultural importantísimo, pero además uno de los mejores ejemplos para comprender la diversidad y complejidad de la nación española. Aquí la apreciaréis con gran facilidad. Lo más evidente, su idioma propio, el catalán (cooficial junto con el castellano); o por ejemplo la presencia de policía autonómica –mossos d’esquadra– que sustituyen en muchas de las funciones a la Policía Nacional. Con todo, lo más interesante es la verdadera identidad cultural de sus gentes, diferenciada del resto de España a través de sus costumbres, tradiciones y expresiones humanas y culturales de todo tipo. Por ello, creo indispensable que la visita sea de un mínimo de tres días, aunque Barcelona bien merece una visita aún más larga.

Para llegar a Barcelona existe una alta frecuencia de autobuses que salen desde el Intercambiador de la Avenida de América. Sin embargo, debido a la larga distancia (unas 8 horas de viaje) será mucho más aconsejable realizar el viaje en avión o en tren de Alta Velocidad. El avión emplea poco más de 45 minutos, mientras que el tren lo realiza en casi tres horas. Pero quiero advertir que el tiempo final de viaje en avión o tren es muy similar, porque mientras que el tren se coge y te deja en el centro de las ciudades, y además no tiene tantos controles de seguridad que retrasen el embarque; el avión implica desplazarse al aeropuerto y embarcar en torno a una hora antes de la hora de despegue, para después volver a utilizar un transporte que nos devuelva del aeropuerto a la nueva ciudad. Resumiendo, elegid vuestro transporte preferido o por tarifa económica más conveniente, porque el tiempo empleado en total será muy parecido. Si optáis por el tren, vuestra estación de salida en Madrid será Atocha, y la de llegada Barcelona Sants. La estación está integrada en el centro de la ciudad catalana, y perfectamente comunicada por metro. Si por el contrario elegís el avión, vuestra llegada se producirá al Aeropuerto del Prat, situado fuera de Barcelona, pero comunicado con la ciudad a través de autobuses tipo shuttle; y también a través de la red de tren de cercanías, que os acercarán igualmente al centro de la ciudad, a cualquiera de sus varias estaciones de cercanías en poco más de 20 minutos.


Debe de quedar clarísimo que Barcelona es inabarcable en un fin de semana. Son muchas y muy variadas las opciones que la ciudad nos ofrece. Existen dos grandes zonas diferenciadas: la ciudad antigua (centro histórico); y el ensanche, que es el crecimiento perfectamente planificado de la ciudad en los siglos XIX y XX. Pero citados estos dos grandes espacios, bien puede merecer una visita, por ejemplo, Montjuic, que es la montaña urbana en la que se encuentran gran parte de los edificios construidos para las Olimpiadas de 1992 (además de algunas de las mejores vistas de la ciudad). Pero también puede ser otra magnífica visita alguno de los numerosos parques que se extienden por la periferia de la ciudad, en dirección a la sierra de Collserola. Ejemplos: el Parque del Putget, el Tibidabo (que además es parque de atracciones), o por encima de todos y más cercano al centro de la ciudad, el Parque Güell, diseñado por el genial Antonio Gaudí. Y dicho esto, no debemos olvidar que Barcelona está asomada al mar Mediterráneo, así que dependiendo de la época del año también será una visita muy aconsejable toda la costa circundante a la ciudad, y especialmente las playas de Badalona, por el hecho de estar comunicadas con Metro.

El centro histórico de Barcelona nos recuerda el espacio y las formas de la antiquísima fundación romana. Así, en el centro del centro histórico está la Plaza de San Jaume, y en ella se levantan hoy los dos edificios políticos más significativos de Barcelona: el Ayuntamiento y el Palau de la Generalitat. Es decir, gobiernos de la ciudad y la Comunidad Autónoma. No será casualidad que sea el viejo espacio del Foro Romano. Éste es el corazón del centro histórico. En pocos metros, y con la ayuda de un callejero o mapa para no extraviarnos, encontraréis desde los restos de un templo romano (calle Paradis 10), a la magnífica Catedral de Barcelona. Junto a ella podréis ver todavía la vieja muralla que rodeaba la ciudad, la llegada del viejo acueducto, y quizás sea una visita interesante el Museo de Historia de la Ciudad de Barcelona; pues durante su visita no sólo veréis el subsuelo de la ciudad (restos romanos), sino que además visitaréis los viejos palacios de los Reyes de Aragón: dependencias y espacios de la época gótica. Estos son algunos de los espacios destacables en el centro histórico más viejo de la ciudad. Pero conviene decir que el tamaño de Barcelona anima a tomárselo con calma y seleccionar con paciencia de entre las muchas opciones. Así por ejemplo, en las cercanías se encuentra la Plaza Real, lugar remodelado en época moderna, pero que nos ofrece una tranquila y bohemia plaza, llena de terrazas y palmeras, en la que además disfrutaremos de las farolas para iluminarla que nos dejó Antonio Gaudí.

A derecha e izquierda del centro histórico (dejad el mar a vuestra espalda para orientaros mejor) se extienden los barrios fruto de la primera expansión urbanística de la ciudad. Si nos vamos a la izquierda (suroeste), atravesaremos necesariamente “Las Ramblas”, que es la gran calle que comienza en la Plaza del Portal de la Paz (popularmente llamada plaza de colón), y finaliza en la Plaza de Cataluña. El nombre Rambla es una palabra de origen posiblemente árabe que nos indica algo así como “río”, o más correctamente “torrentera”. Es decir, un lugar por el que sólo pasa el agua cuando se producen fuertes lluvias. Y efectivamente, eso fueron las ramblas hace mucho tiempo, cuando aún aquí no había ciudad, sino que eran las afueras. Pero hoy se han convertido en uno de los ejes con más vida de la ciudad. Pasead por ellas, pues encontraréis a todo tipo de artistas callejeros, músicos, mimos, puestos callejeros, y podréis además comprar flores o incluso un animal de compañía. A lo largo de estas Ramblas podéis además disfrutar de muchos lugares interesantes, como el Teatre del Liceu, o numerosos edificios modernistas; pero creo que la visita más interesante será la del Mercado de la Boquería (Sant Josep es su verdadero nombre); uno de los muchos mercados tradicionales de la ciudad, en el que podréis no sólo disfrutar del “paisaje” humano, sino también de frutas y exquisitos zumos tropicales por no mucho dinero, y muchas otras curiosidades y productos que os resultarán curiosos.

Si atravesamos Las Ramblas definitivamente, estaremos entrando en el Barrio del Raval, uno de los más conflictivos de Barcelona, razón por la cual su visita nocturna no está aconsejada. Si decidís hacer una incursión diurna, no lo hagáis solos, y no frecuentéis calles de dudosa reputación. Pero sabed que en su corazón se encuentra el Museo de Arte Contemporáneo de Cataluña, y en su calle Carrer Nou de la Rambla, se encuentra uno de los primeros edificios de Antonio Gaudí: el Palau Güell, que se encuentra en proceso de restauración, y por esa razón su visita está limitada a sólo algunas estancias.

Quizás más interesante será visitar el barrio que se extiende al otro lado del centro histórico. Caminando hacia el noreste desde por ejemplo la Catedral o la Plaza de San Jaume atravesaremos la Via Laietana, una gran avenida abierta en época moderna, y nos adentraremos en el barrio que los barceloneses popularmente llaman Barrio del Born, en el que todavía existen una gran cantidad de palacios y casas que se remontan a la época histórica del gótico (Ss. XIV-XV). Necesitaremos un mapa o plano de la ciudad, pues las calles no son regulares y será fácil desorientarse. Entre estas retorcidas calles encontraremos algunos de los tesoros más grandes de la ciudad, como puede ser la magnífica Iglesia de Santa María del Mar (su interior es espectacular por la sencillez y esbeltez del gótico mediterráneo), el Museo de Pablo Picasso, o el interesante Museo de Arte Precolombino. Pero destacan también sus plazas, sus tiendas, y sus bares típicos, en los que podremos degustar alguna comida o bebida, y por supuesto visitar otro de sus mercados: el Mercado del Born, o más al norte el Mercado de Santa Caterina que os sorprenderá por su reciente modernización con un ondulante tejado cerámico. Todavía más al norte, en las inmediaciones de la vía Laietana y el cruce con la via Carrer de les Jonqueres; antes de salir por completo de la zona histórica de la ciudad, os encontraréis con una de las visitas más interesantes de la ciudad: el Palau de la Música. Éste es el templo musical de Barcelona por excelencia, y una de las grandísimas obras del modernismo catalán, llena de formas, fantasía y colores, tanto en el exterior, como en el interior. Merece la pena una visita.

La otra gran zona para explorar es el Ensanche de Barcelona (o eixample en catalán). La explosión económica y demográfica que tuvo la ciudad a lo largo del siglo XIX provocó la rápida expansión urbanística, que afortunadamente se reguló y organizó con un plan único en España. La regularidad de los espacios, las calles, las manzanas; lo estricto de las medidas y alturas de los edificios, buscaban una ordenación e igualdad social. Y reflejo de ello es una ordenadísima ciudad moderna, de amplias calles, fácil tránsito a vehículos, amplias zonas verdes, y calles y edificios que disfrutan siempre de luz solar. Estos son algunas de las ventajas del ensanche de Barcelona, que se extiende en dirección a la sierra de collserola (noroeste desde el mar). En él se articulan grandes barrios, y por ellos se extienden algunos de los iconos más conocidos de Barcelona; especialmente los edificios de Antonio Gaudí. Mi opinión es que aquí cada visita ha de ser personal e interesada, y en función de ello cambiará mucho el destino o las visitas. Sólo quiero citar por tanto, algunas de las visitas o lugares más comunes, dejando claro que hay un sinfín de opciones más.

Por ejemplo, inexcusable será una visita por el Paseo de Gracia, la calle principal que surge en una esquina de la Plaza de Cataluña y asciende en línea recta hacia la parte más alta de la ciudad. En su recorrido encontraremos algunos de los edificios más significativos de la ciudad: la Casa Batlló, la Casa Amatller, la Casa Lleó Morera (forman la llamada Manzana de la discordia), más arriba la Casa Milá popularmente llamada La Pedrera; y aún por las inmediaciones podremos encontrar la Casa Vicens, la Casa de les Punxes, o el Museo Fundación Antonio Tapies.

Más al noreste, a unos 20 minutos a pié (comunicado por Metro), podemos y debemos visitar la Basílica de la Sagrada Familia. Quizás la obra más conocida de Gaudí, todavía en plena construcción, se levanta en toda una manzana, destacando del resto de construcciones circundantes por su verticalidad, originalidad y colorido. También merece la pena una visita (quizás será buena idea hacer una reserva de visita o comprar el tiquet via internet días antes), en la que disfrutar de la arquitectura del edificio, la subida a sus torres, el museo que acoge, y tal vez incluso visitar la tumba del propio arquitecto, que está enterrado bajo ella.


A partir de este punto, Barcelona sigue ofreciendo innumerables opciones. Desde una visita al Camp Nou y su museo (F.C. Barcelona, metro Collblanc), a visitas más externas como el Parque Güell desde el que disfrutar de la imaginación de Gaudí y su fusión con la naturaleza, además de las vistas de la ciudad (se accede en autobús o metro –parada Lesseps– y aún 15 minutos a pié); o el magnífico Monasterio medieval de Pedralbes (metro Reina Elisenda). Y por supuesto todo el conjunto de Montjuic, donde disfrutar de todos los restos de la Olimpiada del 92, pero también del Museo Nacional de Arte de Cataluña, o la Fundación Miró, o el Castillo de Montjuic, o el Parque del Pueblo Español, o el Jardín Botánico, o el Acuario que se encuentra junto al Puerto marítimo de la ciudad… etc.

Por la noche Barcelona se transforma, y también merece la pena ser visitada. Por distintos barrios encontraréis distintos ambientes. Entre los más populares se encuentran distintas zonas del barrio gótico y el centro histórico; las cercanías al puerto (World Trade Center y Maremagnum), y distintas zonas del ensanche, principalmente en los ejes del Paseo de Gracia y la Avenida Diagonal. Aunque quizás lo más espectacular son los grandes lugares de ocio que se extienden en las inmediaciones de las playas (Barceloneta y Badalona), y que funcionan especialmente en las épocas más cálidas del año.

Como sugiero en todas las visitas a ciudades españolas, la gastronomía es una parte importante de la cultura. No dejéis de probar las tostadas de pan con tomate (pan tumaca / pa amb tomàquet), uno de los símbolos culinarios más catalanes y que encontraréis en cualquier bar o restaurante. Pero no olvidéis tampoco, que tras la sencillez de este alimento se encierra la tradición de una de las mejores cocinas mediterráneas, y una de las tradiciones gastronómicas más importantes españolas. Recordad que entre los grandes y más famosos cocineros se encuentran muchos de los catalanes, con Ferràn Adrià y Sergi Arola a la cabeza. Otros platos que merecen la pena ser degustados son las faves a la catalana, legumbres cocinadas con varias carnes, la archiconocida butifarra, los calçots que al ser una verdura de temporada no encontraréis durante todo el año; y por citar solo un postre, la Crema Catalana. Por cierto, la repostería catalana es probablemente la mejor de España. Una visita a una pastelería debe ser casi obligatorio. Y por último, si os apetece una bebida típica, probad el cava, que es un vino espumoso, similar al champán francés (y cuidado con el que elegís, pues existen de todos los precios imaginables).

Como decía al principio de esta entrada, Barcelona es una ciudad inabarcable en un solo fin de semana. Merece la pena una visita más larga y pausada, aunque quizás en dos o tres días podemos conocer lo imprescindible. Cualquier época del año es buena para visitarla, pues por su situación marítima goza de un clima suave todo el año, y no es un lugar especialmente lluvioso. La temperatura media a lo largo del año se sitúa en un arco que va de los 8º en invierno a los 22º en verano, insisto, como temperaturas medias. Pero no olvidéis al planificar vuestras visitas que la presencia del Mar Mediterráneo aporta una gran humedad ambiental, razón por la cual el frío del invierno se puede sentir de manera especialmente intensa. Otro detalle a tener en cuenta durante la visita a Barcelona, es que el turismo es elevado en cualquier época del año, razón por la cual habrá que organizar la visita. Será muy aconsejable viajar habiendo buscado ya alojamiento, y es igualmente aconsejable reservar visitas o incluso comprar tickets para determinadas visitas culturales (especialmente los edificios más famosos de Gaudí). Por último, atención especial a vuestros efectos personales, en tanto que Barcelona tiene un índice de delincuencia sensiblemente más elevado que Madrid y la media española, fruto de ese gran número de turistas que recibe a lo largo del año. No es una ciudad peligrosa, sino todo lo contrario amable y tranquila, pero conviene tomar precauciones para evitar robos innecesarios, generalmente sin violencia y que suelen darse en las zonas más turísticas, mercados, transporte público y aglomeraciones en general, y en los barrios más marginales.


Video promocional de Barcelona






I.Y.P.