martes, 14 de febrero de 2012

Fiestas de Carnaval: la locura compartida.

Las fiestas de carnaval son una de las expresiones populares festivas más extendidas a lo largo y ancho del mundo. Sus variantes son muchas, y sus formas de expresión y sentimiento popular también. Desde los archiconocidos festivales de Río de Janeiro, las mascaradas de Venecia, o los desfiles de Nueva Orleans, a las chirigotas de Cádiz. ¿Pero qué es el Carnaval, y sobre todo, por qué se celebra? En España se conservan algunos de los carnavales más tradicionales, curiosos, extravagantes y antiguos, pero también algunos de los más espectaculares y de mayor fama mundial: los de las islas canarias de Tenerife y Gran Canaria.
El carnaval es una fiesta derivada del calendario cristiano católico. Sin embargo, con el paso de los siglos esta fiesta se ha separado por completo de los actos litúrgicos o religiosos. Las fiestas de carnaval han derivado en la actualidad en celebraciones únicamente lúdicas, festivas y folklóricas, que muy a menudo rozan lo irreverente y sobre todo atentan contras las “normassociales establecidas. Y ni que decir tiene, contra las tradiciones y normas cristianas. Pero, paradojas de la historia, el carnaval no se habría conservado y probablemente no existiría, al menos tal y como lo concebimos hoy, de no ser por la Iglesia Católica.
El primer indicador es que la celebración de los carnavales tiene una fecha móvil en el calendario y esta fecha se sigue fijando todavía en la actualidad de acuerdo a la celebración de la cuaresma cristiana. El carnaval se inicia tres días antes de la cuaresma: es decir, el domingo anterior al llamado miércoles de ceniza. Y durará hasta el martes siguiente –llamado popularmente “martes de carnaval” –. Es decir, el día inmediatamente anterior al inicio oficial de la Cuaresma. Son por lo tanto, tres días de fiesta: el domingo, lunes y martes precedentes al miércoles de ceniza. Esto es lo tradicional en España y en un gran número de países de tradición católica, pero no siempre se cumple este calendario. Por ejemplo, las festividades de carnaval en las españolas Islas Canarias suelen comenzar hasta tres semanas antes y de hecho son sus fiestas más importantes de todo el año. En Austria y algunas regiones de Alemania se inicia nada menos que el 6 de Enero (festividad de la Epifanía, algo que tampoco es casual), aunque luego las celebraciones principales se hagan coincidir con los tres días más tradicionales o habituales. Y otro ejemplo es Italia y varios países hispanoamericanos, donde las fiestas de carnaval se inician en el llamado jueves graso, que es el jueves anterior al inicio más tradicional.
Quizás el gran factor definitivo para comprender esta unión entre carnaval y cristianismo es la propia palabra carnaval. Durante siglos, la tradición cristiana –católica y ortodoxa–celebró un día especial, llamado “carneval” o “carnestolendas” después del cual no se podía consumir ninguna carne, ni tampoco algunos productos derivados, como por ejemplo la leche o la mantequilla. La razón era (es) la preparación del cuerpo (y el espíritu) para la llegada (Resurrección) del Señor (Pascua). Sólo tras la fiesta de Pascua se levantaba esta prohibición, y se permitía volver a consumir estos productos. Así pues, esta celebración tenía por objetivo principal consumir el dicho día de carneval (inicialmente el martes anterior al miércoles de ceniza, con el paso del tiempo el domingo anterior al miércoles de ceniza) toda la carne y derivados que las familias tenían en sus casas.
Pero todavía podemos explicar el origen del carnaval y su conexión con la religión de por otra vía. La palabra carnaval, tomada en castellano, y de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, tiene una etimología tomada directamente del término italiano carnevale. Y el término italiano carnevale tiene su origen en la unión de dos vocablos latinos: carne y levare. O lo que es lo mismo en castellano, “carne” y “quitar”. Y eso es precisamente lo que se hacía en esta festividad cristiana: consumir o eliminar toda la carne que existiese en las casas. Si acudimos a la etimología de “carnestolendas”, palabra que parece haber sido usada durante siglos en España para esta festividad, el resultado es exactamente el mismo, pues la raíz de la palabra sigue siendo de dos términos latinos: carne y tollere, lo que viene a significar ayuno de la carne. Carnaval ha quedado en el idioma castellano moderno, pero carnestoltes es el vocablo que ha pervivido en la lengua catalana para referirse a esta festividad. Caso especial es el vocablo gallego “entroido”, que hace referencia directa a la “entrada” en la cuaresma y no al ayuno o supresión de la carne, pero igualmente es la palabra con la que se designa en la actualidad las fiestas de carnaval en Galicia.
Las actuales fiestas de carnaval ya no tienen nada que ver con esta celebración cristiana. Pero ese es indudablemente su origen. Durante un día se podía consumir aquello que iba a estar prohibido. Durante un día no había normas. Es el acervo popular el que ha modificado notablemente las fiestas, las ha separado del hecho religioso, y es el que ha provocado que esa libertad” se convirtiese en “libertinaje”. En el carnaval todo está permitido: los excesos, la fiesta, la alegría… incluso lo prohibido. Y éste es el sentimiento originario de las actuales fiestas de carnaval. ¿Alguien se extraña ahora de que la gente oculte su rostro tras una máscara? Los disfraces nos permiten hacer aquello que no está permitido, aquello prohibido, aquello que no está bien visto por la sociedad. Y nadie nos reconocerá. Éste es el espíritu del carnaval: la burla, lo irreverente, lo que no se puede o no se debe hacer, el intercambio de papeles o actitudes humanas, incluso el cambio de género y de posición social. Es la libertad total. También ha sido el acervo de las gentes el que ha modificado y extendido esa burla y esa libertad. Es así como el carnaval se acabó separando completamente de su tradición católica, y es así como se acabó identificando en el subconsciente colectivo al carnaval con el peor de los pecados, y el mayor de los placeres: Don Carnal.
Seamos justos. La idea no era del todo nueva. La historiografía moderna quiere, con mucha razón, ver el origen del carnaval en tiempos muy remotos. La religión lo moldeó, lo adaptó a sus necesidades, y finalmente propició su transformación. Es cierto, sin la celebración de la Cuaresma, lo más probable es que el carnaval no hubiese pervivido, y nunca hubiese existido tal y como lo comprendemos y celebramos ahora. Pero también es cierto que los antecedentes de este tipo de festividades se podrían ver en antiquísimas fiestas paganas. Cuánto ha pervivido, y cuánto es pura coincidencia, tal vez fruto de la simple condición humana, es dificilísimo de dilucidar.
A los historiadores no se les escapa que la idea esencial del carnaval existió en celebraciones griegas, romanas, e incluso aún anteriores. Eran fiestas entendidas –esquemáticamente– como la lucha entre el “orden” y el “caos”. Celebraciones cíclicas en las que se permitía e incluso se exaltaban voluntariamente todo tipo de excesos, para de este modo regresar nuevamente al orden preestablecido. Una especie de lucha entre el bien (orden) y el mal (caos), para mantener el equilibrio. Algunos historiadores se remontan nada menos que a la época Sumeria, viendo el precedente más antiguo en las luchas mitológicas entre Marduk y Tiamat. Quizás, y sólo quizás, un origen un tanto pretencioso. Pero sin lugar a dudas, donde la conexión sí es evidente es con las culturas grecolatinas. Durante las fiestas invernales romanas se celebraban unas fiestas llamadas Lupercales y otras llamadas Saturnales o saturnalias. Las lupercales eran celebradas el 16 de febrero y tenían un sentido purificador. Los sacerdotes inmolaban un macho cabrío que era ofrendado al dios Fauno. Mientras esto ocurría se vestían con pieles de animales, se pintaban las caras y el cuerpo con la sangre del animal, y fabricaban látigos con la piel del macho cabrío recién sacrificado, para con ellos golpear a todas las personas que encontrasen durante la ceremonia. Finalizada la celebración, se iniciaba un periodo de purificación que ha dado nombre al mes de febrero (febraure: purificar). Esta celebración pagana se mantuvo por distintos lugares del Imperio Romano hasta el siglo V de nuestra era, y por tanto hasta bien entrado y extendido el cristianismo, con el que con toda probabilidad convivió.
Éste podría ser el precedente más directo de nuestras actuales fiestas de carnaval. Distorsionado o no, el espíritu de libertad, y el espíritu de purificación estaban presentes en esta celebración pagana. La adaptación al cristianismo, y la cantidad de siglos transcurridos han podido hacer el resto. Y aún así, simplemente en España, podemos encontrar paralelismos. Es el caso del carnaval tradicional de la localidad de Herencia (Ciudad Real, Castilla la Mancha), donde uno de los momentos álgidos se produce cuando el conocido como Perlé, un personaje disfrazado con un pijama y un gorro a rayas, persigue a los niños del pueblo con un látigo en la mano. O el carnaval de Verín (Orense, Galicia), donde un personaje similar, pero llamado aquí Cigarrón, hace exactamente lo mismo, e igualmente con un látigo en la mano.
Las otras fiestas paganas romanas que nos interesan eran las Saturnales. Quizás sean un precedente menos claro, o más alejado, pero también de ellas parece haber quedado alguna reminiscencia. Las saturnalias se celebraban en diciembre y durante la festividad no se permitía ningún trabajo, oficio o arte, a excepción de cocinar. La razón era realizar una comida comunal para rememorar los tiempos en que todos los hombres eran exactamente iguales, sin ningún tipo de distinción social o de clase. Esto en cierto modo se ha mantenido tradicionalmente en las fiestas de carnaval, y especialmente en el espíritu de las “peñas” o hermandades, que continúan haciendo reuniones entorno a una mesa. Y además, y quizás sea el punto más evidente de unión con los carnavales modernos, durante las saturnalias se intercambiaban regalos y se elegía a un “Rey” que sólo tenía autoridad durante aquella festividad, y que normalmente era elegido –en palabras vulgares pero directas– de entre los más tontos. Por supuesto la intención moral está muy presente, ya que gran parte de este último hecho era criticar los actos realizados durante el año anterior, y de hecho, fue incluso común (sólo durante el periodo pagano más arcaico) sacrificar al “elegido” a la finalización de la festividad.
Estas costumbres también pueden ser rastreadas todavía hoy en algunos de los carnavales más tradicionales de España. Es común que en muchísimos lugares de nuestro país se realicen comidas comunales: por citar sólo una, los carnavales de Badajoz (Extremadura), donde se realiza para todos los participantes una comida a base de hornazo y vino. También podemos encontrar lugares donde se recuerda esta “elecciónde una persona destacada para la dirección de la festividad, y que posteriormente será sacrificado. Obviamente hoy no se sacrifica a nadie, pero por ejemplo, en los carnavales de Villanueva de la Vera (Cáceres, Extremadura) una cofradía confecciona un muñeco, popularmente llamado el “Peropalo”, que tendrá la misión simbólica de ser el director y organizador todas las festividades de carnaval. A la finalización del carnaval a este personaje inanimado le llega la muerte –y destrucción– hasta que al año siguiente, se realizará uno nuevo. Esta idea de sacrificar al más tonto también se puede ver reflejada metafóricamente en los carnavales de Solsona (Cataluña). Allí se ahorca del campanario de la iglesia un muñeco con forma de asno. La historia tradicional cuenta que se quiso en una ocasión limpiar de malas hierbas el campanario de la iglesia, y los habitantes no tuvieron otra idea más que subir a un burro para que las comiese. No cabiendo éste por las escaleras, decidieron elevarlo colgándolo por su cuello de una cuerda, razón por la cual finalmente resultó ahogado y muerto, no sin antes orinarse sobre los asistentes. Evidentemente es una recreación de la idiotez humana, y tampoco es casual que el animal elegido sea precisamente un burro, sino una hermosa metáfora.

Con el paso de los siglos las fiestas de carnaval repartidas por los distintos rincones de España han ido tomando características y tradiciones propias de cada lugar. Así por ejemplo hoy podemos destacar los carnavales de Cádiz como uno de los más auténticos y originales, razón por la que está protegido por ley como una fiesta de interés turístico internacional. Los primeros datos históricos precisos conservados sobre esta fiesta son del siglo XVI, momento en el que parece que definitivamente la fiesta se comenzaba a separar de las celebraciones religiosas. El programa de actividades durante las actuales fiestas de carnaval de Cádiz es amplísimo y variado, pero sin lugar a dudas su principal aliciente y punto álgido es el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas, en el que grupos corales se presentan a un concurso cantando chirigotas (comparsas, murgas…) elaboradas por ellos mismos, y que en general atentan contra los principales hechos ocurridos durante el transcurso del año con grandes dosis de ingenio, humor y acidez, siempre sin perder el ritmo y la rima, ya que son composiciones para ser cantadas.
El otro gran carnaval español protegido bajo la figura de fiesta de interés turístico internacional es el carnaval de Santa Cruz de Tenerife, que en la actualidad también aspira a convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. En realidad es el más popular y famoso de todos los españoles, y ostenta el título honorífico de ser el segundo carnaval más importante del mundo, tras el de Río de Janeiro. Esta fiesta tinerfeña es de una envergadura mucho mayor que la gaditana o cualquier otra española. Las fiestas duran entre dos y tres semanas, y las actividades organizadas son incontables. Existe un carnaval oficial, dirigido por las autoridades y hermandades con concursos, desfiles, exhibiciones, murgas, comparsas… en el que habitualmente participan más de 100 hermandades, y que en parte suele ser televisado para todo el país por algún canal público, especialmente durante la celebración y desfiles de elección de las reinas. Pero también existe otro carnaval paralelo que es el popular, en el que participan absolutamente todos los habitantes y visitantes de la isla, y que inunda y se extiende por todas las poblaciones.
Os animamos a que participéis activamente de las fiestas de carnaval españolas allí donde vayáis a estar durante estos días. Prácticamente todas las poblaciones tienen algún tipo de celebración, más o menos popular, más o menos elaborado, más o menos tradicional, incluído Madrid. Basta con acudir a las oficinas locales de turismo, o a las web de los respectivos ayuntamientos para conocer los programas y actividades. Si decidís viajar a alguno de los grandes carnavales españoles, y más especialmente a Cádiz o algún lugar de las Islas Canarias, no os aventuréis a hacerlo sin haber antes reservado alojamiento, ya que el increíble número de visitantes y turistas que encontraríais durante esos días, podría provocar que no encontraseis cama libre. Sea como fuere, ¡disfrutad del carnaval!

I.Y.P.

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