Se acerca la Semana Santa, y por esa razón
aprovechamos este blog para animaros a descubrir
una de las tradiciones más arraigadas y diferenciadoras de la cultura española,
invitándoos a visitar alguna de las ciudades en las que se celebra con más
fuerza.
Procesión de Semana Santa en Sevilla |
La Semana Santa es la máxima
expresión de la identidad religiosa y cultural de España. Nuestro país tiene un pasado
histórico que irremediablemente está ligado al catolicismo, y que todavía hoy
pesa sobre la cultura y la conciencia colectiva de los españoles. El dato más
evidente es que España, todavía hoy, sigue siendo
un país de una aplastante mayoría católica, aún a pesar de ser un Estado laico,
y a pesar de existir –faltaría más– la libertad de
culto. Y sin embargo, un gran número -creciente día a día- de estos mismos
habitantes de tradición católica, se declaran no practicantes, o incluso ateos
o agnósticos, a
pesar también de que la mayoría de ellos hayan sido bautizados. Es otra de las
muchas paradojas culturales que encierra esta nación. Además, no es nada
extraño que muchos de esos mismos españoles esperen con pasión durante todo el
año la llegada de las festividades propias de Semana Santa, aún cuando el resto
del año no hagan o no cumplan ninguna de las otras obligaciones y costumbres
religiosas propias del catolicismo, o siquiera asistan con regularidad a las
ceremonias religiosas.
Llamamos "Semana Santa" a la
celebración anual cristiana que sirve para recordar la pasión, muerte y
resurrección de Jesús. Esta semana se inicia el llamado Domingo
de Ramos, y finaliza el llamado Domingo de Resurrección. La semana en cuestión no tiene
fecha fija, sino que se mueve por el calendario en función del primer domingo
siguiente a la luna llena del mes de Nisán
(herencia de la tradición judía, que corresponde a los días entre el 22 de
marzo y el 25 de Abril). En otras palabras, y más sencillo, el Domingo de
Resurrección se situará en el primer domingo después de la primera luna llena
de primavera (21 de marzo). De esa fecha hacia atrás situaremos la totalidad de
la Semana Santa, y aún un periodo anterior de Cuaresma,
que con algunas variaciones es observado por los cristianos católicos,
cristianos ortodoxos, y también la Iglesia Evangélica. Con posterioridad al
Domingo de Resurrección se inicia otro periodo diferenciado que es la Pascua,
y que en este caso también es celebrado por las principales variantes
cristianas, y también por el culto Judío.
Cofrades en la Semana Santa de Málaga |
Aunque la expresión y el nombre
de Semana Santa o “Semana de Pasión” en España hace referencia a un periodo de
siete días –entre Domingo de Ramos y Domingo de Resurrección–, en muchos lugares
católicos, y es el caso de España, las festividades se extienden aún más. Así por ejemplo se considera
parte de las celebraciones el viernes anterior, llamado viernes de dolores, y
se contemplan también varios actos litúrgicos específicos el lunes siguiente, o
lunes de Pascua. Por último, añadir tan sólo que el Jueves Santo es celebrado
como conmemoración de la eucaristía –en recuerdo de la Última Cena–,que el
Viernes Santo es la conmemoración de la crucifixión de Jesús, y que durante la
noche del sábado se suelen celebrar actos especiales y vigilias en espera de la
resurrección que acontece el Domingo.
Durante todos estos días, durante
la totalidad de la semana, tienen lugar numerosas y variadas muestras de
religiosidad de carácter popular a lo largo de todo el mundo: “belenes” vivientes en la cultura italiana;
crucifixiones, flagelaciones y otros sacrificios corporales en el ámbito
cristiano asiático; representaciones de la Pasión en distintos lugares de
Hispanoamérica, etc.… En el caso de España destaca, sin lugar a dudas, la
celebración de procesiones. Una procesión es un
desfile de carácter religioso, organizado por un grupo de personas de una misma
religión, con la intención de recordar o exaltar un hecho propiamente religioso.
Estas celebraciones no son exclusivas del catolicismo, sino que son típicas de
prácticamente todos los cultos cristianos, y también se realizan en el Islam,
Hinduismo, Judaísmo, y Sintoísmo. Pero lo que ha
hecho particulares a las procesiones españolas es su carácter propio,
claramente diferenciador.
Muchas de las iglesias españolas
–casi todas– cuentan con hermandades, también llamadas cofradías,
en las que se organizan estas procesiones, y muchas otras actividades. Lo tradicional es realizar este desfile o procesión en un
recorrido que tiene inicio en la iglesia, para regresar nuevamente a ella.
Las distancias pueden ser muy variables, de tan sólo unos centenares de metros
que básicamente suponen simplemente rodear el edificio, a realizar hasta varios
kilómetros por la ciudad, pasando por distintos lugares destacados, y por
delante de otras iglesias, realizando una serie de paradas o “estaciones”
programadas por razones litúrgicas.
Procesión del "encuentro" en León |
Igualmente puede variar el número
de personas que realicen o acompañen el recorrido. Pueden ser tan sólo un
puñado de personas, o centenares de ellas. Normalmente
todos los participantes y componentes de las distintas hermandades religiosas visten
ropas identificativas a modo de uniformes. Estos trajes están inspirados en las
viejas túnicas que se usaban en los tiempos de Jesús, a los que se han añadido
elementos nuevos, ya desde la Edad Media. Básicamente, un traje de
“Nazareno” o “Penitente” –son dos cosas diferentes, pero sus vestimentas
básicas no difieren demasiado– está compuesto por la túnica
propiamente dicha (una prenda que se introduce por la cabeza, y cae recta, sin
formas, hasta los pies). A ello se suma habitualmente una capa (que cuelga desde el cuello por la espalda, y
puede incluso llegar a arrastrarse por el suelo); y un “capirote” o “capuz”
que sirve para cubrir la cabeza y habitualmente la cara. Puede ser simplemente
tela que cubra la cabeza, o poseer una estructura rígida que se eleva de forma
puntiaguda, a modo de extraño sombrero. La
combinación de colores de todas estas prendas, de algunos detalles
particulares, y sobre todo los escudos de las hermandades, serán los signos
identificativos de cada una de los grupos, hermandad, o cofradía.
Además de esta llamativa
peculiaridad que supone la vestimenta, la otra gran
diferenciación de las procesiones españolas es el hecho de sacar durante la
procesión las imágenes sagradas que el resto del año se conservan en el
interior de las iglesias. Cierto es que esto se realiza en casi
cualquier lugar del mundo católico, pero es que en el caso estrictamente
español, muchas de esas imágenes sagradas –esculturas con siglos de antigüedad
en su inmensa mayoría–, han sido expresamente
creadas para la procesión, y no para su culto o contemplación en el interior de
las iglesias el resto del año, cosa que por supuesto, también se hace.
Por ello adquieren habitualmente unas proporciones increíbles, y debemos hablar
entonces de “pasos”. Un paso es un grupo escultórico que
recuerda un momento concreto de la pasión, la muerte, o la resurrección de
Jesús. En otras palabras, un paso habitual de Jueves
Santo es la Última Cena, compuesto por lo tanto por
esculturas que representan tanto a Jesús, como a todos los Apóstoles, así como
los elementos propios de la cena (la mesa, los platos y vasos, los alimentos,
etc.). Otro paso habitual de Viernes
Santo suele ser la crucifixión
o el descendimiento, y por lo tanto, estas imágenes
–o grupo de imágenes– estará compuesto por la propia cruz, el cuerpo de Jesús, San
Juan Bautista, la Virgen
María, María Magdalena, Longinos…
y en definitiva un sinfín de personajes posibles, siempre que éstos estén
presentes en las Sagradas Escrituras, en el pasaje específico que se trate de
recrear. Por esta razón, las esculturas o grupos escultóricos se sitúan sobre
unas plataformas –llamadas tronos–, que sirven tanto de soporte a las piezas,
como para poder ser elevado sobre los hombros de las personas que las van a
llevar en procesión. El peso de estos conjuntos puede superar con facilidad los
2000kg., razón por la cual, habitualmente, los participantes se van dando
relevos a lo largo del recorrido de la procesión. En otros casos la imagen que
se saca en procesión puede ser mucho más ligera, por ejemplo, y muy habitual,
una única imagen de la Virgen; pero los relevos se dan igualmente, pues es un
honor y un privilegio participar.
Procesión nocturna en Zamora |
El
tercer gran elemento distintivo de las procesiones españolas es la música.
Bandas de música, pertenecientes a las propias cofradías e integradas por lo
tanto por sus propios miembros, y generalmente vestidas con las mismas ropas;
acompañan a cada uno de los pasos o grupos de esculturas que salgan en
procesión. La música interpretada está evidentemente en consonancia con
el momento de pasión representado, y así son melodías sobrias, incluso tristes,
realizadas básicamente a través de la percusión de tambores y con trompetas y
algunos otros instrumentos de viento-metal. Estas bandas de música también
tienen la importante labor de “marcar el paso” al que se va a caminar
durante la procesión, y es de especial ayuda para coordinar a los encargados de
llevar sobre sus hombros las esculturas, que en muchas ocasiones apenas tienen
visibilidad.
Estas
celebraciones religiosas se reparten a lo largo y ancho de toda la geografía
española, y aunque en esencia es la misma idea, es cierto que hay importantes
variaciones. Estos cambios afectan al vocabulario empleado para todos
los objetos habituales en las procesiones, la organización interna de las
hermandades, los nombres de las vestimentas típicas, la música, el propio
desarrollo de la procesión… pero por encima de todo hay una importante diferencia entre las procesiones del norte y
del sur de España. Resumiéndolo exageradamente, diremos que las del norte están
caracterizadas por la sobriedad; mientras que las del sur transmiten mucha más
alegría. Casi todas las procesiones de la mitad norte española están
pensadas desde el punto de vista del dolor y la pasión de Jesús. Quizás es un
pensamiento más acorde al tradicional carácter castellano, pero es una realidad
que durante las procesiones se puede comprobar con facilidad el respeto, la tranquilidad, y el silencio como elementos
principales. Sin embargo en la mitad sur de España, y más concretamente en el
ámbito andaluz, los gritos de alegría, aplausos, canciones –saetas– dedicadas principalmente a la Virgen,
son en cambio uno de los elementos más evidentes, como también lo es una
mayor decoración, especialmente floral, y tal vez una mayor presencia y
predilección por la imagen de la Virgen. Son por tanto dos modos de expresarse
ante un mismo sentimiento, o una misma actividad, que en definitiva también nos
habla de esta pluralidad y riqueza cultural que tiene nuestro país.
Banda musical en la Semana Santa de Huesca |
Casi
cualquier ciudad española tiene procesiones a lo largo de la Semana Santa. Y
Madrid no es una excepción; quien esté en la capital durante estas fiestas,
podrá ver procesiones, en el centro histórico. Pero desde aquí os animamos a
que participéis en la increíble y curiosa sensación que os producirá la
contemplación de algunas de las más famosas de España, independientemente de
vuestro culto religioso. Os invitamos a que lo interpretéis como un
espectáculo surgido de la cultura española, y profundamente arraigado y
respetado. Como destinos os sugerimos Sevilla, Málaga, Toledo, Cuenca o León. Son sólo
algunos de los muchos lugares donde las procesiones tienen un especial interés,
e incluso están protegidas por leyes o decretos legales que buscan su
conservación y difusión. No queremos decir que sean las mejores del país, y de
hecho existen muchísimos otros lugares de merecida fama, pero estos lugares son
importantes, populares, de calidad, y el transporte desde Madrid es
relativamente sencillo.
Tened
presente esas diferencias entre el norte y el sur si decidís elegir alguno de
estos destinos, y sobre todo sabed que todas estas poblaciones citadas
aumentarán notablemente su población durante esos días festivos, razón
por la cual, transporte y sobre todo alojamiento, conviene reservarlo con la
mayor anticipación posible, y en ningún caso debéis viajar sin hotel, ya que
podría ser que no encontraseis plazas libres. Para los destinos más cercanos a
Madrid, como pueden ser Toledo o Cuenca, una visita de ida y vuelta en el mismo
día, es perfectamente válida como idea.
Por
último, quiero llamar seriamente la atención sobre dos errores que con cierta
frecuencia son cometidos fuera de nuestras fronteras: el primero de los errores
habituales, especialmente en el ámbito norteamericano, es relacionar –por el
gran parecido–, a los cofrades o penitentes cristianos con miembros del Ku
Klux Klan. En este caso el error es fácilmente comprensible, ya que las vestimentas más tradicionales de la Semana Santa son
prácticamente las mismas, y en ambos casos se llevan cruces y símbolos
religiosos. Sin embargo hay una clara diferencia: el cofrade o penitente
de la Semana Santa española lleva esas ropas y en ocasiones un gorro cónico que
le oculta la cara para expresar un sentimiento de penitencia y entrega
individual, siempre religiosa. No importa el individuo, sino el acto de fe,
entrega y caridad, y por esta razón en algunas ocasiones se ocultan los
rostros, pues no importa el “quién”, sino el hecho penitencial,
desinteresado, que se está haciendo. Muy distinto es el caso de los miembros
del Ku Klux Klan, quienes ocultaban sus rostros por razones evidentes, ante los
hechos y las persecuciones que cometían. Y precisamente por ello eligieron las
vestimentas y los gorros tradicionales de la Semana Santa como su vestuario:
las vestimentas anchas disimulan y dificultan reconocer la complexión o el sexo
de la persona, ocultan el rostro, y además el “capirote” o gorro elevado
también dificulta calcular incluso la estatura de la persona. Por lo tanto la diferencia es más que evidente: el origen de estos
ropajes es completamente religioso y pasional; pero el Ku Klux Klan lo eligió
para que sus miembros pudiesen permanecer en el anonimato, bajo una
excusa de limpieza de fe, religión, o raza.
Procesión de Semana Santa en Murcia |
Quizás
más grave, y sobre todo menos comprensible, es el segundo error habitual. Las
procesiones y los actos típicos de la Semana Santa española, nada tienen que
ver con otras fiestas y celebraciones populares españolas. A menudo
fuera de nuestro país se mezclan y se confunden las más populares fiestas y
tradiciones con el sentimiento religioso, pensando, que es una única cosa o que
la religión por defecto está presente en todas las fiestas españolas. Un
ejemplo muy esclarecedor de este error fue incluso recogido por una popular
película, “Misión Imposible 2”, en la que se recreaba en la ficción una
procesión, en la que los participantes llevaban anudado al cuello pañuelos
rojos como en las fiestas de San Fermín de Pamplona; muchas
mujeres vestían trajes de “falleras” (de las fiestas
de Valencia), y además, y mucho más grave, las esculturas de los
santos acababan siendo quemadas en hogueras. (Vídeo)
Se trata de una composición basada en el
desconocimiento absoluto de las fiestas y tradiciones españolas, que mezcla
distintas fiestas y actividades, junto con la propia semana santa.
Además, quemar o destruir una imagen sagrada está penado con la excomunión
automática por parte de la Iglesia Católica, en cualquier lugar del mundo. Las
dos grandes fiestas españolas en las que el fuego es el gran protagonista son Las Fallas, cuyo origen ya
explicamos en este mismo blog en la entrada correlativa a Valencia; y las Hogueras
de la noche de San Juan, fiesta que no es sólo patrimonio español,
sino que existe en todo el ámbito mediterráneo, es de origen pagano, y sirve
para celebrar la llegada del verano. Y mucho más increíble aún es relacionarlo
con los San Fermines de Pamplona: jamás he visto un toro en una procesión, y
jamás he visto a personas correr delante de los toros llevando esculturas de
santos.
Para los más curiosos, me atrevo a dejar un
extracto muy resumido de un viejo ensayo propio, que explica algunas de las razones históricas del gran arraigo y
tradición cristiana católica de los españoles, o en definitiva el por
qué de esa habitual presencia de la Iglesia y la religión en la vida común de
los españoles:
[...] El cristianismo llegó a la Península
Ibérica junto con el Imperio Romano. En el año 313 d.C., un
emperador romano llamado Constantino, tomó la decisión de permitir la
religión cristiana, que hasta aquel momento estaba prohibida y era perseguida.
La decisión era en gran parte política, pues el Imperio Romano se estaba
debilitando política y socialmente, y amenazaba ya con fragmentarse. Es así
como el paganismo deja el lugar al cristianismo,
y en la Hispania de la época florece con fuerza la nueva religión,
que además pronto se organiza como una institución sociopolítica (la Iglesia) a
través de cargos (diáconos, sacerdotes, obispos…) y sedes (Catedrales y
ciudades episcopales, cenobios, monasterios y conventos…). De hecho, no es
casualidad que Mérida, una de las más importantes y viejas
ciudades romanas de Hispania, se convierta en la principal sede religiosa de
toda la península. Desde ella saldrán los primeros obispos importantes que poco
a poco irán influenciando, participando, y decidiendo en la futura historia de
España.
El siguiente paso llega de manos de los
pueblos bárbaros. La creación del Reino Visigodo en
España –recordemos, la primera “unidad” española–, sólo fue posible en parte
gracias a la fuerza del cristianismo. Los visigodos, de religión
arriana en origen, hubieron de tomar la decisión de “adaptarse” a la
realidad de los habitantes, y así el Rey
Recaredo (586-601) oficializa el catolicismo como la nueva religión
oficial de su reino, y las instituciones eclesiásticas hispanas cambian su
capital a la que también era la nueva capital del Reino: Toledo.
Tras la conquista musulmana en el año 711, nace un
foco de resistencia a la ocupación y se organiza en el norte peninsular, desde
el año 722, en torno a una única idea: recuperar la
totalidad del viejo reino visigodo –lo que vale decir, recuperar la totalidad
de la Península Ibérica–, para expulsar del territorio a los que eran
considerados “infieles”, e imponer nuevamente el catolicismo para toda la
población. Para ello no dudarán en iniciar una gran guerra, legitimando
la lucha en la defensa del cristianismo, o por ejemplo, “descubriendo”
–inventando–, el hallazgo de la tumba del Apóstol Santiago, un discípulo de
Cristo, que les hará ganar prestigio, adeptos, y conseguir incluso ayuda de
otras naciones europeas cristianas, y del mismísimo papado de Roma.
"Empalado" de Valverde de la Vera (Cáceres) |
La siguiente parte de la historia católica de
España es la más conocida gracias a sus dos protagonistas destacados. El
proceso de Reconquista cristiana finaliza el 2 de Enero
de 1492 de manos de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, con su entrada en el Reino Nazarita de Granada. El
sobrenombre de “Reyes Católicos” expresa mucho. No sólo ellos, sino también el
papado de Roma –y en ese preciso instante el Papa era Alejandro
VI, de origen español–, eran partidarios
de crear una gran nación en la que la única religión posible había de ser el
catolicismo. Por ello son expulsados los musulmanes, y por idéntica
razón son expulsados los judíos el 31 de marzo del mismo año 1492. Unificado el
reino en lo político, y en lo religioso, el siguiente paso fue la exploración
del continente americano, y la conversión forzosa de todos sus habitantes.
Esta situación aportó un inmenso poder
político y económico al Reino de España. Y por ello los
siguientes reyes españoles quisieron expandir y mantener el orden religioso en
todas sus posesiones, pero también más allá de ellas en la medida de lo posible.
El biznieto de los Reyes Católicos, Felipe II, será nuevamente el máximo exponente
de estas ideas, al conquistar para la fe cristiana los archipiélagos del Océano
Pacífico (Filipinas), pero también y sobre todo al sofocar “revoluciones
religiosas” en los territorios de Flandes y Alemania, y por encima de todo, al
liderar la Liga Santa y conseguir la derrota de las
tropas turcas otomanas –musulmanas– en la Batalla
de Lepanto en el año 1571.
Es precisamente a partir de este siglo XVI,
cuando la mayor parte de las celebraciones religiosas que todavía hoy se
celebran en España comienzan a surgir con fuerza, y a ser muy seguidas por toda
la población. Era un mecanismo de defensa y
autoafirmación de la religiosidad ante las posibles influencias o
contaminaciones que pudiesen llegar a España desde alguna de sus colonias, o
desde otras potencias mundiales, donde habían florecido ya otros cultos
religiosos. Por ello, los siglos XVII y XVIII, aún con el cambio de
dinastía monárquica en el país, tan sólo afirmarán y fortalecerán los sentimientos
religiosos, que calarán hondo en el carácter y el sentimiento de la población
española. Los episodios antirreligiosos, anticlericales, y libertarios que
vivió España en su historia más reciente, como pudieron ser los periodos
republicanos, el trienio liberal, la Invasión Francesa, la Revolución de 1868…, y muchos otros momentos
de crecimiento del pensamiento laico, fueron duramente reprimidos y sofocados
durante los cuarenta años de dictadura franquista, momento en el que “por
decreto” todos los habitantes del país eran Católicos, estando además prácticamente
obligados a participar en todos los actos y festejos religiosos propios que la
Iglesia y el Estado impusiesen, entre los que se potenciaron nuevamente las
grandes festividades de Semana Santa.
Con todo este bagaje histórico-religioso es
evidente que el común de los españoles atesora una cultura católica, tal vez
inconscientemente en muchas ocasiones, que le ha hecho preservar y disfrutar
del momento de máximo apogeo de la expresión pública religiosa junto con el
periodo natalicio: la Semana Santa. Y por ello todavía hoy es uno de los
máximos signos de identidad cultural, porque está en nuestra historia, nuestras
costumbres, nuestro subconsciente, y en definitiva es parte –de momento–, de una gran parte de los
españoles. Además, estas tradiciones religiosas se extendieron a las viejas
colonias. Así, fuera de España, y aunque con peculiaridades y distinciones
propias, podemos encontrar importantes y arraigadas procesiones de Semana Santa
en prácticamente todos los países hispanoamericanos, en el archipiélago
filipino, y en el sur continental de Italia y la isla de Sicilia; en todos los
casos, por herencia cultural tras la presencia española.
IYP