El Real Sitio y Villa de Aranjuez, pues éste es su verdadero
nombre, es una de las poblaciones destacables de la Comunidad de Madrid. De
origen antiguo e incierto, las primeras noticias notorias de Aranjuez provienen
de la época de la Reconquista, pues hasta 4 veces hubo de ser conquistada la
ciudad por los musulmanes, y otras tantas veces fue reconquistada por los
cristianos. Desde 1178 la ciudad pasó a formar parte de la España Cristiana de
manera ya definitiva, y con los Reyes Católicos; en el año 1489; en Aranjuez se
modernizó un viejo hospital de la Orden de los Caballeros de Santiago para
convertirlo en Palacio Real. Éste sería el verdadero motor y origen de la
actual población.
En 1561, el Rey Felipe II mandó construir allí un palacio, y
desde entonces aquella población quedó
ligada a la Corona Española y a la historia de la Nación. Allí nacerán y
morirán reyes y reinas; allí se decretarán leyes y acuerdos; allí se firmarán tratados,
como el del 12 de Abril de 1779 por el que España intervino activamente en la
Guerra de Independencia de los Estados Unidos; allí se producirán motines que
harían abdicar a Reyes (Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII); o allí se
contagiaría mortalmente, durante una epidemia de cólera, el Rey Alfonso XIII.
Pero por encima de todos estos acontecimientos, fechas, e historias; dos
razones principales hacen de Aranjuez una ciudad conocida y digna de ser
visitada: la villa alberga un Palacio Real con exquisitos y bellísimos
jardines, tal vez los más hermosos de España después de los de la Granja en
Segovia; y todo el conjunto propició la creación del Concierto de Aranjuez, obra del Maestro Rodrigo, y pieza musical de
fama internacional.
Palacio Real de Aranjuez
Aranjuez está situado a unos 46 kms. al sur de Madrid, y su
población y término municipal se extiende a lo largo de la vega del río Tajo.
La presencia del Palacio Real, con sus extensos y elaborados jardines que
secundan y acompañan al río, ha provocado que desde el año 2001 la villa de
Aranjuez tenga el título honorífico de Paisaje Cultural Patrimonio de laHumanidad, otorgado por la UNESCO. Y todo ello hace del conjunto un lugar
fantástico para una visita, y para disfrutar del contacto directo con la
naturaleza.
Para llegar hasta Aranjuez tenemos dos opciones principales
de transporte público. La primera de ellas es el tren. Madrid y Aranjuez se
comunicaron por ferrocarril ya en el año 1851, siendo de los primeros
recorridos de España. Este hecho se debió fundamentalmente a la idea de
facilitar el transporte de frutas, hortalizas y verduras que en gran número se
cultivaban, y que debían ser llevados a los mercados de la capital. Vestigio de
aquella época, es el turístico Tren de la fresa. Pero en la actualidad, la
realidad es muy distinta. Aranjuez está comunicado con Madrid a través de la
Red de Cercanías, concretamente en la línea C3. La frecuencia de trenes es
altísima de lunes a viernes, y especialmente en las horas punta, con un tren
cada 10-15 minutos. En las horas valle, y durante los fines de semana, la frecuencia
desciende hasta un tren cada media hora aproximadamente, lo que sigue haciendo
de este transporte una magnífica opción. La línea C3, con dirección a Aranjuez,
se puede tomar desde Madrid en las estaciones de Chamartín, Nuevos Ministerios,
Sol, y Atocha-Cercanías, y realiza el trayecto en un tiempo estimado entre 45 y
50 minutos.
La otra opción de transporte público es el autobús. Dos
líneas hacen el recorrido entre la capital y Aranjuez. La primera de ellas es
la línea 419, gestionada por la empresa Samar, y que con salida en la EstaciónSur nos llevará a nuestro destino. Hemos de prestar atención, pues la línea del
autobús no finaliza en Aranjuez, sino que continúa hasta la población de
Quintanar de la Orden. La otra opción en autobús es la línea 423, gestionada
por la empresa AISA. Realiza alguna parada intermedia más que la opción
anterior, pero por el contrario, sí finaliza en Aranjuez, sin opción por lo
tanto de equivocarse de parada. En cualquiera de los dos casos, y teniendo
siempre en cuenta que se está a merced del tráfico existente en la carretera,
el tiempo estimado para el viaje es de aproximadamente una hora.
Plaza de Toros de Aranjuez
Una vez llegados a Aranjuez, las opciones que se nos ofrecen
son varias. Tendremos la oportunidad de realizar alguna de las rutas a pié que
se ofrecen desde la oficina de turismo, ya sean por la ciudad, o de las
señalizadas por las inmediaciones de la población. Existe también la
posibilidad de realizar travesías en barco por el río Tajo, o incluso de
alquilar una piragua y practicar deporte sobre el mismo río, información que
nos facilitarán en la Oficina Municipal de Turismo. Y además de todas estas
opciones con las que disfrutar de la naturaleza, tendremos los principales
reclamos turísticos de la ciudad: la visita al Museo Taurino, y la visita al
Palacio Real y jardines.
El Museo Taurino de Aranjuez está situado en la propia plaza
de toros, y ésta es una de las más interesantes de España. Fue mandada
construir e inaugurada por el rey Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma en
1797, aunque hubo de ser reconstruida parcialmente en 1829. El edificio es en
la actualidad Monumento Histórico Artístico, lleva más de 200 años en uso; y es
además una de las pocas plazas de toros que quedan en pie en todo el país desde
del siglo XVIII. Aunque desde el exterior no os parezca espectacular, por su
fachada sobria y sencilla, el interior os sorprenderá por su riqueza y belleza.
Si os gusta la tauromaquia, o sentís curiosidad por conocerla, es una de las
mejores opciones que hay en la Comunidad de Madrid. Las visitas son guiadas,
excepto los miércoles, de 11.00 a 13.00 horas, en que son libres y gratuitas.
Jardines del Palacio Real de Aranjuez
La otra gran visita de Aranjuez, quizás inexcusable, es el
Palacio Real. Situado en la convergencia de los ríos Tajo y Jarama, su historia
arranca en la época de los Reyes Católicos, aunque las principales obras reales
que hoy podemos contemplar responden a la época de Felipe II, quien envió a trabajar
a Aranjuez a los arquitectos más importantes del momento (Juan de Herrera y
Juan Bautista de Toledo), y de la época de Fernando VI, y aún todavía algunos
añadidos en época de Carlos III. Sin embargo, la actual decoración y
disposición de las habitaciones todavía es la del siglo XVIII, época en la que
el palacio vivió su mayor esplendor.
A destacar durante la visita varias ideas y espacios. En la
planta de palacio se encuentra el llamado “Museo
de la vida en Palacio”, en el que se atesoran curiosas piezas de la vida
cotidiana de los Reyes. Destacan además el llamado Gabinete de Porcelana, y el Salón
de los Espejos. Se aconseja fehacientemente pasear por los jardines,
especialmente el jardín llamado “La Isla”,
que nos llevará por la orilla del río Tajo hacia una “ría” que nos separará de
tierra firme, y donde todo el conjunto está ricamente decorado con fuentes
renacentistas y barrocas, casi todas traídas desde Italia. Estos jardines son
los más trabajados y elaborados de todo el país, junto con los del palacio
segoviano de La Granja, si bien hay que decir que éstos de Aranjuez son más
antiguos y únicos de la dinastía de los Austrias.
Museo de Falúas Reales
Otro espacio destacado es la conocida como Real Casa del
Labrador. Este lugar responde a las ampliaciones del siglo XVIII llevado a cabo
por la nueva dinastía (y aún actual) de los Borbones. A destacar aquí el
extenso “Jardín del Príncipe”, con
obras espectaculares como las propias puertas de acceso, la fuente de Apolo, o
el estanque, y por supuesto la propia Casa del Príncipe, diseño del arquitecto
Juan de Villanueva, autor de innumerables obras por Madrid, incluido el
edificio del Museo del Prado. Por último, quiero destacar también un tercer espacio en
esta visita, que es el Museo de Falúas Reales. Está situado en el jardín, y es
la colección más espectacular de España de pequeños barcos y embarcaciones que
han usado a lo largo de los siglos los Reyes de España.
La visita al Palacio Real de Aranjuez ha de realizarse con
tiempo y calma por el propio tamaño del edificio y sus jardines, así como por
la distancia entre los museos y lugares visitables. Tened en cuenta, además,
que los horarios de visita varían a lo largo del año, en función de las horas
solares, por lo que es conveniente y aconsejable un vistazo a la web de
Patrimonio Nacional para asegurarnos de los horarios cuando estemos programando
una visita. Y por último, sabed que podéis pagar la entrada sólo de aquello que
queréis visitar, lo cual es mucho más conveniente. Es decir, la entrada a pagar
se puede seleccionar de una larga lista, algo complicada en ocasiones, donde
nos darán las distintas opciones de visitas: sólo palacio, palacio y jardines;
palacio, jardines y museos; también al Casa del Labrador, etc…
Más de 2500 años de historia puede ser razón suficiente para
acercarse un fin de semana a Alicante. Y si la historia no es motivación, sus
playas y su sol casi perpetuo convencerán al más escéptico y exigente de los
viajeros, ya que encontrará una magnífica ciudad repleta de servicios
turísticos y de ocio. Y ganas de fiesta.
La historia de Alicante no es sencilla. Su origen más remoto
parece resalir a poblamientos íberos que cohabitaron con colonos griegos de
Focea, verdaderos responsables del primer nombre que se dio a este lugar, Akra Leuca (el promontorio blanco), según
testifican sus mapas marítimos. Sin embargo los primeros testigos que la
arqueología nos ha preservado no hablan de Grecia, sino del Imperio Cartaginés:
Anibal Barca eligió el lugar para establecer allí un campamento militar seguramente
por su fácil defensa y posición estratégica. Precisamente los años
inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Púnica parecen ser los de la
fundación definitiva de la ciudad. El periodo de dominación romana y la época
visigoda transcurrieron por Alicante sin grandes historias que contar, acaso tan
sólo confirmar la continuidad del poblamiento durante el Imperio Romano, bajo
el nombre al latino de Lucentum. En
el año 718 la ciudad entraba en la órbita musulmana de Al-Ándalus. Perteneció
primero al Califato de Córdoba, y fue gobernada durante los Reinos de Taifas
primero desde Denia, y después desde Almería. Durante este periodo islámico tomó
la ciudad su actual nombre: “Al-Laqant”,
quese ha perpetuado en el tiempo
castellanizándolo como “Alicante”,
aunque resulta interesantísimo cómo en valenciano el topónimo sigue sin ninguna
variación: “Alacant”.
Monte Benacantil y playa en Alicante
El rey Alfonso Xel
Sabio reconquistaba la ciudad en 1248 para el Reino de Castilla. Y sin
embargo, sólo 48 años después, el Rey Jaime II la volvía a reconquistar, en
este caso para la Corona de Aragón. Tras la unificación española, La Edad
Moderna no trajo precisamente tranquilidad a los alicantinos. Su comercio y su
población creciente la situaron en primer plano dentro de su ámbito de
influencia, y quizás por ello fue casi totalmente destruida en 1692 por una
escuadra militar francesa, y durante la Guerra de Sucesión fue ocupada
alternativamente por austracistas y borbónicos. La Guerra de Independencia también se
dejó notar en la ciudad, en este caso en forma de grave crisis económica
derivada de los costes de los gastos militares: construcción de murallas y del
Castillo de San Fernando. Pero el esfuerzo mereció la pena, porque la ciudad
nunca llegó a caer del lado francés. En 1822 Alicante se convertía en capital
de su propia provincia, y posteriormente se erigió como uno de los más importantes
bastiones republicanos y liberales, entrado ya el siglo XX.
Alicante es hoy una ciudad moderna volcada con el turismo y
la industria casi a partes iguales. A su importante cinturón industrial se
contraponen los kilómetros de costa y playas mediterráneas, repletos de hoteles
y de todo tipo de servicios turísticos. La población de la ciudad asciende a
los 315.000 habitantes, sobrepasando los 450.000 si añadimos toda el área
metropolitana de influencia. Por estas razones Alicante mira hoy al comercio, a
la industria, y sobre todo al turismo, quizás su principal fuente de ingresos.
Llegar a Alicante es extremadamente fácil desde Madrid. Las conexiones
diarias existen a través de tren, autobús y avión. El medio más económico, como
casi siempre, es el autobús que permite realizar el trayecto en unas cinco o
seis horas. Eso sí, cuando se compre el billete de la compañía Alsa,
conviene tener muy claro que existen diferentes tipos de autobuses que realizan
el mismo trayecto con diferentes niveles de confortabilidad, prestación de
servicios y duración de viaje… razón por la cual el billete oscila entre los 55€
el más barato, y los 92€ el más caro (ida y vuelta en ambos casos). La siguiente
opción más habitual es el tren.Renfe
conecta Madrid y Alicante con siete servicios diarios de trenes Alvia, lo cual
implica confort, velocidad –tres horas y media–, y por tanto un precio no
excesivamente barato: unos 95€ (ida y vuelta en clase turista). Eso sí,
planificando el viaje con tiempo, y comprando los billetes con antelación a
través de la propia web de Renfe, podremos ocasionalmente ahorrarnos hasta la
mitad del precio. Y por último se puede también realizar el trayecto en avión. En
este caso el precio del billete oscilará dependiendo de la época del año (más
barato y mayor frecuencia de vuelos en verano), aunque a través de Iberia Express –filial de la compañía
nacional que opera vuelos low cost–, se pueden hallar ocasionalmente buenas
ofertas.
Playa en Alicante
Una vez en Alicante estaremos listos para conocer la ciudad,
su centro histórico, sus playas, sus monumentos y museos, su ambiente festivo…
razón por la cual aconsejamos una visita de al menos tres días, dos noches,
para quedar satisfechos. El alojamiento
en Alicante no será un problema ya que abunda para todos los gustos y bolsillos,
como tampoco será inconveniente el transporte público. Si hemos llegado en tren
o autobús estaremos ya en el centro de la ciudad y no lo necesitaremos. Y si
por el contrario hemos llegado en avión dispondremos de la línea C-6 de
autobuses urbanos, que por 2.70€ nos recogerá en la propia terminal
aeroportuaria, y nos dejará en el centro urbano alicantino. La cuestión será
entonces decidirnos por dónde comenzar la visita.
Podemos quizás comenzar por la playa. En el término municipal de Alicante nos
encontramos con hasta seis playas diferentes, siete si decidimos incluir la de
la isla de Tabarca. Evidentemente algunas están directamente en la ciudad, y en
cambio otras un poco más alejadas. Quizás la mejor comunicada y más cercana es
la Playa
del Postiguet que está justo bajo el Castillo de Santa Bárbara, junto al
puerto. La calidad de su arena es buena y destaca también por un excelente
paseo bordeado de palmeras y repleto de locales de ocio y restauración. Esta
playa es uno de los emblemas de la ciudad. Podemos llegar a ella simplemente
caminando, o través de las líneas 02, 05, 21 y 22 de Autobús urbano o con la
línea L4 de tranvía. Un poquito más al norte se encuentra la Playa de
la Albufereta. Mucho más pequeña que la anterior, también tiene una buena
calidad de arena y agua limpia. La zona en la que está esta playa es el
verdadero lugar de origen de la ciudad de Alicante, y de hecho en los
alrededores existen varios yacimientos arqueológicos. Se puede llegar con las líneas
09, 21 y 22 de Autobús urbano, y las líneas L3 y L4 de tranvía. Pero si no nos
gustan las aglomeraciones, la playa menos concurrida y también más grande es la
Playa
de los Saladares, a unos cinco kilómetros al sur de la ciudad, y que en su
extremo norte conserva incluso un pequeño sistema de dunas. En este caso el
único transporte público posible desde Alicante es la línea 27 de Autobuses
urbanos. Cualquiera de las opciones nos servirá para un fantástico día de sol y
playa.
Isla de Tabarca
Si vuestra verdadera y única motivación para visitar Alicante es la de
disfrutar del sol y el mar o la playa, entonces deberíais reservar un día para visitar
la isla de Tabarca. Se trata de la única isla habitada de la Comunidad
Valenciana y se encuentra frente a la ciudad de Alicante, cerca del cabo de
Santa Pola. La isla tiene una longitud aproximada de casi dos kilómetros y una
anchura máxima de 400 metros. Sus costas fueron en el pasado un refugio de
piratas. En el siglo XVIII, el rey Carlos III ordenó fortificarla y levantar en
ella un pueblo en el que alojar a varias familias de pescadores de Génova que
estaban cautivos en la ciudad tunecina de Tabarka, de la que curiosamente acabaría
tomando el nombre. Las murallas que rodean su núcleo urbano todavía se
conservan en la actualidad, y han sido declaradas Conjunto Histórico Artístico
y Bien de Interés Cultural. Del mismo modo, la excelente calidad de sus aguas costeras
y la biodiversidad de su flora y fauna han propiciado la declaración de Reserva
Marina del Mediterráneo. Además de poder disfrutar de su playa, una visita por
la pequeña población de la isla nos hará disfrutar de una excelente jornada. El
acceso a la isla se puede realizar con la empresa de Cruceros Kontiki desde el puerto deportivo
de Alicante, en un trayecto que durará aproximadamente una hora.
Pero si preferís una visita que además de buscar un buen baño en el
Mediterráneo os aporte algo de turismo cultural, seguís estando en la ciudad
perfecta. Alicante cuenta con numerosos monumentos entre los que brilla con luz
propia su Castillo de Santa Bárbara, o su Concatedral de San Nicolás de Bari. Y
si queremos visitar algún museo la ciudad cuenta con hasta nueve diferentes,
aunque quizás el que suele mostrar las exposiciones más espectaculares es el
Museo Arqueológico provincial. Vayamos por partes.
El puerto desde el Castillo de Santa Bárbara
El Castillo
de Santa Bárbara está ubicado en la parte más elevada del monte Benacantil,
en plena ciudad, y a 166 metros de altitud sobre bahía de Alicante. Posee tres
recintos a diferentes alturas construidos en tres épocas diferentes. El recinto
más alto, conocido popularmente como La
Torreta, es donde se encuentra la Torre del Homenaje y donde se hallan los
restos más antiguos de la fortaleza, en su mayoría del siglo XIV. Un segundo recinto
intermedio tiene las dependencias más importantes visitables –Salón de Felipe
II, Cuerpo de guardia, Patio de Armas y el llamado Baluarte de la Reina–, que fueron construidas a lo largo del siglo
XVI. El tercer recinto, el más inferior de todos, pertenece ya a construcciones
del siglo XVIII y en él se ubica el denominado Revellín del Bon Repós. El acceso
al castillo es gratuito si se asciende la montaña caminando, aunque también se puede
hacer a través de un ascensor excavado en la roca frente a la playa del
Postiguet. La pendiente es considerable, así como también la longitud, razón
por la cual aconsejamos desde aquí la subida en el ascensor, aún cuando haya
que pagar 2.40€. Merecerá la pena por el gran esfuerzo y tiempo que ahorraremos.
En el castillo, además de poder disfrutar de la propia construcción militar, se
muestran diversas exposiciones temporales, y desde la parte más elevada del
conjunto se tienen las mejores vistas de toda la bahía de Alicante y de la
propia ciudad.
Otra posible visita interesante por la ciudad
alicantina es la de su Concatedral de
San Nicolás de Bari. La iglesia fue construida en el mismo lugar en el que
existió la vieja Mezquita menor de la ciudad musulmana. La actual iglesia es en
realidad una ampliación de la primera que se edificó y que fue modificada durante
el siglo XVII en un estilo que a decir verdad no es ni renacentista ni barroco,
sino mezcla de ambos, lo cual la hace atractivamente diferente a cualquier
iglesia española de estas características o de este periodo histórico y
justifica su visita. Su interior es de una sorprendente simpleza monumental que
sólo hace aumentar su gran impacto estético. Merece también la pena una visita
a su interior para poder disfrutar de la espectacular belleza de su Capilla de
la Comunión, verdadera joya plenamente barroca del edificio, y que pone el
contrapunto al resto del edificio. Como dato meramente curioso añadiré que la
advocación a San Nicolás de Bari, patrón de la ciudad de Alicante, responde al
hecho de que la ciudad fue entregada por los musulmanes a los cristianos el día
6 de Diciembre de 1244, festividad de San Nicolás. Este hecho es normal y
habitual en muchos otros lugares. Pero lo que realmente hace diferente la
advocación de San Nicolás de Bari es el hecho poco conocido de que cuando
hablamos de este santo nos estamos refiriendo al verdadero Santa Klaus o Papá
Noel. No es esta entrada de blog el lugar adecuado para ponernos a explicar
todo el proceso, cosa que quizás haremos para una futura entrada en época
navideña. Baste sólo anticipar que San Nicolás fue obispo de la ciudad turca de
Myra (siglo IV d.C.) y que en la actualidad sus restos mortales descansan en
la ciudad italiana de Bari a donde fueron llevados por unos mercaderes en el
siglo XI. Al margen de sus famosos y variados milagros reconocidos por la
Iglesia Católica, el santo se hizo popular entre el común de los cristianos por
gastar gran parte de su vida y fortuna en favorecer y facilitar la vida de
niños huérfanos, tras haber él mismo perdido a su esposa e hijos, antes de iniciar
su vida religiosa. Por esta razón se asoció con el paso de los siglos a su
figura la del valedor de las ilusiones y portador de regalos, y que sólo en el
siglo XX a través de una rocambolesca historia en la que son actores
principales inmigrantes alemanes y holandeses, unos grandes almacenes
neoyorkinos y la famosa marca Coca-cola, se acabó identificando con el
personaje orondo, barbudo y de ropajes rojos que hoy todos conocemos.
Concatedral de San Nicolás de Bari
Una visita casi obligatoria en el ámbito cultural
ha de ser la del Museo Arqueológico
Provincial de Alicante. Sin lugar a dudas es el organismo cultural que
mayor mimo, interés y dedicación pone a la vida cultural alicantina, y eso se
demuestra no sólo en sus magníficas instalaciones, sino aún en la esmeradísima
selección de sus exposiciones temporales, que a menudo están entre las más
destacadas de toda España. El museo está ubicado en la Plaza del Doctor Gómez
Ulla, en la zona de crecimiento de la ciudad, a las espaldas del monte
Benacantil. Se puede llegar a él con las líneas 2, 6, 9, 20 y 23 de Autobuses
urbanos. Desde el museo se gestionan varios yacimientos arqueológicos en los
alrededores de la ciudad, razón evidente por la cual sus fondos contienen gran
cantidad de restos prehistóricos, íberos, romanos y de la edad media, todos de
gran calidad y variedad, y que son los capítulos en los que se articulan sus
salas de la exposición permanente. Ello de por sí ya justifica una visita, pero
insisto en la idea de que la mejor parte del museo suelen ser las exposiciones
temporales. La información sobre éstas la encontraremos puntual y
detalladamente en su página web. En la actualidad, y hasta Octubre de 2012
destaca la exposición “El tesoro de los bárbaros”, un
asombroso conjunto de piezas de orfebrería y metal de época romana hallado en
la localidad alemana de Neupotz, presente por primera vez en España bajo la
colaboración del Museo Histórico del Palatinado de Espira (Alemania).
Si por el contrario la arqueología no es vuestro
fuerte, pero sí queréis disfrutar del arte, Alicante os ofrece otros dos
interesantes museos de acuerdo a vuestros gustos: elMuseo de Bellas Artes Gravina, ubicado en el
Palacio de Gravina, edificio del siglo XVIII que perteneció al conde de
Lumiares y que fue sede del Archivo Provincial. Contiene obras de arte
alicantino del periodo comprendido entre la Edad Media y las primeras décadas
del s. XX. O si lo preferís, elMuseo
de Arte Contemporáneo de Alicante, ubicado en el edificio civil más antiguo
que se conserva en la ciudad: de 1685. Inicialmente fue concebido como un
almacén de cereales. Sus salas acogen hoy una importante colección de arte del
siglo XX, formada principalmente por obras donadas por Eusebio Sempere. Incluye
obras de Chillida, Picasso, Dalí y Miró entre otros artistas de primer orden.
La última propuesta para visitar Alicante que
desde este blog hacemos, es la de animaros a conocer el interesante centro
histórico de la ciudad. La ciudad estuvo amurallada desde las épocas más
remotas, principalmente por miedo a los ataques marítimos. Sin embargo, tras la
conquista del periodo musulmán, estas murallas se construirán pensando ya más
en ataques terrestres que marítimos, hecho que se repetirá posteriormente
durante el dominio cristiano. Pues las citadas murallas estuvieron presentes en
la vida de Alicante hasta el año 1858, momento en el que la reina Isabel II
visitó la ciudad para inaugurar la línea de ferrocarril que finalizaba en
Madrid. Se aprovechó aquella visita para solicitar a la monarca el derribo de
estos muros, y por fin de este modo la ciudad comenzó a crecer sin ataduras. En
otras palabras, la historia de algo más de 2500 años se concentra en un pequeño
espacio que es en la actualidad el centro urbano de la ciudad. No es por tanto
necesario explicar que el espacio urbano fue aprovechado al máximo, y que por
tanto las calles son pequeñas y estrechas, y están completamente repletas de
viejos edificios, palacios e iglesias. Un paseo por sus calles puede ser
gratificador. Destaca el Barrio de Santa Cruz, situado en la zona más cercana
al monte Benacantil y por lo tanto más elevada. Es quizás el barrio más típico
de la ciudad. Junto a él también se puede destacar la Calle
Labradores, lugar importante ya desde antiguo, en tanto que a pesar de su
nombre, en origen fue la principal calle medieval, en la que vivieron las más
importantes familias de la ciudad.
Hogueras de San Juan en la playa de Alicante
En el capítulo de festividades especiales,
Alicante también ocupa un lugar destacado en el panorama nacional, con dos
fiestas especialmente famosas: las hogueras de San Juan, y las festividades de
Moros y Cristianos. Las primeras son las principales fiestas de la ciudad, y
han sido declaradas de Interés Turístico Internacional. No hará falta decir,
que por esta razón, si vuestro viaje va a coincidir en el tiempo con esta
tradición (20-24 de Junio), es más que necesario reservar y planear la visita
con tiempo suficiente ya que la ciudad se ve literalmente invadida de turistas y
foráneos. La fiesta tiene un origen completamente pagano, fundamentado en el
cambio de vida y de ciclo relacionado con el solsticio de verano. Por esta
razón, un gran número de viejos objetos, inservibles, se queman en la propia
noche del solsticio, la noche del 21 de Junio. Esa es la tradición, y así se
hace desde los tiempos más remotos, en hogueras repartidas por toda la ciudad e
incluso sus playas. Sin embargo, el paso del tiempo ha traído la modernización
de la fiesta, que ahora también incluye la quema de numerosos monumentos construidos
en cartón-piedra, específicamente para quemar durante la noche del 24 de junio
en una espectacular cremà, que en
algunos aspectos nos puede recordar la festividad de las fallas en Valencia, si
bien poco tienen que ver una fiesta con otra, y menos aún en sus diferentes
orígenes. Durante las celebraciones se incluyen otros actos como las mascletàs que son verdaderos concursos
de pirotecnia y elementos explosivos. Por otro lado están las fiestas de Moros
y Cristianos. De gran popularidad no sólo en la ciudad de Alicante, sino
también en muchas otras poblaciones de la provincia, se trata de espectaculares
escenificaciones carnavalescas de la reconquista cristiana de la ciudad durante
la Edad Media. Durante los actos, gran parte de la población participa
disfrazándose bien de cristiano, bien de musulmán, y a través de actos
organizados se recrean las batallas y luchas por el dominio de la ciudad.
Turrón de Jijona
No podremos dejar la ciudad sin probar otro de
sus grandes atractivos como es su gastronomía. La cocina alicantina es
típicamente mediterránea. La historia de Alicante, su situación geográfica, su
clima y la fertilidad de sus tierras han ido dotándola de una enorme riqueza y
variedad, que se ha moldeado y adecuado con el paso de los siglos. El arroz es quizás
el principal protagonista con una gran diversidad de recetas, algo común por
otro lado en toda la Comunidad Valenciana. En Alicante el arroz se combina diferentes
ingredientes como la verdura, la carne o el pescado. Destacan como recetas
tradicionales el arroz
a la alicantina, el caldero
(plato típico de la isla de Tabarca), o la popular olleta.
El otro elemento estrella de la cocina alicantina, como no podía ser de otra
manera, es el pescado. El mar Mediterráneo siempre ha surtido a la ciudad de
gran cantidad y variedad de pescados y mariscos, entre los que destacan por
consumo tradicional las gambas rojas alicantinas, los langostinos y los
salmonetes. Sin embargo quizás el elemento más destacado puede ser la tradición
de salazones como la mojama,
la tonyina
de sorra o el popularísimo “esmorzaret
alacantí” a base de sardina salada, huevo frito y ñora. Y de postre
rollitos de anís, o por supuesto,turrón de Alicante
o de Jijona, que también se puede consumir como helado.
Cualquier época del año es estupenda para visitar
Alicante. Su temperatura es agradable incluso en invierno con mínimas que en
pocas ocasiones se sitúan por debajo de 10º, y en verano las máximas rara vez
superan los 30º. Evidentemente es clima puro Mediterráneo, y el propio mar hace
de suave elemento compensador entre las temperaturas máximas y mínimas a lo
largo del año. También por ello el mayor problema puede ser la humedad relativa
del ambiente, siempre muy alta, y que pueden acrecentar las sensaciones de frío
o calor. El sol está casi asegurado en cualquier momento del año, en tanto que
la media histórica de días de lluvia a lo largo del año se reduce a 37
jornadas. Eso sí, conviene saber que como en toda la costa levantina, existe el
impredecible fenómeno de la gota fría que acumula gran cantidad de precipitaciones
en muy pocas horas, en otoño o en primavera. Pero este hecho es muy poco común,
y basta con visualizar las previsiones de alertas de la Agencia estatal de Meteorología antes de realizar un viaje. Dependiendo de lo “caluroso” de cada
año en particular, el baño en una playa alicantina puede ser factible entre los
meses de Mayo y Octubre.
La pequeña población de Cercedilla es uno de los destinos
preferidos por los madrileños que buscan sol, nieve, tranquilidad y naturaleza.
Situada a sólo 56 kms. de Madrid, y encaramada ya en las faldas de la Sierra de Guadarrama, Cercedilla nos ofrece todo lo que podemos necesitar para una fantástica
jornada de montaña, ya sea invierno o verano, primavera u otoño. Cercedilla es
una población que vive en la montaña y para la montaña. Un solo dato nos lo
explica: en ella nació Paco Fernández Ochoa, primer medallista olímpico en unos
juegos de invierno para España; y en total hasta 22 campeones de España de esquí,
en las modalidades de alpino y de fondo, están ligados a la historia de esta
pequeña población.
Subida desde Cercedilla a Navarrulaque
Para llegar hasta Cercedilla tenemos dos opciones de
transporte público. La primera de ellas es el tren. A través de la Red de
Cercanías llegaremos con mucha facilidad a Cercedilla, ya que está en la línea
que comunica Madrid con Segovia (C.8b), y por tanto podremos tomar el tren
prácticamente cualquier estación de la red de Cercanías del centro de Madrid.
Además, la frecuencia de trenes es relativamente alta, con aproximadamente uno cada 40
minutos en las horas punta, descendiendo sensiblemente en las horas valle, y
aún un poco más en los días festivos, hasta más o menos uno a la hora. La otra
opción de transporte público, igual de práctica, es el autobús interurbano de
la compañía Larrea, que tiene su partida en Madrid desde el intercambiador de Moncloa. En cualquiera de los dos casos, en poco más de una hora estaremos en
el destino.
La primera impresión que tendremos en Cercedilla es la de estar
muy lejos de Madrid, pues nada excepto el gran número de visitantes nos
recuerda que muy cerca tenemos una ciudad de más de cuatro millones de
habitantes. Pero es que, como suele suceder en la mayoría de las localidades serranas
de Madrid, las poblaciones son pequeñas y aún conservan ese ambiente popular,
incluso rural que en absoluto existe en la capital. Pero no nos engañemos,
Madrid está cerca, y por ello la mayoría de la población de Cercedilla se
dedica al sector de servicios; especialmente restauración y otras actividades
turísticas como son la organización de todo tipo de actividades de ocio: hiking,
escalada, rutas por la naturaleza, paseos en caballo, en bicicleta… Es también
zona de “residencia veraniega”
de grandes empresas y multinacionales; y a la vez y como contrapunto son
todavía habituales las explotaciones ganaderas, que están diseminadas por las
inmediaciones de la población, y que ayudan sensiblemente a obtener esa
sensación tan agradable de naturaleza, de retiro, o de pueblo.
Mirador de Vicente Aleixandre
Una vez llegados a Cercedilla podemos comenzar a disfrutar
de la montaña, por ejemplo tomando alguna de las muchas rutas, caminos y
senderos indicados. Pero también hemos de saber que tenemos todavía opción de
prolongar un poco más nuestro viaje: podemos tomar el tranvía que desde la misma estación de tren nos llevará a lo más
alto de los puertos de Navacerrada y de Cotos, desde donde no sólo podremos disfrutar de una
de las mejores panorámicas de la propia sierra y la Comunidad de Madrid; sino que
también seguiremos con la opción de realizar alguna ruta señalizada, y si es
invierno y hay nieve, no lo olvidemos, practicar el esquí. Si optamos por
quedarnos en Cercedilla podemos acudir a alguno de los distintos puntos de
información (del Ayuntamiento de Cercedilla, o de la Comunidad de Madrid) para tomar los últimos apuntes y mapas, y
realizar alguna de las numerosas rutas que se nos ofrecen. Algunas son
especialmente famosas, caso de la Ruta o Camino Smith, o la Ruta de subida a la Peñota, o
la Fuenfría, o la montaña de Montón de Trigo, o recorrer la vieja “Carretera de
la república” (que está cerrada al tráfico rodado), y en muchos casos asomarnos
a la otra vertiente de la sierra y disfrutar de la panorámica de Segovia y
Castilla… Podréis encontrar gran cantidad de rutas perfectamente
señalizadas por distintas asociaciones deportivas y culturales, y con muy
distintos grados de dificultad y longitud. La señalización, por cierto, es muy
clara normalmente, y consiste habitualmente en círculos o triángulos de
distintos colores que nos guían por todos los cruces de caminos y senderos. Aún
así siempre podéis acudir a las distintas webs, muy numerosas, que ofrecen
mapas y planimetrías bastante precisos, que tal vez sea conveniente, diría una
buena idea. Una búsqueda en google con "rutas sierra de guadarrama - cercedilla" os dará resultados más que suficientes, y podréis hacer una selección a vuestro gusto.
Pero de entre todas las rutas existentes, hoy queremos proponer aquí
una “circular” para iniciar y
finalizar en Cercedilla, de dificultad baja y con un recorrido total aproximado de
unos 8 kms, y que en su punto más alto
nos ofrece una fantástica panorámica de media Comunidad de Madrid. Si la
realizáis visitaréis interesantes lugares donde la asociación cultural
Navarrulaque ha creado y mimado una serie de “miradores” bautizados y dedicados
a distintos escritores españoles. Esta ruta es popularmente conocida como la
subida a Navarrulaque, o ruta de los miradores. Para realizarla saldríamos
de Cercedilla, como no podía ser de otra manera, subiendo. Desde la estación de
tren, o la parada del autobús (pues están una frente a la otra), hemos de tomar
la carretera que sube hace “las dehesas”,
eligiendo para ello la carretera a nuestra izquierda en el primer cruce. Ésta discurrirá
bordeando la población sin pasar por el centro de ella, y siempre en progresivo
ascenso nos va alejando del pueblo. Nos llevará (simplemente caminando por la acera) a través de un paisaje que se va
adentrando en un valle, e iremos dejando a derecha e izquierda hospitales, el Colegio
La Paloma, el Centro de Interpretación de la Naturaleza, y el Área Recreativa Municipal
de Cercedilla; lugar a tener muy en cuenta para las visitas en épocas
calurosas, pues tiene piscinas naturales de espectacular belleza y agua bien
fresca. A partir de este punto, en nuestra ruta se acaban las aceras y las carreteras,
y podemos disfrutar ya de sendas y veredas, señalizadas por códigos de colores
que se van adentrando en la espesura de pinares.
Calzada Romana durante el ascenso
Pocos minutos después alcanzaremos un interesante lugar.
Ante nosotros tendremos una vieja calzada romana que comunicaba Madrid con
Segovia. Se puede apreciar todavía el trazado original, con puentes y empedrados
que probablemente responden ya a reconstrucciones del periodo moderno.
Seguiremos por ella en el que será el tramo de mayor dureza, con una
pronunciada subida que nos dejará finalmente en una pista de tierra, y que a
partir de ahora seguiremos hasta el punto más alto de la montaña. Por cierto, a
los más aventureros les diré que desde este camino, se podrá hacer una rápida
incursión a la “ducha de los ingleses” una hermosa caída de agua, retirada unos
400 metros del camino, y señalizada con carteles. Retomando el camino que
traíamos, seguiremos ascendiendo hasta la parte más alta de nuestra ruta.
Llegados por fin a la cima y campo de Navalurraque, encontraréis los
populares miradores: espectaculares formaciones rocosas levemente trabajadas o
adaptadas por la mano humana, y que nos ofrecerán las mejores vistas del gran valle
madrileño. Las formaciones rocosas han sido acondicionadas con escaleras y bancos de modo que es facil subir por ellas y gozar de la privilegiada vista que nos ofrecen. Además, en las propias rocas han sido tallados fragmentos de poemas de Vicente Aleixandre y Luis Rosales, relativos todos a la belleza de la propia Sierra de Guadarrama. Cuando estéis en el primero y más grande de ellos, a vuestra espalda tendréis uno de los picos más emblemáticos de los
montañeros madrileños: los “siete picos”. Los miradores están dedicados a los citados escritores, pero la intervención en el paisaje no se acaba aquí. No muy distante, a unos
cinco minutos a pie, se encuentra también el reloj solar dedicado al premio
Nobel Camilo José Cela, con precisas instrucciones para que el visitante pueda
leer la hora solar. Para llegar a él basta tan sólo con regresar al camino principal y caminar tan sólo unos centenares de metros más.
Fauna salvaje en las inmediaciones de Cercedilla
El camino de vuelta a Cercedilla nos ofrece dos opciones. La más sencilla es volver
siempre sobre nuestros pasos, por el camino que ya hemos utilizado, hasta Cercedilla. Pero la segunda, y que considero
más adecuada para variar el camino y el paisaje, es tomar el sendero que surge
a unos cinco minutos de los miradores –esta vez ya descendiendo–, a mano
izquierda, y que siguiendo las señales de círculos naranjas que lo marcan, nos
devolverán a Cercedilla por un intenso y hermoso paisaje de pinos, robles y
helechos, siempre ya en descenso. Habremos realizado así un bonito paseo por la montaña, sin demasiada dificultad en tanto que ni la distancia ni las inclinaciones del terreno son excesivas.
Pero como siempre, esta es sólo una opción de las muchas, muchísimas que se ofrecerán en
Cercedilla. Podéis elegir cualquier otra ruta, camino o sendero. Prestad atención a la señalización de la ruta que elijáis y no os
desviéis demasiado pues podéis perderos. Dicho esto, si realizáis vuestra
visita en fin de semana será muy habitual que encontréis a otros excursionistas
o montañeros que os pueden orientar si esto sucediese. Aunque hay numerosas
fuentes, también será buena idea llevar agua (y un bocadillo) y el teléfono
móvil para cualquier tipo de emergencia, pues normalmente hay cobertura. Por
último recordad también que estaremos a casi 2000 metros de altitud, razón por
la cual convendrá llevar ropa y calzado adecuado a la época del año en que
hagamos la excursión.