Tenemos en España, y en Europa, el pequeño gran inconveniente (¡o la inmensa fortuna!) de explicar siempre nuestros orígenes acudiendo a siglos e historias pasadas, a menudo a tiempos demasiado remotos. Y este hecho tampoco puede ser evitado al explicar el origen de Bilbao

Fue en la margen derecha de la ría del Nervión donde la ciudad nació. Su fundador, Don Diego López de Haro le daba carta de poblamiento y fueros en el año 1300 y Fernando IV, rey de Castilla, la confirmaba a inicios del año siguiente. Hubo de pasar un decenio hasta que la villa de Bilbao comenzó a tener cierto interés y prestigio, y ello se consiguió a través de la refundación de la ciudad proveyéndola de ciertos privilegios y alimentándola con nuevas rutas comerciales. Fue así como en aquel mismo siglo XIV la ciudad ya iniciaba su primacía comercial en el territorio histórico de Bizkaia, y fue también así como se encendía el principal motor que la haría crecer a lo largo de toda la Edad Media: el comercio. Y más específicamente el comercio de la lana castellana a través de su puerto fluvial, dotado de una excelente seguridad y una fácil salida a mar abierto.

La villa de Bilbao (Bilbo en Euskera) cuenta con algo más de 355.000 habitantes, si bien es cierto que su área de influencia, o su espacio metropolitano –que reúne la nada despreciable cifra de 22 municipios–, ronda prácticamente el millón de habitantes. Con estos números el área metropolitana bilbaína es la quinta conurbación más habitada de España, y como dato clarificador de su importancia podemos aportar otra estadística: en este espacio urbano habitan casi la mitad de la totalidad de habitantes de la Comunidad Autónoma del País Vasco. No es por tanto de extrañar el interés y el esfuerzo de las entidades políticas locales y regionales en la adecuación y modernización de la ciudad que disfruta hoy de unos envidiables servicios públicos, magníficos transportes urbanos, y una riquísima y variada programación cultural cuyo principal y omnipresente referente es el Museo Guggenheim. Pero tanto trabajo ha tenido recompensa. En el año 2010 Bilbao recibía el premio Lee Kuan Yew World City Prize, premio otorgado por la Academia Nobel sueca en colaboración con el estado de Singapur, y que en palabras sencillas viene a significar el premio nobel del urbanismo. Así que, también en palabras sencillas y muy directas, nos están casi obligando a visitar Bilbao.
Bilbao está situado en el extremo norte de la Península Ibérica, a tan sólo unos 15 kilómetros de la costa del Mar Cantábrico, aunque conviene explicar que su propia área metropolitana se baña por estas frías aguas en los núcleos de Santurce y Getxo. La distancia a Francia también es relativamente corta, unos 125 kilómetros al este de la ciudad, pero la que le separa de Madrid asciende a 400 kilómetros, aproximadamente. Con todo, llegar a Bilbao desde Madrid en transporte público es posible en tren, autobús o avión. El transporte aéreo es quizás la opción menos aconsejable, porque si bien es indudable que es la más rápida, también es seguro que de manera habitual se trata de la más cara. Eso sí, conviene siempre consultarlo antes, porque gracias sobre todo a las compañías de bajo coste, a menudo existen buenas ofertas que nos evitarían el viaje terrestre que es mucho más largo y pesado. Entre los aeropuertos de Madrid Barajas y Bilbao disponemos de conexiones diarias con Iberia, e Easyjet (a partir de febrero de 2012), y en unos 50 minutos habremos realizado el trayecto. Una vez en el aeropuerto, que está situado unos 10 kilómetros al norte de la ciudad, dispondremos de un autobús urbano

A Bilbao se puede llegar de muchas maneras, incluso por casualidad. Pero el destino más habitual una vez en la ciudad es siempre el mismo: su Museo Guggenheim, obra del inimitable arquitecto de origen canadiense Frank Gehry. Es sin lugar a dudas su principal imagen, su referente turístico y cultural, y por supuesto su principal apuesta. Pero no es la única. En primer lugar porque la reestructuración que ha sufrido la ciudad en los últimos años ha sido diseñada con cariño y esmero, amén de una ingente cantidad de dinero. Y por eso el visitante disfrutará en esta ciudad si le gusta la arquitectura moderna y el diseño, porque el buen gusto y el buen vivir va impreso en el modo de vida bilbaíno. Comencemos recordando que incluso su aeropuerto es un original diseño del arquitecto español Santiago Calatrava, que también nos ha regalado una de las pasarelas peatonales sobre la ría del Nervión: la de Zubizuri. Pero ahí no se acaba la lista. Entre los nuevos y emblemáticos edificios que se están construyendo o se han construido recientemente; a la vera del río la mayoría de ellos; se encuentran otros arquitectos y diseñadores de la talla del japonés Arata Isozaki (Puerta Isozaki), el español Rafael Moneo (Nueva biblioteca de la Universidad de Deusto), el argentino César Pelli (Torre Iberdrola), el británico Norman Foster (Instalaciones del Metro de Bilbao) o el francés Philippe Starck (remodelación de la Alhóndiga municipal). Pero hagamos un itinerario, o al menos una propuesta para conocer estos lugares y otros muchos, altamente interesantes, de esta ciudad reinventada que es Bilbao.
El viajero podrá comenzar a visitar la ciudad de la manera más práctica posible, quizás en función del transporte en que haya llegado a la ciudad. Si lo ha hecho en autobús –ya sea desde Madrid o desde el aeropuerto–, se encontrará en las inmediaciones del Estadio de San Mamés, el campo futbolístico del Athletic de Bilbao, y por lo tanto y por situación, será lógico que empiece a conocer el ensanche bilbaíno. Pero sea dicho de paso, que para llegar desde la estación de autobuses al centro histórico, tan sólo tendría que coger el tranvía en la parada de San Mamés, y bajarse indistintamente en la de Arriaga o la de Ribera, en un trayecto que además es rápido y nos da una muy buena primera impresión de la ciudad. Si por el contrario ha llegado en tren, la remodelada y esbelta Estación de Abando está situado a orillas de la ría, y por eso quizás sea buena idea iniciar la visita por el centro histórico, donde tan sólo tendrá que cruzar algún puente para entrar, y comenzar a disfrutar.
El centro histórico de Bilbao, en su sentido más estricto, es relativamente pequeño. De hecho se nos cuenta que la ciudad tuvo en origen tan sólo tres calles, más o menos paralelas entre sí y perpendiculares todas a la ría, y en cuyo corazón se levantó la pequeña ermita de Santiago Apóstol. Nada queda de aquel pequeño templo, pero fue el germen de la actual Catedral de Bilbao, que por supuesto ocupa el mismo espacio, y mantiene al mismo santo como titular. Dedicada al Apóstol Santiago porque por aquí pasaban originalmente los peregrinos a

Quizás podemos comenzar a conocer la ciudad histórica junto al Teatro Arriaga (parada Arriaga de la línea de tranvía), situado en las inmediaciones del río, y en realidad fuera del casco histórico. Por cierto, el teatro es uno de los edificios más emblemáticos, queridos y visitados de la ciudad vieja. Hasta este punto podemos llegar incluso en Metro (Parada Casco Viejo L1 y L2). Una vez allí descubriréis que el centro histórico bilbaíno ha sido dignificado para el peatón, que los coches únicamente pueden circunvalarlo, acceder sólo por algunas de sus calles, y únicamente si son vehículos de residentes. Nos lo explica el interés de los bilbaínos en que así sea, pero también la propia morfología de la ciudad, con muchas calles rectas, sí, pero estrechísimas en algunos puntos, y no exentas de escaleras en muchos otros puntos. La Plaza Nueva, cercana a nuestro punto de partida, ha de ser uno de los lugares obligatorios de visita. En cuanto a forma y aspecto es la herencia o la inspiración en las “plazas mayores” castellanas, y de hecho su construcción más antigua se remonta a la última ampliación de la ciudad, antes de la expansión contemporánea por el ensanche. Esta Plaza Nueva es el lugar de encuentro predilecto de los bilbaínos, y un genial lugar para comenzar a descubrir, por ejemplo, los pintxos y el txakoli.
A escasos metros de este lugar, al sureste, se encuentra la Plaza de Miguel de Unamuno, y en ella tendremos la oportunidad de visitar el Museo Vasco de Bilbao / Euskal Museoa. Si bien el museo se encuentra todavía inmerso en un claro proceso de modificación y adecuación, museológica y arquitectónica, es una excelente oportunidad para conocer un poco mejor, y de primera mano, las costumbres, tradiciones, etnografía e historia del pueblo vasco. Desde este lugar, y en dirección sur, pasaremos por delante de la Iglesia de los Santos Juanes, para atravesar el lugar en el que se abría una de las viejas puertas en la muralla bilbaína, y que nos da acceso directo a la entrada hacia las siete calles. Camine el visitante por ellas a su libre albedrío, disfrutando de su ambiente, sus tiendas y sus bares, pero no olvide dos lugares importantes: la Catedral de Santiago, construida entre los siglos XIV y XV, y ubicada en pleno centro, que bien puede merecer una visita. Y mucho más al sur llegando ya al río; por ejemplo por la calle de la Carnicería Vieja; el llamado “Mercado de la Ribera”, del que los bilbaínos dicen que es el mercado cubierto más grande de Europa. Y no será de extrañar, ya que la cultura gastronómica del País Vasco es altamente conocida, respetada y famosa.
Una vez visitado el centro histórico será hora de conocer la segunda zona importante de la ciudad de Bilbao: su ensanche. Situado al noroeste del centro histórico, el ensanche fue la zona de crecimiento urbano planificado, que se comenzó a realizar a partir de 1876. La razón es que la ciudad crecía rapidísimamente, y por ello hubo que buscar nuevos terrenos, nuevos espacios, que se encontraron al otro lado del río. El proyecto fue realizado por arquitectos e ingenieros, y fue llevado a cabo con buen resultado de acuerdo a las ideas de la época: calles anchas,

La Alhóndiga fue edificada en 1905 como almacén de vinos, con un tamaño gigantesco que le hacía ocupar toda una manzana del ensanche. Sus técnicas de construcción fueron muy modernas, y se constituyó como uno de los primeros edificios públicos construidos prácticamente por completo en hormigón armado en toda España. Tras distintas funciones y años de abandono, este antiguo almacén de vinos se ha reconvertido recientemente en un importantísimo centro cultural rediseñado y rehabilitado por el francés Philippe Starck, con un total de 43.000 metros cuadrados que incluyen cines, biblioteca, salas de exposiciones, un auditorio, una piscina y gimnasio, e innumerables tiendas y restaurantes. Merece una visita tanto por el interés comercial, como por la belleza de su estructura y distribución interior que se articula con tres cubos construidos en ladrillo, elevados sobre 43 columnas todas de diferentes diseños, y que se integra en su totalidad en el espacio interior de la vieja alhóndiga de la que se ha respetado la fachada histórica. Sin lugar a dudas es uno de los ejemplos de esta apertura y modernización de la ciudad a los nuevos tiempos.
Nos queda un tercer gran espacio por visitar en Bilbao: la modernísima ribera de la ría, núcleo de las grandes nuevas apuestas urbanísticas, y antiguo espacio industrial de la ciudad, conocido popularmente como el distrito de Abando. Desde la Alhóndiga tan sólo tendríamos que regresar en dirección norte por la Alameda Recalde que nos había llevado hasta ella. Cuando volvamos a estar en la Plaza Elíptica podemos tomar la Calle Ercilla, peatonal y comercial, que nos acabará dejando una vez más a orillas de la ría de Bilbao, justo frente al impresionante conjunto de las torres construidas por el arquitecto Arata Isozaki. Se trata de una construcción compuesta por dos torres gemelas de 82 metros de altitud, complementado con otros cinco edificios de mucha menor altura. Pero el sentido del edificio no es sólo su propia función habitativa, sino que el arquitecto japonés hubo de solucionar el difícil

Cruzando por aquí la ría de Bilbao, no sólo disfrutaremos del espectáculo que ofrece el conjunto arquitectónico y las dos pasarelas, sino que además podremos comenzar a ver el espacio que se ha ganado para la ciudad, antigua zona industrial, y hoy zona verde, de paseo, y de expansión. Desde el lado norte del río podemos comenzar a descender en el sentido del agua hasta que nos encontremos con el siguiente puente: el de la Salve. Ascendamos por las escaleras que serpentean entre sus pilares, y una vez arriba podremos disfrutar de una de las mejores vistas del mayor emblema de la ciudad: el Museo Guggenheim. Se trata de uno de los cinco museos pertenecientes a la fundación Solomón R. Guggenheim, y fue inaugurado en 1997. Es un museo de arte contemporáneo, que alterna en sus tres pisos interiores las exposiciones temporales con la exposición permanente. Pero a todos les llama inmediatamente más su propio diseño que las colecciones que alberga en su interior. Obra del arquitecto canadiense Frank Gehry es una de sus obras maduras, donde la deconstrucción de las formas arquitectónicas tradicionales, y el diseño extremo en busca de una belleza no euclídea, han formado un perfil único que ya identifica sin ninguna duda a la ciudad de Bilbao. Además otro punto interesantísimo es el uso de materiales “nuevos” en la construcción como el titanio que repartido en láminas y colocado como en escamas cubre gran parte del edificio. No podía ser más oportuno, ya que en este mismo lugar se encontraban parte de los altos hornos y astilleros del viejo Bilbao. El museo Guggenheim fue la apuesta más atrevida de la ciudad para su modernización, por su diseño y por la inversión, pero el tiempo está demostrando que ha sido un espectacular acierto en tanto que se ha convertido recientemente en nuevo integrante de la lista de museos más visitados de todo el país. Una visita pausada merece la pena, tanto por la amplitud, sorpresa y magnificencia de sus espacios y salas interiores, como por la buena calidad de las exposiciones que suele albergar, siempre que nos guste el arte contemporáneo.
A escasos metros del museo se levanta otro de los nuevos hitos de acero y cristal en el perfil bilbaíno: la torre Iberdrola, rascacielos de 165 metros de altura y que está recientemente finalizado. Su arquitecto ha sido César Pelli, argentino, y autor de la madrileña torre de cristal (Cuatro Torres, al norte de la Castellana), o el archiconocido edificio de las Torres Petronas en Kuala Lumpur. El edificio bilbaíno es la sede de una empresa eléctrica, y también sede de muchas otras pequeñas entidades, y con su diseño y ubicación sólo hace que afirmar este interés por la apertura, recuperación de espacio y cambio de look de la ciudad.
Podríamos y tal vez deberíamos seguir visitando algunos de los nuevos y viejos lugares emblemáticos de la ciudad, como el Palacio de Euskalduna, o la Universidad de Deusto. Pero como siempre, esta entrada en el blog tan sólo pretende buscar la curiosidad y dar las primeras herramientas para conocer una ciudad, en este caso Bilbao. Esta visita está pensada para un par de días, algo que se podría estirar a tres en función de las horas de viaje, o en función del interés del viajero por conocer ese “gran Bilbao” que se asoma al mar, y que merece mucho la pena.
El metro nos acercará siguiendo las líneas en dirección norte a la playa. La línea 1 de metro lo hará por el margen derecho de la ría, y la Línea 2 por el margen izquierdo. Una visita a Getxo puede ser interesante si queremos disfrutar de playa (L1 de Metro, parada de Neguri, o parada de Bidezabal). Y también puede ser muy enriquecedor conocer y atravesar el Puente Colgante de Portugalete, construido en 1893, y reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (L2 de Metro, parada de Peñota – L1 de Metro, parada de Areeta). Lo más

Lo que no debemos hacer es irnos de Bilbao sin disfrutar un poco de su comida. La gastronomía vasca se ha hecho un lugar destacadísimo en la cocina española desde hace ya muchos años. La nueva cocina vasca está entre las más apreciadas de Europa y del mundo, y no en vano son los cocineros vascos los que reúnen la mayoría de las estrellas Michelin concedidas en España. Pero no hace falta dirigirse a la nueva cocina, porque la tradicional vasca es exquisita, y además tampoco hace falta dejarse un dineral en alguno de los muchos restaurantes bilbaínos. La mejor expresión, y más variada entre modernidad y tradición, y la más barata, son los pintxos, incomparables por su variedad y preparadísima presentación, pero un tipo de “tapas”, al modo de otros lugares de España. Casi en cualquier sitio, pero sobre todo por el centro histórico encontraréis bares y locales donde podréis disfrutar con gran variedad de estas pequeñas exquisiteces, elaboradas con todo tipo de alimentos, aunque quizás tengan más presencia o fama aquellos que llevan pescado (sobre todo bacalao) y hortalizas y verduras (pimientos, berenjenas, setas, tomates…). Disfrutadlo con moderación, y si queréis acompañarlo de alguna bebida tradicional, pedid txakolí, un vino blanco tradicional del País Vasco.
Por su situación geográfica, norte, pero cercana al mar, y por la orografía en que está asentado Bilbao, no presenta grandes inconvenientes para una visita en cualquier época del año. Tan sólo conviene saber que tiene tendencia a las lluvias especialmente en invierno y primavera, pero las temperaturas son relativamente moderadas durante todo el año, con medias que se sitúan en torno a los 12º en invierno, y los 25º en verano, aunque las mínimas invernales se pueden situar en torno a los 5º y con una sensación térmica desfavorable debido a la alta humedad relativa, que suele estar por encima del 70%. Por ello, un vistazo a la previsión es más que suficiente para planear una visita en cualquier periodo del año.